No veo la sentencia del titular como motivo de alegría. De hecho, creo que la pendiente por la que se desploma el proyecto nacional español es muy peligrosa. La derecha acaba de admitir públicamente que su único modo de actualizar y apuntalar un modelo institucional estatal inmaduro pese a sus 45 años de democracia recién cumplidos es recortando libertades .

La desautorización del sistema de representación que emana de las urnas es constante porque, sencillamente, a los partidos de la derecha nacionalista española -PP y Vox- no les permite gobernar de manera incontestable el 45,65% de votos obtenido por separado, cuando esa representación concentrada en unas solas siglas ha sido sinónimo de mayoría absoluta en el pasado.

En la persecución del poder se instrumentaliza la democracia y el modelo de convivencia. ¿Cómo evitar que la mayoría de la investidura de Sánchez -50,6% del voto- se reproduzca en el futuro? Ilegalizando a una parte de la misma. De ahí la propuesta del PP, que es una rendición de España como propuesta de adhesión. Ilegalizar a los partidos que convoquen referendos como el del 1-O en Catalunya y sancionar penalmente la “deslealtad constitucional”, concepto terrorífico en su señalamiento de los malos españoles. Señalar al disidente ha sido históricamente el primer paso antes de aniquilarlo.

El PP renuncia a cohesionar su proyecto nacional con eficiencia, reconocimiento y respeto y opta por imponerlo con la persecución de las ideas políticas en los tribunales y mediante la legislación

El PP renuncia a cohesionar su proyecto nacional con eficiencia, reconocimiento y respeto y opta por imponerlo con la persecución de las ideas políticas ajenas en los tribunales y mediante la legislación expresamente diseñada para inhabilitar a sus representantes. El lawfare cuya mención irrita a la clase judicial. Sin cohesión social, sin equilibrio económico, sin corresponsabilidad fiscal y apostando por la recentralización desde un falso señuelo de igualdad y libertad que administra su epicentro en Madrid con el sucursalismo obediente que enfrenta periferias entre sí. Vascos y catalanes, culpables de los problemas de andaluces, manchegos, aragoneses... Un proyecto de ira, desconfianza y fracaso del que apetece huir.