LA HABANA, Cuba.- La recién concluida Feria del Libro de La Habana resultó ser una caricatura o una parodia de un evento de este tipo. Esto se hizo evidente en particular en el Pabellón Cuba, en La Rampa, que tradicionalmente ha sido la subsede de la Feria (la sede principal es la Fortaleza de La Cabaña, al este de la capital).

Pareció que un ciclón había pasado por el Pabellón Cuba, dejando solo basura y ruinas. Lo menos que hubo fue libros impresos: los sustituyeron por los digitales (e-books).

Había dos pequeñas carpas en la plataforma principal, una con libros nacionales, y otra con artículos de escritorio y de oficina junto a ejemplares infantiles de importación, que fueron los más vendidos.

El amplio espacio del fondo, donde siempre se organizó la librería grande, con paneles para delimitar el lugar de venta, este año contó solo con cuatro carpas chiquitas con muy pocos títulos, un área abierta para libros de uso, donde había mayor oferta, y algunos stands de cuentapropistas con libros infantiles extranjeros y otros con artículos varios —había hasta uno donde vendían espejuelos graduados.

Hubo algunas presentaciones de títulos —la mitad en formato digital— y actividades artísticas con aficionados y escaso público. A diferencia de años anteriores, no se colocaron carteles a la entrada del Pabellón Cuba que publicitaran el evento. Las personas pasaban por el lugar y preguntaban si “esto está abierto”. La afluencia de público fue mucho menor que en otros años. Entre las 10:00 a.m. y las 7:00 p.m. jamás hubo cola para entrar. Esto se debió, además de a la falta de promoción, a la pésima situación del transporte público.

El precio de la entrada al recinto este año fue de 20 pesos, más cara que en la sede principal, a pesar de ofrecer limitadas posibilidades de adquisición de libros. Desde que se iniciaron las ferias del libro nunca habían costado tanto las entradas.

Por vez primera, vinieron al Pabellón Cuba expositores de La Cabaña, unos peruanos que trajeron la muestra “Los libros más pequeños del Mundo”, con libros infantiles, muy bellos, pero a precios inauditos. Por ejemplo, el más demandado, El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, costaba 4.000 pesos.

Si algún padre de familia llevaba a sus hijos a ver estos libros, ¿cómo podía adquirirlos si su precio representa el salario promedio mensual de un trabajador cubano? Solo podría comprarlo si tiene buenas entradas económicas o recibe dinero del exterior.

Una mejor oferta brindaron los kioscos de Artex. Allí se vendieron, entre otros títulos, El Monte, de Lydia Cabrera, a 350 pesos, y Yo Soy el Caballero de París, de Luis Calzadilla Fierro (quien fuera su médico), a 87.50, todos con impresiones de gran calidad.

Los pocos libros nuevos puestos a la venta estuvieron centrados en las presentaciones del Salón de Mayo y La Pérgola, locales dentro del Pabellón que se dedican a estas actividades, donde también hicieron lecturas algunos poetas jóvenes y cantaron trovadores poco conocidos en busca de promoción.

La calidad de las actividades recreativas fue muy pobre. Nunca se presentó ningún artista o grupo profesional como en años anteriores. Los aficionados, en su mayoría, fueron de poca experiencia, y las actividades con los niños no llamaban la atención. Excepto un día en que se presentó un colectivo infantil grande, con niños desde preescolar hasta adolescentes, un proyecto de tres grupos del municipio Arroyo Naranjo, muy bien formados, con vestuario de calidad, que ejecutaron bailes de Brasil, el país invitado a la Feria.

Insólito fue también que durante cinco días consecutivos se presentaron instructores de arte para enseñar a bailar casino y anunciar los sitios donde ellos dan clases pagadas.

Gran parte del Pabellón Cuba la ocuparon las mipymes, con comida y venta de confituras, que hoy abundan por doquier a valores similares o superiores. El precio menor de estas mercancías eran las rositas o palomitas de maíz, a 50 pesos el cucurucho. De ahí en adelante eran el pan con perro caliente y la mazorca de maíz asado en 100 pesos, el tamal 120, y las pizzas entre 250 y 350 pesos, entre otras ofertas de mayor costo.

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La Feria del Libro en el Pabellón Cuba fue una caricatura

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29.02.2024

LA HABANA, Cuba.- La recién concluida Feria del Libro de La Habana resultó ser una caricatura o una parodia de un evento de este tipo. Esto se hizo evidente en particular en el Pabellón Cuba, en La Rampa, que tradicionalmente ha sido la subsede de la Feria (la sede principal es la Fortaleza de La Cabaña, al este de la capital).

Pareció que un ciclón había pasado por el Pabellón Cuba, dejando solo basura y ruinas. Lo menos que hubo fue libros impresos: los sustituyeron por los digitales (e-books).

Había dos pequeñas carpas en la plataforma principal, una con libros nacionales, y otra con artículos de escritorio y de oficina junto a ejemplares infantiles de importación, que fueron los más vendidos.

El amplio espacio del fondo, donde siempre se organizó la librería grande, con paneles para delimitar el lugar de venta, este año contó solo con cuatro carpas chiquitas con muy pocos títulos, un área abierta para libros de uso, donde había mayor oferta, y algunos stands de cuentapropistas con libros infantiles extranjeros y otros con artículos varios —había hasta uno donde vendían espejuelos........

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