LA HABANA, Cuba.- El título de un interesante reportaje de la colega Yadira Serrano, publicado este Viernes Santo en CubaNet, nos informa de una realidad impactante: El hambre es mayor en los campos de Cuba. Imagino que, al leer eso, se quedarán pasmados los despistados que, para su gran suerte, no han tenido que chocar con el “socialismo real” (y que por esa razón siguen deslumbrados por las bellezas que ellos creen ver en las teorías aparentemente seductoras y justicieras de Carlos Marx y sus secuaces).

Porque sí, lo que plantea Yadira es sorprendente e inesperado, pero no por ello es menos real. La colega se ha limitado a reflejar, en un trabajo periodístico objetivo y argumentado, las increíbles aberraciones que, de la mano de los teóricos y prácticos del castrocomunismo, viven en nuestra Isla los cubanos de a pie en general; pero, en este caso específico, quienes habitan en una zona rural de la provincia de Santiago de Cuba.

Se supone que, en tiempos de desabastecimiento y carestía, en los campos se sufran menos penurias que en los centros urbanos. En su gran novela El doctor Zhivago, por ejemplo, Boris Pasternak nos narra las vicisitudes de una familia que, cansada del hambre que padecía en Moscú a los pocos años de haberse enseñoreado los comunistas de la inmensa Rusia, emprende una trabajosísima travesía de semanas hacia los montes Urales.

Y conste que —insisto— la acción pasa en un país que ya ha caído bajo la férula de los bolcheviques. Entonces, que en la atormentada Cuba castrista un hipotético “regreso al campo” signifique no una mejoría como la experimentada por los personajes de Pasternak, sino sólo caer en el “hambre mayor” de la que habla la amiga Serrano, constituye una clara demostración de los abismos de irracionalidad e insania (por no llamarla por su nombre habitual de “locura”) en que ha caído nuestra Patria de la mano de los comunistas.

La colega de CubaNet, con brochazos certeros, nos ilumina facetas de la cruda realidad que se vive hoy en la atribulada Isla: por ejemplo, una mujer que plantea que “el hambre les ha tocado a la puerta”; pero —¡ojo!— ¡la autora habla no de una analfabeta o una incapacitada para trabajar; se refiere nada menos que a una “doctora”!… “Hace unos años era difícil”, comenta la facultativa, “pero se podía vivir más o menos”; “los campesinos cosechaban su poquito”…

“Pero ya eso cambió”, precisa. “No hay nada”; “ni animales se ven por los robos”… “Y los agricultores se han decepcionado porque el Estado no les paga”. Con esta última oración, se alude a uno de los más asombrosos frenesíes castristas: el mantenimiento a ultranza del llamado “Acopios”: una empresa estatal a la que los campesinos están obligados a entregarle el grueso de sus cosechas. Este hatajo de burócratas ineptos, prevaliéndose de su monopolio, deja que muchos de los productos se pudran en el campo, y cuando sí los recoge, les fija precios arbitrarios y bajos, pero, para colmo, ¡suele estar años sin pagarlos!…

El resto del reportaje es un catálogo documentado de la miseria y las calamidades que sufren los cubanos comunes y corrientes en esos sitios apartados del país. Pero el trabajo periodístico está ilustrado con una imagen que, como reza el refrán chino, “vale por mil palabras”. Se trata de la foto de un infeliz con trastornos mentales que “murió de hambre en La Maya”.

Salvo por su piel oscura y la falta de ropa, parecería una imagen obtenida en alguno de los campos de concentración nazis (o —¿por qué no decirlo!— soviéticos; ¡si en definitiva fue Stalin —y no Hitler— quien concibió e instauró esa “novedosa” forma de encarcelamiento!; ¡y si los involuntarios inquilinos de Vorkutá o el Taimir pasaban un hambre no menor que los de Auschwitz o Dachau!).

