LA HABANA, Cuba. – Tuve la suerte de conocer a Natalia Bolívar durante mi labor en la librería Abel Santamaría, en La Habana Vieja, a principios de la década de 1990.

En esa época, debido a la falta de nuevas impresiones de libros por la escasez de papel, durante el llamado Período Especial, el Centro Provincial del Libro me autorizó a realizar subastas de ejemplares con alta demanda que traían personas para venderlos, y por el cual recibían el 70% del valor alcanzado en la puja.

Cuando llegó a mis manos, para que lo subastara, un ejemplar de Los orishas en Cuba, el libro más divulgado de Natalia Bolívar, localicé a la autora, fui hasta su domicilio, en la calle 26, entre 7ª y 9ª, en Miramar, y la invité para que estuviera presente el día de la subasta.

Pensé que una persona de tanto renombre no me recibiría, o no aceptaría la idea. Pero mi sorpresa fue grande al encontrarme con una mujer sencilla, que me invitó a tomar café y me mostró algunos de sus libros valiosos, como la edición de la Historia de Cuba de Leví Marrero impresa en Estados Unidos.

Durante la grata conversación que tuvimos, me presentó a su hija y me mostró una fotografía suya junto a Lydia Cabrera ―que fuera su maestra en religiones afrocubanas―, tomada durante una visita que hizo a Miami.

Sin falta, Natalia Bolívar apareció en la librería el día de la subasta de Los orishas en Cuba. Eran tantas las personas presentes que tuve que subirme encima de una mesa. Así pude subastar su libro y controlar la situación. El ejemplar alcanzó un precio de 450 pesos, que en aquellos momentos era una cifra bien elevada. Un grupo de niños organizado por un activista cultural interpretó una danza afrocubana.

Después mantuve el contacto con Natalia, que me había dado su teléfono.

Un tiempo después conocí a un español llamado Ernesto Niñerola Escobedo que vino a Cuba para hacerse santo. Cuando le hablé de Natalia Bolívar, se interesó en conocerla. Le pedí permiso para llevar al español a su casa y con la amabilidad de siempre, Natalia aceptó que fuéramos. Conversamos mucho ese día. El español era cartomántico y consultó a Natalia, que era abierta a cualquier corriente adivinatoria espiritual.

Nuestra amiga común Naty Revuelta apreciaba mucho a Natalia por su sencillez y modestia, sin nunca darse ínfulas de famosa.

Cuando conocí a Natalia Bolívar ya era sexagenaria, pero tenía gran dinamismo. Vestía con ropa holgada y llevaba sus múltiples collares de santería siempre muy visibles. Había quienes opinaban que lo hacía por excentricidad, pero ella tenía una creencia firme y no le importaba lo que dijeran.

Algo que llamó mi atención fue cómo deslindaba la política de sus creencias religiosas. En todo sitio manifestó su orgullo de haber pertenecido al Directorio Revolucionario, un grupo armado que luchó contra la dictadura de Batista y que realizara en 1957 el fallido ataque al Palacio Presidencial. Uno de los participantes, que resultó muerto en la acción, era novio de Natalia.

Natalia Bolívar, que provenía de una familia aristocrática, se integró al Directorio Revolucionario mientras trabajaba en el Museo de Bellas Artes, del cual sería su primera directora luego del triunfo de la Revolución.

Como miembro del Directorio Revolucionario, Natalia Bolívar participó de forma directa en el asalto a la 15 Estación de Policía, encubrió a perseguidos, los trasladó a sitios seguros y ocultó armas y explosivos, a escondidas de su familia, que no quería verla involucrada en actividades revolucionarias.

En los primeros años del régimen castrista, Natalia Bolívar, por su militancia en el Directorio, tuvo choques con algunos funcionarios del nuevo gobierno. En la década de 1960 la apartaron de su trabajo. Sus creencias religiosas chocaban con el ateísmo materialista impuesto por los comunistas. Pero con el tiempo, logró sobresalir otra vez y destacarse en el terreno cultural.

En la revista Unión (82/2014) se publicó un fragmento de unas memorias inéditas de Natalia Bolívar, De bellas y malas artes, que hablan con mucha claridad de esos acontecimientos. Ojalá algún día las publiquen, si las concluyó.

La obra de Natalia Bolívar es amplísima. Abarca más de una decena de libros publicados, además de su participación en charlas, eventos, conversatorios y otros trabajos en Cuba y varios países del mundo.

El último libro suyo, lanzado en una Feria del Libro de La Habana, fue La sabiduría de los Oráculos. Ifá, los caracoles, y el coco, publicado por la Editorial José Martí en 2018.

Mucho se puede hablar de Natalia Bolívar, pero yo prefiero recordarla como la mujer sencilla, de trato amable, agradable y carácter firme que conocí. Esa es la imagen que guardaré siempre en mi memoria.

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La Natalia Bolívar que siempre recordaré

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22.11.2023

LA HABANA, Cuba. – Tuve la suerte de conocer a Natalia Bolívar durante mi labor en la librería Abel Santamaría, en La Habana Vieja, a principios de la década de 1990.

En esa época, debido a la falta de nuevas impresiones de libros por la escasez de papel, durante el llamado Período Especial, el Centro Provincial del Libro me autorizó a realizar subastas de ejemplares con alta demanda que traían personas para venderlos, y por el cual recibían el 70% del valor alcanzado en la puja.

Cuando llegó a mis manos, para que lo subastara, un ejemplar de Los orishas en Cuba, el libro más divulgado de Natalia Bolívar, localicé a la autora, fui hasta su domicilio, en la calle 26, entre 7ª y 9ª, en Miramar, y la invité para que estuviera presente el día de la subasta.

Pensé que una persona de tanto renombre no me recibiría, o no aceptaría la idea. Pero mi sorpresa fue grande al encontrarme con una mujer sencilla, que me invitó a tomar café y me mostró algunos de sus libros valiosos, como la edición de la Historia de Cuba de Leví Marrero impresa en Estados Unidos.

Durante la grata conversación que tuvimos, me presentó a su hija y me mostró una fotografía suya junto a Lydia Cabrera ―que fuera su........

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