LA HABANA, Cuba. — Conocí personalmente a Víctor Manuel Rocha por 1996, en los tiempos en que se desempeñaba como segundo jefe de lo que entonces se conocía como Sección de Intereses estadounidense en Cuba. Ahora, decursado más de un cuarto de siglo, ese conocimiento personal adquiere nuevas connotaciones a la luz del arresto del personaje, acusado de haber espiado para el castrocomunismo durante unos cuarenta años.

Reconozco que el tema se prestaría para una crónica que aportase elementos sobre la personalidad del exfuncionario, colombiano de nacimiento. Estamos hablando de un hombre que traicionó a Estados Unidos, el país que no sólo le otorgó la ciudadanía, sino que también le concedió la honrosa y elevada condición de Embajador y lo encargó de representarlo, con ese carácter en tierras de Sudamérica.

Por desgracia, mis remembranzas de aquel vínculo lejano y fugaz son mínimas. Al circular la noticia de su detención y desenmascaramiento, recordé su apellido y su rostro, pero muy poco más. Recuerdo haber coincidido con él en un par de ocasiones, a lo sumo. En esas condiciones, un elemental deber profesional me impide tratar de adicionar los pocos datos que guarda mi memoria con especulaciones o anécdotas sacadas de la imaginación.

Pero esas circunstancias personales no me deben impedir —creo— analizar el caso ni tratar de profundizar en las circunstancias que lo rodean. Sobre todo si tenemos en cuenta su extraordinaria relevancia, al tratarse, como declaró sin rodeos el señor Merrick B. Garland, fiscal general del gran país del norte, de “una de las infiltraciones más amplias y prolongadas en el Gobierno de Estados Unidos por parte de un agente extranjero”.

Frente al silencio sepulcral que ha guardado ante este asunto la llamada “prensa” castrista, resulta natural que la de verdad (la independiente) le haya prestado gran atención. Este mismo diario digital, por ejemplo, informó el 7 de diciembre sobre la jurista que asumirá la nada fácil tarea de defender al exdiplomático de las 15 acusaciones que se le formulan e intentar que no le impongan los decenios de cárcel que pide para él la Fiscalía (y que, dada su edad —73 años—, representan para él una virtual cadena perpetua). Se trata de Jacqueline Arango, del bufete Akerman, de Miami.

Por su parte, Diario de Cuba, este mismo jueves 7, al publicar un trabajo periodístico elaborado en Madrid por el colega José Luis Reyes, lanza en su titular al régimen castrocomunista una pregunta tajante que alguien pudiera tal vez catalogar como capciosa: “¿Por qué La Habana no condena enérgicamente la acusación de EE. UU. contra el exespía Víctor Rocha?”.

El órgano de prensa hace un recorrido por los perfiles en redes sociales de altos funcionarios del régimen. En sus posts, esos mayimbes abordan los temas más disímiles: Gaza, el Día de la Medicina Latinoamericana ¡y hasta la declaración del bolero como parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad! Pero no escriben ni media palabra sobre la noticia mencionada, la más importante que se relaciona directamente con Cuba.

El diario hace hincapié en un contrasentido esencial: “Horas antes de que se hiciera público el arresto de Rocha, casi todos los antes mencionados se rasgaban las vestiduras por la inclusión por un año más del régimen cubano en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo de EE.UU.”. También recuerda el caso análogo de la espía puertorriqueña Ana Belén Montes, de quien no se hizo mención en Cuba hasta enero de este año, tras cumplir más de cuatro lustros de merecida prisión.

Sin embargo, hay en este asunto de la detención de Rocha un aspecto que me parece importante, pero que no he visto resaltado en ninguno de los trabajos de prensa que he leído sobre el particular: es el caso que, según ha trascendido, el espía trabajó en el servicio exterior entre 1981 y 2002; más tarde, en el período 2006-2012, se desempeñó como Asesor del Jefe del Comando Sur del Ejército Estadounidense, cuya área de responsabilidad incluye a Cuba.

Sin embargo, el primer contacto que estableció con él un agente encubierto del FBI que se hizo pasar por emisario del servicio de inteligencia castrista se produjo sólo un decenio más tarde: en 2022. Entonces, es lógico pensar que el desenmascaramiento de Rocha no se debió a la detección, por la contrainteligencia norteamericana, de una filtración de información clasificada que haya despertado dudas razonables sobre su correcto desempeño en el cargo.

Confieso ser un lego en esta materia, pero en base a la información divulgada hasta el momento, me parece razonable suponer que el “destape” haya podido deberse a un “pitazo” proveniente de La Habana… Y no cabe dudar que eso sea cierto: ¡Si en medio de la situación catastrófica que vive Cuba hoy las defecciones de todo tipo se han convertido en el pan nuestro de cada día!

Cuando una delegación de esta Gran Antilla, deportiva o de otro tipo, sale del país, es rarísimo que uno o varios de sus integrantes no aprovechen la ocasión para “desertar”. Hace unas horas, la prensa independiente ha revelado que Misael Enamorado Dager, ¡otrora nada menos que primer secretario del partido único en la provincia de Santiago de Cuba, está radicado en la ciudad norteamericana de Houston, Texas!

Es que el sistema castrista es un cuerpo gravemente enfermo que, por añadidura, se encuentra en fase terminal. ¿Entonces por qué habría de extrañarnos que haya traiciones de toda clase en el seno del funcionariado del régimen! ¿Y por qué las personas con acceso de algún tipo a datos de inteligencia habrían de ser la excepción! ¡Si se trata de los de los individuos menos desinformados que hay en el seno del régimen!

Entonces, cabe barruntar que, en el momento en que escribo estas líneas, haya grandes correcorres en el seno de la comunidad del espionaje y el contraespionaje castrista. ¡Y también entre los Rochas y las Montes que pueda haber por estos mundos de Dios, y que no hayan sido descubiertos… todavía!

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El caso Víctor Manuel Rocha visto desde La Habana

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11.12.2023

LA HABANA, Cuba. — Conocí personalmente a Víctor Manuel Rocha por 1996, en los tiempos en que se desempeñaba como segundo jefe de lo que entonces se conocía como Sección de Intereses estadounidense en Cuba. Ahora, decursado más de un cuarto de siglo, ese conocimiento personal adquiere nuevas connotaciones a la luz del arresto del personaje, acusado de haber espiado para el castrocomunismo durante unos cuarenta años.

Reconozco que el tema se prestaría para una crónica que aportase elementos sobre la personalidad del exfuncionario, colombiano de nacimiento. Estamos hablando de un hombre que traicionó a Estados Unidos, el país que no sólo le otorgó la ciudadanía, sino que también le concedió la honrosa y elevada condición de Embajador y lo encargó de representarlo, con ese carácter en tierras de Sudamérica.

Por desgracia, mis remembranzas de aquel vínculo lejano y fugaz son mínimas. Al circular la noticia de su detención y desenmascaramiento, recordé su apellido y su rostro, pero muy poco más. Recuerdo haber coincidido con él en un par de ocasiones, a lo sumo. En esas condiciones, un elemental deber profesional me impide tratar de adicionar los pocos datos que guarda mi memoria con especulaciones o anécdotas sacadas de la imaginación.

Pero esas circunstancias personales no me deben impedir —creo— analizar el caso ni tratar de profundizar en las circunstancias que lo rodean. Sobre todo si tenemos en cuenta su extraordinaria relevancia, al tratarse, como declaró sin rodeos el señor Merrick B. Garland, fiscal general del gran país del norte, de “una de las........

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