LA HABANA, Cuba.- Este domingo 24 se celebró, en la República Argentina, el “Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia”. Se trata de un feriado consagrado a conmemorar el aniversario de la instauración (en 1976) de la última dictadura militar sufrida por el país hermano.

Con ese fin suelen celebrarse mítines multitudinarios, en los que se demanda el castigo por los “30.000 asesinados y desparecidos”, que serían el resultado del “genocidio de Estado”.

Desde las filas del flamante gobierno argentino, que acaba de rebasar los cien días en el poder, se han alzado voces que cuestionan aspectos fundamentales de la retórica que ha sido habitual escuchar durante la conmemoración. Entre esas voces se encuentran la del presidente Javier Milei, pero en especial, y de manera más activa, la de la vicepresidenta Victoria Villarruel.

Los objetores cuestionan la índole “genocida” de la represión, el carácter supuestamente unilateral de la violencia y la “cifra mágica” de las víctimas, que se ha solido fijar en la aludida cifra de “30.000”. En ese contexto, aquellos piden que haya “una memoria completa”. Desde el oficialismo se plantea que lo que hubo fue una “guerra” entre las fuerzas del orden al servicio de la dictadura y grupos terroristas que empleaban métodos violentos para impulsar la subversión. También consideran exagerada la cifra de las supuestas víctimas.

Se ha empleado el adjetivo de “sesgados” para calificar los sueltos que presentan como “asesinatos masivos de inocentes” las ejecuciones extrajudiciales perpetradas por los militares golpistas. Estos estaban muy lejos de ser unos santos, pero es cierto que tenían que enfrentar a un hatajo de subversivos de toda laya, quienes, guiados por sus ideas marxistas, castristas y guevaristas, perpetraban atentados personales y secuestros, colocaban bombas en sitios públicos y hasta atacaban las sucursales de empresas extranjeras.

Pero en este texto deseo centrarme en el asunto de las 30.000 supuestas víctimas. Lo hago, entre otras cosas, por las similitudes con otra situación análoga que confrontamos en nuestra Cuba y a la cual me referiré más adelante. Volviendo a la Argentina, deseo comenzar citando las declaraciones formuladas por Luis Labraña, quien fuera militante nada menos que de los Montoneros.

Este señor reconoció en público haber inventado la referida “cifra mágica”. Se justificó: “En política la mentira es lo normal”; y abundó: “era una mentira necesaria para que las Madres de la Plaza de Mayo pudieran solventar gastos y tener una casa propia”. (Hasta su invención, el número que manejaban las referidas damas era el de “4.800”…).

En este asunto ha intervenido Estela de Carlotto (quien, junto a la difunta Hebe de Bonafini, se las ha arreglado para transformar a la citada organización, de una respetable agrupación de mujeres consagradas al justísimo empeño de localizar a hijos y nietos arrancados de sus familias, en un club politiquero, ¡kirchnerista por más señas!).

La impresentable abuela ha reclamado una “ley contra el negacionismo” que prohíba impugnar los famosos “30.000”. ¡Es así como ellas “luchan por el derecho a la libre opinión y expresión”! Pero para qué buscar otros datos, ¡si hasta en la Cámara de Diputados federal cursa un Proyecto de Declaración que expresa “su más enérgico repudio a las expresiones vinculadas con la negación de los 30,000 desaparecidos”…!

En el extremo opuesto de Hispanoamérica —decía yo—, los cubanos confrontamos una situación similar. Se trata de otro número redondo: el de las supuestas muertes derivadas de la represión bajo el régimen autoritario de Fulgencio Batista.

En la isla antillana la cifra es algo menor (sólo “20.000”), aunque en términos relativos (comparándola con la población y la extensión del hermano país austral) sería aún mayor.

En este caso, las motivaciones fueron más pedestres que las invocadas por el señor Labraña. Se supo que, en este caso, la “cifra mágica” fue ideada por el señor Enrique de la Osa, quien a comienzos de 1959 se desempeñaba como jefe de redacción de la revista Bohemia, que por aquella época era no sólo la de mayor circulación en Cuba (algo que no llama tanto la atención), sino también la publicación extranjera más difundida en muchos otros países latinoamericanos.

