LA HABANA, Cuba. – Quién le iba a decir a aquella avalancha de cubanos, que el 1ro. de enero de 1959, y después el día 8 del propio mes, con el arribo de Fidel Castro a La Habana, se lanzaron a las calles para festejar la caída del batistato, que muy pronto serían víctimas de una gran frustración. La revolución que se presentaba como un estandarte de libertad, no tardaría en convertirse en la dictadura más totalitaria y prolongada de nuestra historia.

Primero fueron los fusilamientos masivos, y sin un mínimo de garantías procesales, para los acusados de crímenes durante el gobierno de Fulgencio Batista. Hubo casos en que los encartados eran capturados en la mañana, enjuiciados al mediodía, y ya al atardecer eran cadáveres.

Poco tiempo después sobrevendría la sutil penetración comunista en puestos claves de un gobierno que en los días iniciales de enero había negado cualquier involucramiento con la doctrina marxista-leninista. Una situación que provocó la renuncia del primer presidente del gobierno revolucionario, Manuel Urrutia Lleó, y de otros ministros, además de la eliminación de dirigentes sindicales del propio Movimiento 26 de Julio, como David Salvador, que no simpatizaban con el comunismo. Al parecer, había prisa por entregar las riendas del movimiento obrero a Lázaro Peña y sus compinches del Partido Socialista Popular (comunista).

Al control político de la sociedad le siguió la dominación económica, cuando el gobierno expropió las principales empresas del país. Los anteriores dueños fueron sustituidos por improvisados administradores estatales que acabaron de destruir lo que quedaba de riqueza nacional. Una acción que culminaría hacia 1968 con la disparatada Ofensiva Revolucionaria. Un auténtico jaque mate a los vestigios de propiedad privada que aún existían en la nación.

No pasó mucho tiempo para que los nuevos césares optaran por adueñarse también de la mente de los ciudadanos. Todos los medios de prensa (escrita, radial y televisiva) pasaron a manos del gobierno. En lo adelante los jerarcas del régimen decidirían acerca de lo que el pueblo debía saber, o era menester que ignorara. Y para que ese mecanismo de censura llegara a las nuevas generaciones, fue nacionalizada la enseñanza. Pasaron a manos del Estado todas las escuelas, institutos educacionales y las universidades, incluyendo los centros de enseñanza religiosa.

Un tiempo después, los que habían criticado el acercamiento de Cuba a Washington, abandonaron el camino propio y cayeron de bruces en los brazos de Moscú. Un nuevo sometimiento que, entre otros desajustes, cobró la sangre de muchos de nuestros jóvenes. Porque, para apoyar la geopolítica del Kremlin, los cubanos pelearon y murieron en Angola, y lo peor, defendieron a un gobernante genocida en Etiopía, Mengistu Haile Mariam, por el simple hecho de haber sido el favorito de Moscú en el Cuerno de África.

Por supuesto que semejantes actitudes de desgobierno provocarían el descontento de la ciudadanía. En este caso representada por el gran éxodo que iría desangrando el tejido social de la nación. Unas salidas del país que se producirían por todas las vías posibles. Y que en el peor de los casos convertirían al estrecho de Florida en un inusual cementerio. Como colofón, la lamentable fractura y división de la familia cubana.

El ya citado control de la mente de los ciudadanos, que contaba entre sus herramientas con el monopolio gubernamental de la información, ha contribuido a la manipulación de la opinión pública nacional. Solo así la maquinaria del poder ha podido imponer una Constitución que otorga arbitrariamente a un partido político, por decreto, la rectoría política de la sociedad, además de colar un engendro jurídico que certifica la irreversibilidad del sistema político imperante. ¡Ironías de la vida! Los que siempre alabaron la dialéctica de Marx y Engels, son ahora los más antidialécticos del mundo.

Y ahora se aprestan a “rectificar”, en el más puro estilo de los bandazos de Fidel Castro, los errores que han propiciado la crisis en que se encuentra la sociedad cubana. Pero confían en la ayuda de Vladímir Putin. De algo tiene que servir que se ignore la opinión de la mayoría de la comunidad internacional, y afirmen que Ucrania y la “malvada” OTAN son las culpables de la guerra en Europa.

He aquí, en síntesis apretada, un recorrido de 65 años a través de la labor desarrollada por quienes detentan hoy el poder en la Isla. El cubano de a pie, claro está, nada tiene que celebrar este 1ro. de enero. Porque la frustración, evidentemente, no se festeja.

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Cuba, a 65 años de una gran frustración

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09.01.2024

LA HABANA, Cuba. – Quién le iba a decir a aquella avalancha de cubanos, que el 1ro. de enero de 1959, y después el día 8 del propio mes, con el arribo de Fidel Castro a La Habana, se lanzaron a las calles para festejar la caída del batistato, que muy pronto serían víctimas de una gran frustración. La revolución que se presentaba como un estandarte de libertad, no tardaría en convertirse en la dictadura más totalitaria y prolongada de nuestra historia.

Primero fueron los fusilamientos masivos, y sin un mínimo de garantías procesales, para los acusados de crímenes durante el gobierno de Fulgencio Batista. Hubo casos en que los encartados eran capturados en la mañana, enjuiciados al mediodía, y ya al atardecer eran cadáveres.

Poco tiempo después sobrevendría la sutil penetración comunista en puestos claves de un gobierno que en los días iniciales de enero había negado cualquier involucramiento con la doctrina marxista-leninista. Una situación que provocó la renuncia del primer presidente del gobierno revolucionario, Manuel Urrutia Lleó, y de otros ministros, además de la eliminación de dirigentes sindicales del propio Movimiento 26 de Julio, como David Salvador, que no simpatizaban con el........

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