LA HABANA, Cuba.- Este jueves 16 de noviembre, una semana antes de cumplirse los cuatro meses de las elecciones generales españolas del pasado 23 de julio, el Congreso de los Diputados invistió finalmente a uno de sus integrantes como Presidente del Gobierno. El agraciado fue el mismo jefe en funciones, el socialista Pedro Sánchez, quien alcanzó el éxito en la primera votación, al recibir el apoyo de la mayoría absoluta de los congresistas (179 de 350).

Son situaciones que a veces se dan en países de régimen parlamentario cuando la fuerza política que recibe más votos (pero sin alcanzar la mayoría absoluta) no obtiene el respaldo legislativo. En tales casos, puede suceder lo que ahora en España: el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que obtuvo un tercio de millón de votos menos que el Partido Popular (PP), ha tenido éxito en formar gobierno; mientras que Alberto Núñez Feijóo, líder de esta última agrupación, cosechó un fracaso.

Es por esta razón que, en lo personal (y puesto a escoger entre un sistema parlamentario y otro presidencialista), prefiero esta última opción, en especial cuando, si ninguna de las fuerzas políticas en disputa alcanza la mayoría absoluta de los sufragios, se celebra una segunda vuelta entre las dos más votadas. De ese modo es el pueblo, el soberano, el que decide entre ambas. Es lo que sucedió hace unas semanas en Ecuador, o pasará el próximo domingo en la fraterna Argentina.

Pero está claro que los constituyentistas españoles de 1978, de acuerdo con las tradiciones predominantes en Europa (que son las mismas que han imperado en España en sus etapas democráticas), optaron por el sistema parlamentario. Y por supuesto que resulta ineludible respetar la decisión tomada con ese fin por los ciudadanos de nuestra Madre Patria.

En ese sentido, el hecho mismo que analizamos (la investidura de Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno por tercera vez consecutiva) es inobjetable desde el punto de vista de su legitimidad democrática. Y eso, aunque la coalición antinatural, si no monstruosa, que le ha permitido esta vez alcanzar la mayoría absoluta, haya sido bautizada con acierto en las páginas del prestigioso diario ABC como “mayoría Frankenstein”.

Porque el hecho cierto es que la heterogeneidad de ideas políticas es lo que predomina entre los 179 que votaron por el líder del PSOE. Aquí se hace necesario distinguir entre dos grupos de fuerzas diferentes: Por una parte, el partido recién mencionado (uno de los principales de la España postfranquista) y los veintitantos reunidos en la coalición Sumar. Y, por la otra parte, varios movimientos nacionalistas de carácter local.

Las dos primeras fuerzas políticas mencionadas en el párrafo precedente tienen alcance nacional, y cuentan entre ambas con las afinidades y complicidades que se derivan del declarado carácter izquierdista de una y otra. De hecho, ambas integraron la coalición que gobernó España desde enero de 2020. En el actual Congreso, ellas cuentan con 121 y 31 diputados, respectivamente.

Para lograr la investidura de este jueves, Pedro Sánchez se alió con diversos movimientos nacionalistas, de carácter puramente local y agendas secesionistas. Cada uno de ellos cuenta con un número reducido de diputados. A excepción de Esquerra Republicana Catalana (que, como su mismo nombre lo indica, se declara de izquierdas), se trata de partidos que poseen programas que no pueden conceptuarse como de esa misma tendencia.

La bancada que cada uno posee es esmirriada (todas juntas sólo cuentan 27 congresistas), pero sumándolos a los 152 de los dos socios mayoritarios de alcance nacional, lograron superar entre todos la barrera de los 176 diputados que constituyen la mayoría absoluta.

El problema radica en las concesiones que hizo el señor Sánchez para lograr que ese baturrillo de partiditos regionalistas le prestara sus votos. En esto lo más comentado ha sido su disposición a otorgar una amnistía a los nacionalistas catalanes implicados en la intentona de celebrar un referendo espurio, en el cual los votantes de su comunidad autónoma decidirían si Cataluña seguiría siendo parte de España o se haría un país independiente.

El ratificado presidente ha defendido la amnistía. La ha descrito como “la vía del diálogo, el perdón y el entendimiento”; y añadió: “toca hacer de la necesidad virtud, por motivos de interés general”. Por decir, llegó a afirmar que esa medida “será buena para la economía del país”. El problema radica en lo que hay detrás de esa decisión, que ahora él pretende presentar envuelta en la bondad y la concordia.