Según ha narrado algún testigo del “acontecimiento”, la fabulación, que no perseguía otro objetivo que el de denigrar al fugitivo general Batista y a su régimen, fue fruto de una de las borracheras del personaje.

En medio de lo que amenazaba con convertirse en un coma etílico, De la Osa, principal responsable de la excelente sección “En Cuba” de la mencionada revista, parió la cifra, la cual fue acogida de inmediato en aquel popularísimo medio de prensa.

Los “20.000 muertos” sonaron como música celestial en los oídos del fundador de la dinastía castrista. También otros jefes de la guerrilla revolucionaria la acogieron gustosos. Es el caso, por ejemplo, del comandante Camilo Cienfuegos, quien, en inspirado discurso, convirtió las tumbas de ese número imponente de occisos en otros tantos puntos de peregrinación ante los cuales se recitarían los versos patrióticos, populares y facilones de Bonifacio Byrne: “Si deshecha en menudos pedazos…”.

Las impugnaciones de ese número establecido de modo tan arbitrario no han cesado de producirse. Así lo proclama, por ejemplo, un artículo de Armando M. Lago, publicado en Encuentro de Cuba en 2002, y lo hace desde su mismo título: “El fraude de los veinte mil muertos de Batista”. Como señala Enrique del Risco en HyperMedia, en el trabajo del prestigioso economista esa cifra “quedó reducida a una no menos monstruosa pero numéricamente más modesta de 1.816 muertes”.

Como solemos decir en lenguaje coloquial antillano: El “globo”, en Cuba, recibió más aire que en la Argentina. Por cierto, puedo comentar que, en el caso de los compatriotas nuestros caídos en Angola, el régimen de La Habana publicó hace años una lista de 2.106.

Es verdad que esta relación, en la que a menudo los nombres son sustituidos por simples iniciales, no es la forma más adecuada de honrar a quienes los castrocomunistas califican de “mártires internacionalistas”; pero al menos representa un intento de fundamentar el número de occisos que se ofrece.

Razón de más para que nos pasmemos de una obviedad: que, habiendo dispuesto para ello de más de 64 años, el régimen de La Habana no haya publicado una lista similar de los famosos “20.000 muertos de Batista”. Lo que nos ratifica en nuestro criterio: se trata de una cifra infundada e inventada.

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QOSHE - ¿Decenas de miles de muertos de las dictaduras en Argentina y Cuba? - René Gómez Manzano
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¿Decenas de miles de muertos de las dictaduras en Argentina y Cuba?

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27.03.2024

LA HABANA, Cuba.- Este domingo 24 se celebró, en la República Argentina, el “Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia”. Se trata de un feriado consagrado a conmemorar el aniversario de la instauración (en 1976) de la última dictadura militar sufrida por el país hermano.

Con ese fin suelen celebrarse mítines multitudinarios, en los que se demanda el castigo por los “30.000 asesinados y desparecidos”, que serían el resultado del “genocidio de Estado”.

Desde las filas del flamante gobierno argentino, que acaba de rebasar los cien días en el poder, se han alzado voces que cuestionan aspectos fundamentales de la retórica que ha sido habitual escuchar durante la conmemoración. Entre esas voces se encuentran la del presidente Javier Milei, pero en especial, y de manera más activa, la de la vicepresidenta Victoria Villarruel.

Los objetores cuestionan la índole “genocida” de la represión, el carácter supuestamente unilateral de la violencia y la “cifra mágica” de las víctimas, que se ha solido fijar en la aludida cifra de “30.000”. En ese contexto, aquellos piden que haya “una memoria completa”. Desde el oficialismo se plantea que lo que hubo fue una “guerra” entre las fuerzas del orden al servicio de la dictadura y grupos terroristas que empleaban métodos violentos para impulsar la subversión. También consideran exagerada la cifra de las supuestas víctimas.

Se ha empleado el adjetivo de “sesgados” para calificar los sueltos que presentan como “asesinatos masivos de inocentes” las ejecuciones extrajudiciales perpetradas por los militares golpistas. Estos estaban muy lejos de ser unos santos, pero es cierto que tenían que enfrentar a un hatajo........

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