En el reportaje, una de las fuentes de la periodista aparece deslumbrada porque… ¡en la cabecera municipal, “dieron unas galletas dulces y 10 días de leche”! ¡“Me sorprendí”!, exclama la pobre mujer, y de inmediato se pregunta: “¿Por qué esa discriminación? ¿Acaso los niños del campo no merecen nada, no son importantes?”. Sí, por desgracia, en la Cuba hambreada por el castrocomunismo es natural que alguien se asombre por una simpleza como esa. Siempre he dicho que no hay cosa más difícil que repartir la miseria…

Pero las últimas interrogantes de la habitante del municipio de Songo-La Maya merecen una respuesta un poco más extensa. Es que hay que hacer uso de la capacidad de análisis para tratar de adentrarnos en los cerebros enfebrecidos de los obesos mayimbes castrocomunistas, cuya única preocupación es la de mantenerse en el poder, succionando la teta pública, ¡por el medio que sea!

En estos tiempos en que los cubanos, abandonando su pasividad de años pasados, han comprendido que tienen derecho a protestar, y lo han demostrado con sus actos, está claro que los jerarcas del partido único sienten miedo. Les aterroriza que una masa significativa de sus súbditos, gritando “¡libertad!” o “¡corriente y comida!” (que, como diría un talentoso músico, “no es lo mismo, pero es igual”) les deje el piso aún más horadado y resbaladizo de lo que está.

Pero está claro que un evento de ese tipo en La Habana resulta para ellos mucho más peligroso que, digamos, en Santiago de Cuba o Camagüey. Un sucedido que tenga lugar en estas ciudades, a su vez, los inquieta más que otro en una simple cabecera municipal… y así sucesivamente. ¿Qué dejaremos entonces para simples caseríos como los de Patrocinio y Ti-Arriba que se mencionan en el reportaje! ¡Claro que estos y sus similares serán la “última carta de la baraja” a la hora de repartir la miseria!

Si, en definitiva, los obesos mayimbes comunistas, con sus políticas absurdas y contraproducentes, han logrado que los campesinos siembren sólo “un poquito”, ¿qué de raro puede haber en que los puntos de campo, en medio de la miseria imperante, se estén muriendo literalmente de hambre! Nada, que hay que darle la razón al gran cómico Guillermo Álvarez Guedes cuando, con la gracia que lo caracterizaba, comentaba: “Señores, ¡qué clase de mierda es el comunismo!”.

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QOSHE - ¿Por qué en los campos de Cuba hay más hambre que en las ciudades? - René Gómez Manzano
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¿Por qué en los campos de Cuba hay más hambre que en las ciudades?

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31.03.2024

LA HABANA, Cuba.- El título de un interesante reportaje de la colega Yadira Serrano, publicado este Viernes Santo en CubaNet, nos informa de una realidad impactante: El hambre es mayor en los campos de Cuba. Imagino que, al leer eso, se quedarán pasmados los despistados que, para su gran suerte, no han tenido que chocar con el “socialismo real” (y que por esa razón siguen deslumbrados por las bellezas que ellos creen ver en las teorías aparentemente seductoras y justicieras de Carlos Marx y sus secuaces).

Porque sí, lo que plantea Yadira es sorprendente e inesperado, pero no por ello es menos real. La colega se ha limitado a reflejar, en un trabajo periodístico objetivo y argumentado, las increíbles aberraciones que, de la mano de los teóricos y prácticos del castrocomunismo, viven en nuestra Isla los cubanos de a pie en general; pero, en este caso específico, quienes habitan en una zona rural de la provincia de Santiago de Cuba.

Se supone que, en tiempos de desabastecimiento y carestía, en los campos se sufran menos penurias que en los centros urbanos. En su gran novela El doctor Zhivago, por ejemplo, Boris Pasternak nos narra las vicisitudes de una familia que, cansada del hambre que padecía en Moscú a los pocos años de haberse enseñoreado los comunistas de la inmensa Rusia, emprende una trabajosísima travesía de semanas hacia los montes Urales.

Y conste que —insisto— la acción pasa en un país que ya ha caído bajo la férula de los bolcheviques. Entonces, que en la atormentada Cuba castrista un hipotético “regreso al........

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