En el caso de los independentistas catalanes, es cierto que esa medida podría constituir una vía para salir del impasse actual; máxime cuando los actos ilícitos que ellos realizaron fueron de carácter no violento. Pero todo indica que las razones ofrecidas por Sánchez parecen esconder una realidad mucho más turbia: Resulta difícil no pensar en que el “diálogo” del cual habla esconde la compra de los votos catalanes para alcanzar la ansiada investidura y permanecer adherido al poder durante otro cuatrienio.

Es eso (y no las supuestas “nostalgias franquistas” sobre las cuales miente la Televisión Cubana) lo que ha llenado las calles de españoles indignados. Estos consideran que el líder del PSOE ha obtenido el apoyo de los separatistas a costa de concesiones inconfesables, que nada bueno auguran para el futuro de ese gran país ni para su unidad.

En cualquier caso, habrá que ver cómo se desarrollarán las actividades de la actual legislatura del Congreso de los Diputados español. De momento, Sánchez se salió con la suya al obtener el apoyo de los regionalistas. Pero cabe dudar que ese respaldo se mantenga (a menos, claro, que él continúe por la senda de otorgarles más y más concesiones). Si, en definitiva, pierde ese sostén, parece dudoso que pueda mantenerse en el poder otros cuatro años con el respaldo de los 152 diputados izquierdistas frente a los 170 del PP y Vox.

En estos sucesos no faltó la nota jocosa. Isabel Díaz Ayuso, destacada lideresa del PP y presidente de la Comunidad de Madrid fue filmada mientras musitaba algo relativo a Pedro Sánchez. Los lectores de labios convocados de modo urgente identificaron la frase como “hijo de puta”. Desde las filas del Partido Popular se argumentó que lo comentado por doña Isabel era “Me gusta la fruta”.

Cualquiera que sea la opinión del lector sobre ese incidente, lo cierto es que en el seno del PP se ha puesto de moda enviarse imágenes de cestas de frutas a modo de saludo. Esperemos que también en nuestra Cuba, en un futuro no lejano, las discrepancias políticas puedan saldarse con alusiones frutales, y no con la persecución y la cárcel, como hacen ahora los castrocomunistas con quienes se les enfrentan.

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QOSHE - España: Investidura con amnistía y frutas - René Gómez Manzano
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España: Investidura con amnistía y frutas

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19.11.2023

LA HABANA, Cuba.- Este jueves 16 de noviembre, una semana antes de cumplirse los cuatro meses de las elecciones generales españolas del pasado 23 de julio, el Congreso de los Diputados invistió finalmente a uno de sus integrantes como Presidente del Gobierno. El agraciado fue el mismo jefe en funciones, el socialista Pedro Sánchez, quien alcanzó el éxito en la primera votación, al recibir el apoyo de la mayoría absoluta de los congresistas (179 de 350).

Son situaciones que a veces se dan en países de régimen parlamentario cuando la fuerza política que recibe más votos (pero sin alcanzar la mayoría absoluta) no obtiene el respaldo legislativo. En tales casos, puede suceder lo que ahora en España: el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que obtuvo un tercio de millón de votos menos que el Partido Popular (PP), ha tenido éxito en formar gobierno; mientras que Alberto Núñez Feijóo, líder de esta última agrupación, cosechó un fracaso.

Es por esta razón que, en lo personal (y puesto a escoger entre un sistema parlamentario y otro presidencialista), prefiero esta última opción, en especial cuando, si ninguna de las fuerzas políticas en disputa alcanza la mayoría absoluta de los sufragios, se celebra una segunda vuelta entre las dos más votadas. De ese modo es el pueblo, el soberano, el que decide entre ambas. Es lo que sucedió hace unas semanas en Ecuador, o pasará el próximo domingo en la fraterna Argentina.

Pero está claro que los constituyentistas españoles de 1978, de acuerdo con las tradiciones predominantes en Europa (que son las mismas que han imperado en España en sus etapas democráticas), optaron por el sistema parlamentario. Y por supuesto que resulta ineludible respetar la decisión tomada con ese fin por los ciudadanos de nuestra Madre Patria.

En ese sentido, el........

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