LA HABANA, Cuba. – El asilo Hogar-Clínica San Rafael está ubicado en la avenida 51, No. 9016, entre 90 y 92, Marianao, en lo que fuera la finca Almagro, de 15.000 metros cuadrados. Ese terreno fue adquirido por los Hermanos de la Orden de San Juan de Dios para hacer un hospital gratuito destinado a niños pobres y desamparados que estuvieran afectados por taras óseas. Dicho centro fue inaugurado el 25 de diciembre de 1949, pero en 1978, como el Estado cubano ya realizaba esa labor, la Orden decidió hacer un asilo de ancianos, en el que el primer interno, de 79 años, ingresó el 17 de octubre de 1978.

Ingresé voluntariamente en ese asilo, teniendo 66 años, en 2013, por desavenencias con la familia con la cual convivía, pero sin renunciar a mi vivienda.

Opté por ese asilo porque allí no exigían, como en otros, entregar la casa y los bienes personales. Cobraban una cuota mensual del 60 u 80% de la jubilación, o que fuera respaldado su pago por algún familiar.

Debido a la alta demanda, demoré en ser admitido. Me mantuve casi todo el tiempo, por más de cinco años, en la sala Hogar de Día. Había que llegar a las 7:45 a.m. y permanecer allí hasta las 5:30 p.m., con derecho a desayuno, almuerzo y comida.

En total, entre internos y externos, había entre 135 y 140 ancianos. Cuando entré, había más hombres que mujeres, pero después la capacidad para ellas aumentó.

La alimentación, en general, era balanceada. La atención de salud era esmerada. Los medicamentos nunca faltaban.

Había dos doctoras durante ocho horas, de lunes a viernes, una enfermera en cada una de las tres salas, y durante la noche quedaba una de guardia. En caso de urgencias, se trasladaba al paciente al Hospital Clínico Quirúrgico de 26, donde también recibían consulta los que tenían algún padecimiento.

Mensualmente asistían médicos de diferentes especialidades para hacer consultas. Había un laboratorio clínico donde se realizaban análisis trimestrales; un bien equipado por los curas departamento de fisioterapia y un sillón de estomatología atendido por una profesional, la doctora Miñoso, que era prima del destacado pelotero Abelardo Miñoso.

Las auxiliares de limpieza mantenían la higiene constante en todo el centro, y los jardines exteriores estaban cuidados con esmero.

La trabajadora social del lugar, con el apoyo de varios empleados, organizaba numerosas actividades culturales y de distracción, físicas y mentales, para mejorar la calidad de vida de los ancianos, como juegos de bolos, de argollas para ensartar, Bingo y ejercicios de Tai Chi.

Además, cada mes teníamos las actuaciones de artistas de la Casa de la Cultura del municipio.

De forma trimestral se celebraban los cumpleaños de los ancianos, donde se daban regalos de ropa o algún artículo de aseo extra, pues los internos tenían un módulo mensual con estos artículos básicos. Cuando había disponibilidad, se les daba también a los externos algún obsequio.

La Orden, para llevar a pasear a los ancianos, adquirió un ómnibus con aire acondicionado. Mensualmente había visitas a lugares atractivos (como Soroa y la casa donde vivió el cantante Polo Montañéz, en Las Terrazas, Pinar del Río) y playas (en dos ocasiones fuimos por tres días a Varadero).

Hace cinco años me fui del asilo por dos razones: primero, por la dificultad para trasladarme a diario hasta allí desde cerca de la Plaza de la Revolución, donde vivo, debido al pésimo estado del transporte público.

Agrego que me afectó mucho ver morir a Fray Antonio, que trasladaran a Ecuador al sacerdote Simón, muy querido por todos nosotros, y que el director, José Luis, abandonara la instalación por decisión del general de la Orden de España, para poner la dirección en manos del Ministerio de Salud Pública (MINSAP).

A partir de que el Estado asumiera la dirección del centro, todo cambió para mal en el Hogar-Clínica San Rafael. Pasé hace unos días por allí para visitar a los amigos y me contaron sobre las transformaciones negativas que han ocurrido.

La alimentación ha decaído mucho. Un anciano me dijo que “en las tardes solo dan sopa hecha con Aguas de La Habana y una croquetica Meñique”.

Actualmente, el mayor número de pacientes son personas con muy poca lucidez mental que dependen del personal en servicio, y este no alcanza para atender debidamente a los pacientes.

Una exempleada me dijo que como los dementes no se quejan ni protestan, les dan raciones menores de las reglamentarias, y así los empleados pueden llevarse para sus casas la comida sobrante.

Ya casi no se hacen actividades recreativas y los paseos son una vez al año.

Una parte del antiguo personal con experiencia renunció, se retiró o se sustituyó. El nuevo director trajo personal de su confianza, lo que según se comenta, “facilita más el robo”.

En fin, de lo que fue el Hogar-Clínica San Rafael solo queda el recuerdo y el nombre en su fachada.

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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QOSHE - Del asilo San Rafael solo queda el nombre  - Jorge Luis González Suárez
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Del asilo San Rafael solo queda el nombre 

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23.11.2023

LA HABANA, Cuba. – El asilo Hogar-Clínica San Rafael está ubicado en la avenida 51, No. 9016, entre 90 y 92, Marianao, en lo que fuera la finca Almagro, de 15.000 metros cuadrados. Ese terreno fue adquirido por los Hermanos de la Orden de San Juan de Dios para hacer un hospital gratuito destinado a niños pobres y desamparados que estuvieran afectados por taras óseas. Dicho centro fue inaugurado el 25 de diciembre de 1949, pero en 1978, como el Estado cubano ya realizaba esa labor, la Orden decidió hacer un asilo de ancianos, en el que el primer interno, de 79 años, ingresó el 17 de octubre de 1978.

Ingresé voluntariamente en ese asilo, teniendo 66 años, en 2013, por desavenencias con la familia con la cual convivía, pero sin renunciar a mi vivienda.

Opté por ese asilo porque allí no exigían, como en otros, entregar la casa y los bienes personales. Cobraban una cuota mensual del 60 u 80% de la jubilación, o que fuera respaldado su pago por algún familiar.

Debido a la alta demanda, demoré en ser admitido. Me mantuve casi todo el tiempo, por más de cinco años, en la sala Hogar de Día. Había que llegar a las 7:45 a.m. y permanecer allí hasta las 5:30 p.m., con derecho a desayuno, almuerzo y comida.

En total, entre internos y externos, había entre 135 y 140 ancianos. Cuando entré, había más hombres........

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