LA HABANA, Cuba.- En los últimos días, la atención de la opinión pública internacional se ha centrado en sucesos relacionados íntimamente con una institución del Derecho Internacional. Se trata de la única que, por su génesis, merece sin dudas el calificativo de “latinoamericana”. Me estoy refiriendo a la del asilo diplomático.

En la historia secular que han vivido nuestros países tras el logro de su independencia, los golpes de estado, los disturbios de diverso tipo y los cambios violentos de gobierno han representado cualquier cosa menos una excepción. Esa trayectoria convulsa propició el surgimiento primero, y después la consolidación y el reconocimiento jurídico, del asilo en sedes diplomáticas.

Con una curiosidad: cuanto más tiránico, corrupto y asesino era un dictador, tanto mayor solía ser el celo con el cual él reconocía y amparaba la referida institución cuando a ella se acogían sus adversarios políticos. En definitiva, no estaba haciendo otra cosa que curarse en salud al salvaguardar la vía que, llegado el momento, él mismo habría de emplear cuando le llegara el turno de ser apartado del poder y convertirse en fugitivo de autoridades nuevas…

Durante un par de siglos ya, los latinoamericanos que huyen de un poder victorioso han recibido asilo en las embajadas de otros países de nuestro subcontinente. Una vez informado de una decisión de ese tipo el correspondiente ministerio de Relaciones Exteriores, lo usual ha sido que se otorgue el correspondiente salvoconducto a favor del fugitivo y que este, bajo esa protección, pueda marcharse al extranjero.

Una excepción, muy comentada en su tiempo, fue la del peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador y líder de una agrupación turbulenta que adoptó el pretencioso nombre de Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Una noche, el revoltoso perseguido fue acogido en la sede diplomática de Colombia en Lima, pero el gobierno del dictador peruano Manuel Odría se negó a otorgarle salvoconducto, por lo que Haya permaneció siendo huésped de los diplomáticos colombianos durante la friolera de cinco años.

Más larga, aunque menos publicitada, fue la estancia del argentino Juan Manuel Abad en la Embajada Mexicana en Buenos Aires (siete años).

En el enfrentamiento actual ha intervenido el mismo México, pero ahora con el Ecuador. El primer país acogió, en su Embajada en Quito, a Jorge Glas, quien se desempeñó como vicepresidente del Ecuador hasta enero de 2018. Fue uno más de los políticos latinoamericanos que se vio vinculado al turbio asunto de los sobornos repartidos por Odebrecht.

Ya sabemos que, cuando los cohechadores del pulpo brasileño reconocen haber hecho dádivas a políticos de derechas, sus declaraciones son reconocidas como la prueba irrefutable de la corrupción del gobierno del que se trate. Pero cuando son de izquierdas no… En estos casos se habla de “persecución política” y “lawfare”… ¡Y como Glas es zurdísimo!…

Después ha resultado que lo de Odebrecht ha sido sólo la “punta del iceberg”. Con posterioridad, el vicepresidente de Rafael Correa ha figurado de lleno en otros escándalos de corrupción, como el llamado “caso Arroz Verde” y el conocido por un campo petrolero adjudicado al mejor postor, el cual tiene un nombre que a los hispanoparlantes nos resulta curiosísimo y sorprendente: “Singue”.

Es ese el personaje al que otro connotado izquierdista de Nuestra América, el presidente mexicano Andrés López Obrador, ordenó acoger en la sede diplomática azteca de Quito, cuando faltaban literalmente unas horas para que Glas volviese a ingresar en prisión para extinguir los años de prisión que aún adeudaba. El actual jefe de estado ecuatoriano, Daniel Noboa, no quiso transigir con eso que consideraba una ilegalidad.

O sea: que el actual inquilino del quiteño Palacio de Carondelet no quiso darle al prófugo la posibilidad de aburrirse de la hospitalidad mexicana (como le pasó con la brindada por los colombianos a Haya de la Torre). Por el contrario, dispuso que el fugitivo fuese extraído de la sede diplomática manu militari. Ahora, este hecho ha dado lugar a la ruptura de relaciones entre los dos países involucrados.

