LA HABANA, Cuba. – Llegan noticias de protestas y cacerolazos en algunas provincias de Cuba. 13, 15, 18 horas sin electricidad han paralizado ciudades enteras. Las gentes hablan sin contención en el medio de la calle, se cagan en la madre de Díaz-Canel, piden que un rayo los parta para terminar con esta agonía. En Holguín no hay corriente ni agua. En San Miguel del Padrón tampoco.

Los holguineros enfurecidos aprovecharon el apagón para lanzarle piedras a una clínica dental, porque al parecer no tienen bien claro quiénes son sus enemigos. Equivocaron el camino que los habría llevado hasta la sede provincial del Partido Comunista, a la del Gobierno municipal, o a cualquier estación de la Policía para darle un sustico a los “héroes de azul”.

La andanada fue para un inocente centro de salud donde probablemente nunca hay nada, pero cuando hay, algún dolor de muelas de seguro alivian esos médicos que después de una mala noche se levantan con el cuerpo hecho jirones, desayunan lo que aparezca o no desayunan, y van a la clínica para descubrir que encima de toda la mierda que aguantan, también las piedras de los vecinos enojados son para ellos.

En las redes se habla de un conteo regresivo. Tic tac, tic tac, postean los cibernautas. Pero quienes deben darse prisa, en todo caso, son los cubanos, que ya están tarde para inundar las calles después de saber que Alejandro Gil lleva años robándose el dinero de los emigrados, de las mipymes, de los servicios médicos, de las exportaciones. Como ministro de Economía debe haber metido la mano en todo, y repartido generosamente entre quienes lo dejaron hacer, desde Gladys Bejerano ―contralora general de la República― hasta su amigo Miguel Díaz-Canel, quien lo designó expresamente para ocupar una cartera que le quedó grande desde el primer momento.

Los cubanos esperan el desenlace de la trama como si fuera otra de tantas novelas, se enredan en rumores propagados por fuentes de dudosa procedencia y ya daban por sentado el arresto del exministro de las Fuerzas Armadas, Leopoldo Cintra Frías, rápidamente desmentido por fuentes oficialistas. No hay duda de que pejes gordos están metidos hasta la coronilla en este nuevo escándalo de corrupción, pero el show acaba de empezar y, sea con el fin de ganar tiempo, o de que el asunto pierda interés, se filtrarán pistas falsas para entretener a un pueblo que no dispone de tiempo ni energías para este CSI de cuello blanco, o de guayabera.

Mientras tanto, las autoridades federales de Tampa han instruido cargos contra Mirtza Ocana Lara, la traficante de divisas presuntamente vinculada con Gil. Millones de dólares que iban a parar al imperio, y cuyo destino final no ha sido revelado. Millones de dólares presuntamente robados por el titular de Economía de un gobierno al que varios congresistas estadounidenses estrecharon la mano hace poco, reiterándole su apoyo en medio del “recrudecimiento de sanciones”.

Sería interesante saber qué opinan sobre este asunto dichos congresistas y los grupúsculos pro-régimen que han hecho del activismo contra el “bloqueo” un modo de vida en Estados Unidos, siempre llorando miseria, culpando a Donald Trump por haber apretado la tuerca hasta la tabla, y a Biden por no haberla aflojado lo suficiente.

Carlos Lazo, por ejemplo, podría decirnos cuántas toneladas de leche en polvo se hubieran comprado con ese dinero, especialmente en 2023, cuando el producto cotizó a la baja en el mercado internacional.

No por gusto los emprendedores cubanos que se dicen independientes ―muchos de ellos testaferros del régimen―, lamentaron tanto que Estados Unidos les negara el acceso a su sistema bancario. Si con trabas roban, no es difícil imaginar qué harían con el camino despejado dentro del sistema financiero más poderoso del mundo.

100.000 dólares en un solo viaje sacó de Cuba Mirtza Ocana Lara, pero había realizado otros 45 en menos de un año. La cifra total debe ser muy elevada. Con Gil en llamas, la candela podría extenderse hasta Manuel Marrero y sus tres restaurantes en Varadero, o el lujoso hostal ubicado en la esquina de Santa Catalina y Juan Delgado, reparto La Víbora, perteneciente a alguien de su círculo íntimo. Se dice que cada noche, en las afueras de ese hostal, junto a los botes de basura, una fila de viejitos hambrientos espera a que los dependientes saquen las enormes bolsas negras con las sobras de la cocina para repartírselas entre todos.

La magnitud del crimen resulta inescrutable, aunque no hay que ir hasta allí para comprobar lo que ha hecho con este país el gabinete de cuatreros encabezado por Miguel Díaz-Canel. El tiempo se agota, sí, pero para el pueblo cubano, que tiene todas las razones para tomar las calles y no volver a sus casas hasta tanto no dimitan todos los ministros y los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, que aprobaron por unanimidad cada una de las reformas descabelladas de Alejandro Gil.

El problema no son los apagones, ni la falta de agua, el pan o la leche. Son el generalato y su descendencia; son Díaz-Canel, Marrero, Murillo… Es la corrupción de un régimen al que no le preocupa en qué condiciones vive el pueblo ni cómo van a operar los cirujanos de este país después de una noche de apagón, sin dormir entre el calor y los mosquitos. El problema es un ministro de Salud que culpa al “bloqueo” por el desastre que es hoy el sistema sanitario cubano, mientras sus pares desangran a la nación.

No hay uno solo en los altos círculos de poder que no merezca cadena perpetua. Es lo menos que podemos exigir, si nos queda vergüenza.

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El tiempo también se agota para el pueblo cubano

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16.03.2024

LA HABANA, Cuba. – Llegan noticias de protestas y cacerolazos en algunas provincias de Cuba. 13, 15, 18 horas sin electricidad han paralizado ciudades enteras. Las gentes hablan sin contención en el medio de la calle, se cagan en la madre de Díaz-Canel, piden que un rayo los parta para terminar con esta agonía. En Holguín no hay corriente ni agua. En San Miguel del Padrón tampoco.

Los holguineros enfurecidos aprovecharon el apagón para lanzarle piedras a una clínica dental, porque al parecer no tienen bien claro quiénes son sus enemigos. Equivocaron el camino que los habría llevado hasta la sede provincial del Partido Comunista, a la del Gobierno municipal, o a cualquier estación de la Policía para darle un sustico a los “héroes de azul”.

La andanada fue para un inocente centro de salud donde probablemente nunca hay nada, pero cuando hay, algún dolor de muelas de seguro alivian esos médicos que después de una mala noche se levantan con el cuerpo hecho jirones, desayunan lo que aparezca o no desayunan, y van a la clínica para descubrir que encima de toda la mierda que aguantan, también las piedras de los vecinos enojados son para ellos.

En las redes se habla de un conteo regresivo. Tic tac, tic tac, postean los cibernautas. Pero quienes deben darse prisa, en todo caso, son los cubanos, que ya están tarde para inundar las calles después de saber que Alejandro Gil lleva años robándose el dinero de los emigrados, de las mipymes, de los servicios médicos, de........

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