LA HABANA, Cuba.- En la nota oficial donde el mandatario Miguel Díaz-Canel anunció que el recientemente destituido ministro de Economía Alejandro Gil está sometido a un proceso penal por “graves errores cometidos en el desempeño de sus funciones” y sospechas de corrupción, se expresa preocupación por una eventual “campaña propagandística del enemigo”.

No debería preocuparse tanto Díaz-Canel por lo que pueda decir “el enemigo”, sino más bien por las reacciones en las cada vez más menguadas filas de los que todavía se mantienen del lado del régimen.

Basta leer las varias decenas de comentarios provenientes del habitualmente crédulo e incondicional rebaño de lectores de Cubadebate que exigen explicaciones y transparencias. Y no es solo sobre los hechos que le imputan a Gil, sino también, como explica un comentarista, sobre los que “al lado, abajo, arriba, interactúan” porque, “algo está pasando desde hace muchos años y no nos damos cuenta o no queremos”.

“Que caiga el que tenga que caer, no cierren la puerta todavía, que faltan unos cuantos”, dice uno de los comentarios. Y otro pide: “Tienen que seguir sacudiendo la mata, faltan muchos otros”.

De esos comentarios, la buena noticia para el régimen es que todavía pueden contar con la bobería y el mareo de los ilusos que no acaban de entender que la corrupción es intrínseca a la opacidad de regímenes cerrados y de compadreo como el castrista.

Los que creen que lo que siguen llamando “la revolución” se puede salvar destituyendo y castigando a ministros y funcionarios corruptos, vuelven a pedir, como se lo pedían hace décadas a Fidel Castro, que sacuda la mata.

El Comandante la sacudió duro. Lo hizo desde el mismo 1959, cuando se desembarazó de José Miró Cardona, luego de tenerlo poco más de un mes como primer ministro, y luego del presidente Manuel Urrutia, a quien dio un golpe de estado televisado, y no dejó de hacerlo en los 46 años que gobernó. Ni lo dudó para ordenar el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa, Tony de La Guardia y demás acusados de aquel despiadado sacudón de mata que fue la Causa Uno de 1989.

Las purgas y defenestraciones han sido una táctica recurrente del castrismo en sus 65 años de existencia. La lista de defenestrados —por disímiles razones y mayor o menor severidad en sus penitencias— es muy larga: Augusto Martínez Sánchez, Rolando Cubelas, Aníbal Escalante, Edith García Buchaca, Joaquín Ordoqui, Orlando Borrego, Francisco Padrón, Nelson Torres, Luis Orlando Domínguez, Luis Manuel Ávila, Carlos Aldana, Roberto Robaina, Marcos Portal, Carlos Lage, Felipe Pérez Roque, Hassan Pérez, Otto Rivero, por solo citar algunos.

Esas defenestraciones, que han sido producto de paranoias, pugnas y revanchas, jamás han significado beneficios para el pueblo: solo han servido a los intereses de los mandamases.

En su calamitoso gobierno, Díaz-Canel ya va por diez defenestrados. El más sonado es Alejandro Gil, quien por ser el rostro del reordenamiento económico era sumamente impopular. A él le ha tocado pagar los platos rotos. Que haya cometido errores y que sea corrupto o no es lo de menos: no es el único ni será el último.

Faltan muchos truenes más. No solo los que se deriven de la trama del caso de Alejandro Gil, que se desenvolverá de acuerdo con las conveniencias de los mandamases. Habrá más tronados en el futuro. Tanto desastre y desmadre requiere de bastantes chivos expiatorios.

Ni Alejandro Gil ni Marino Murillo fueron los culpables del desastre económico que generó la Tarea Ordenamiento. Simplemente fueron los ejecutores de las órdenes recibidas de sus superiores. Su sustitución, como las de los demás que puedan caer, nada significará. Tampoco significaría nada el reemplazo (que no se puede descartar) de Miguel Díaz-Canel antes de que termine el periodo como gobernante para el que lo designó Raúl Castro. El problema no es de nombres, es del sistema, que no funciona, no hay modo de que funcione.

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Purgas y defenestraciones: una táctica recurrente del castrismo

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12.03.2024

LA HABANA, Cuba.- En la nota oficial donde el mandatario Miguel Díaz-Canel anunció que el recientemente destituido ministro de Economía Alejandro Gil está sometido a un proceso penal por “graves errores cometidos en el desempeño de sus funciones” y sospechas de corrupción, se expresa preocupación por una eventual “campaña propagandística del enemigo”.

No debería preocuparse tanto Díaz-Canel por lo que pueda decir “el enemigo”, sino más bien por las reacciones en las cada vez más menguadas filas de los que todavía se mantienen del lado del régimen.

Basta leer las varias decenas de comentarios provenientes del habitualmente crédulo e incondicional rebaño de lectores de Cubadebate que exigen explicaciones y transparencias. Y no es solo sobre los hechos que le imputan a Gil, sino también, como explica un comentarista, sobre los que “al lado, abajo, arriba, interactúan” porque, “algo está pasando desde hace muchos años y no nos damos cuenta o no queremos”.

“Que caiga el que tenga que caer, no cierren la puerta todavía, que........

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