A raíz de ese sucedido, numerosas voces se han alzado para denunciar el referido asalto como una grosera violación del derecho de asilo diplomático. Y hay que reconocer que no les falta razón, pues ese acto de fuerza tiene todos los visos de una gran ilegalidad. Sin embargo, son pocos los que señalan que México, al otorgar el asilo a un prófugo de la justicia ejecutoriamente sancionado, estaba perpetrando también otro acto ilícito.

Es el caso que la Convención sobre Asilo Diplomático, de la que ambos países (al igual que la generalidad de Hispanoamérica) son partes, plantea que los beneficios contemplados en ese tratado internacional no deben ser concedidos a personas que enfrenten procesos judiciales por la presunta comisión de delitos comunes (como lo son, pese a las protestas de AMLO y otros izquierdistas, los relacionados con el cohecho y el peculado).

Con motivo de la condena que muchos han hecho de la actuación que desplegaron en este caso las autoridades ecuatorianas, algunos han estimado pertinente recordar las acciones que el régimen castrista ha perpetrado en distintas sedes diplomáticas acreditadas en La Habana. Es el caso de un documentadísimo trabajo publicado este martes, aquí mismo en CubaNet, por el colega Luis Cino.

En particular, con respecto a la irrupción violenta que en febrero de 1981 escenificaron las tropas especiales castristas en la Embajada del Ecuador en La Habana, conviene reconocer un aspecto importante: Más allá de las contradicciones que se observan entre las declaraciones formuladas por las autoridades de la Isla y las del país sudamericano (cuestión que Cino señala con la maestría que lo caracteriza), el hecho cierto es que las personas que penetraron en esa sede diplomática tomaron como rehenes a varios de los funcionarios de esta última.

Para terminar, no puedo dejar de señalar la postura adoptada en este asunto por el dictador nicaragüense Daniel Ortega. Se trata de un sujeto que suele dar frecuentes muestras de un gran despiste. Así sucedió, por ejemplo, en 2008, al convertirse en el único gobernante del mundo que reconoció la llamada “independencia de Osetia del Sur”, parte del territorio georgiano invadido por tropas de Rusia. Ahora, de nuevo, Ortega “se compra” un lío que no es de él ni de su país… ¡y también rompió relaciones diplomáticas con Ecuador!

Me asalta una curiosidad: ¿Qué hará el dictador centroamericano cuando México y Ecuador se arreglen (como suele suceder, sobre todo después que haya un cambio de gobierno en alguno de los dos países)!

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QOSHE - El conflicto diplomático entre Ecuador y México - René Gómez Manzano
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El conflicto diplomático entre Ecuador y México

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13.04.2024

LA HABANA, Cuba.- En los últimos días, la atención de la opinión pública internacional se ha centrado en sucesos relacionados íntimamente con una institución del Derecho Internacional. Se trata de la única que, por su génesis, merece sin dudas el calificativo de “latinoamericana”. Me estoy refiriendo a la del asilo diplomático.

En la historia secular que han vivido nuestros países tras el logro de su independencia, los golpes de estado, los disturbios de diverso tipo y los cambios violentos de gobierno han representado cualquier cosa menos una excepción. Esa trayectoria convulsa propició el surgimiento primero, y después la consolidación y el reconocimiento jurídico, del asilo en sedes diplomáticas.

Con una curiosidad: cuanto más tiránico, corrupto y asesino era un dictador, tanto mayor solía ser el celo con el cual él reconocía y amparaba la referida institución cuando a ella se acogían sus adversarios políticos. En definitiva, no estaba haciendo otra cosa que curarse en salud al salvaguardar la vía que, llegado el momento, él mismo habría de emplear cuando le llegara el turno de ser apartado del poder y convertirse en fugitivo de autoridades nuevas…

Durante un par de siglos ya, los latinoamericanos que huyen de un poder victorioso han recibido asilo en las embajadas de otros países de nuestro subcontinente. Una vez informado de una decisión de ese tipo el correspondiente ministerio de Relaciones Exteriores, lo usual ha sido que se otorgue el correspondiente salvoconducto a favor del fugitivo y que este, bajo esa protección, pueda marcharse al extranjero.

Una excepción, muy comentada en su tiempo, fue la del peruano Víctor Raúl Haya de la Torre,........

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