Desde que escribo esta columna intento, cuando llega el cambio de año, aportar algunas lecturas positivas. Esta vez me cuesta más.

El panorama internacional es desolador. Tenemos en Gaza una de las crisis humanitarias más trágicas y sangrientas de las últimas décadas, quizá la más dolorosa por planificada y por evitable. La guerra en Ucrania continúa con las incansables operaciones rusas de ataque a objetivos civiles y de contumacia en la invasión, mientras el mundo, cansado, pierde interés por la suerte de la víctima frente al agresor. Si miramos a Irán parece difícil encontrar algo esperanzador que decir.

En España el sobrecalentamiento creciente y artificioso como medio de lucha política ha llevado a los partidos, a los medios de comunicación y a la sociedad a una polarización tan extrema que resulta difícilmente sostenible. La evidencia de que el país y sus instituciones funcionan desmiente la representación de galería de los horrores que muchos están empeñados en pintar con fines descaradamente partidistas.

Tras meses de ser bombardeado con mensajes de que España se rompe y se hunde, que se convierte en una república bananera, que estamos en una situación de emergencia democrática, el ciudadano, a pesar de estar artificiosamente indignado y agresivo, va a al banco a actualizar su libreta, hace sus compras para las celebraciones navideñas, toma el metro, se toma un cortado y pasea por sus calles saludando al camarero y a la panadera con amabilidad, sin que las barricadas, las restricciones, los racionamientos o la policía política se crucen en su vida. Les habían dicho que Europa estaba escandalizada y presta a dar un golpe de mano para salvar el país, pero día tras día comprueba que España mejora su prestigio y alcanza cuotas de representación e influencia mayores que las que tuvo el anterior gobierno. El drama recalentado era una sobreactuación que nadie se creyó y que toca desinflar.

En términos globales debemos hacer un esfuerzo mayor por identificar claves positivas. Quizá, dicen algunos, tras unos meses de tensión entre las dos grandes potencias, podemos observar cierta estabilidad entre China y los Estados Unidos. Si fuera cierto, no sería poco. Quizá la India, apuntan otros, tras meses de coqueteos extraños, parece más dispuesta a servir de puente entre unos y otros. Si fuera cierto, no sería poco. La Unión Europea, tras sufrir las pruebas más complicadas de su historia, parece que se consolida como actor con poderes. Si fuera cierto, no sería poco.

Más allá de las necesarias lecturas geopolíticas caben otras. La pandemia trajo consigo una mortalidad que hizo, por primera vez en decenios, bajar la esperanza media global de vida al nacer. En la prepandemia la esperanza de vida media para ambos sexos en el mundo rozó los 73 años y en tres años bajó hasta los 71. Pero el mundo recupera la dinámica positiva y hoy se superan los 73,3. En solo 20 años, que incluyen los dificilísimos años de pandemia, hemos subido 6 años de esperanza de vida. África sigue por debajo de la media, pero la esperanza de vida saludable ha aumentado en esos 20 años el doble que la media mundial.

En 1990 el porcentaje de niños sin acceso a la educación primaria era el doble que el actual. La diferencia entre niños y niñas en secundaria era de un 20% a favor de los primeros: hoy no hay diferencia. El número de universitarios era un 20% superior al de universitarias: hoy hay un número superior de universitarias.

En 1950 la esperanza de vida mundial estaba en los 46,5 años. Si nos importa la vida, tenemos 27 años más de media para disfrutarla. Si nos importa la educación, tenemos datos para la esperanza. Si nos importa la igualdad, será grato saber que los mayores aumentos se dan en los países que peores situaciones sufrían. Si nos importa la justicia, tenemos más años para construirla. No sé si 2024 será mejor o peor, pero es el que nos toca para hacerlo mejor cada uno en su ámbito de responsabilidad. Buena suerte. Feliz año.

QOSHE - Buena suerte con el 2024 - Mikel Mancisidor
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Buena suerte con el 2024

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31.12.2023

Desde que escribo esta columna intento, cuando llega el cambio de año, aportar algunas lecturas positivas. Esta vez me cuesta más.

El panorama internacional es desolador. Tenemos en Gaza una de las crisis humanitarias más trágicas y sangrientas de las últimas décadas, quizá la más dolorosa por planificada y por evitable. La guerra en Ucrania continúa con las incansables operaciones rusas de ataque a objetivos civiles y de contumacia en la invasión, mientras el mundo, cansado, pierde interés por la suerte de la víctima frente al agresor. Si miramos a Irán parece difícil encontrar algo esperanzador que decir.

En España el sobrecalentamiento creciente y artificioso como medio de lucha política ha llevado a los partidos, a los medios de comunicación y a la sociedad a una polarización tan extrema que resulta difícilmente sostenible. La evidencia de que el país y sus instituciones funcionan desmiente la representación de galería de los horrores que muchos están empeñados en........

© Deia


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