Afinales del siglo XIX, ante la demanda de obras de arte generada por el fenómeno de la burguesía adinerada, con aspiraciones sociales e ínfulas de grandeza, surge la figura del marchante. Se trata de un vendedor nómada, que compra al artista y vende al coleccionista, allá donde se encuentren ambos. Aparece así, de forma nueva, como un fenómeno generalizado dentro de la sociedad moderna, esta figura del intermediario. La amplitud y crecimiento de esta nueva forma de comercio del arte demanda miles y miles de obras por toda Europa. Una clientela cada vez mayor en número necesita montones de nuevas obras y nuevos artistas para satisfacer su ansia coleccionista. Ello favorece, como ya apuntaron Nietzsche y Wagner, la proliferación de obras cada vez más insustanciales, sin penetración poética o dramática, dotadas al principio aún de una bella concepción y ejecución, de una calidad estética digna, pero que con el tiempo irá degenerando a productos cada vez más endebles, inasumibles por las mentes inteligentes o preclaras. En el contexto de esta nueva decadencia, para no perder ventas y seguir abasteciendo al fenómeno coleccionista burgués, muchos marchantes de prestigio consolidado echan mano de autores rechazados por los salones oficiales, artistas perdedores o fracasados a priori. Muchos de estos artistas habían sido despreciados por su ínfima calidad la mayoría de las veces, pero otros lo fueron por la novedad de sus propuestas, incomprendidas o tomadas por estafas en los jurados de los certámenes. Para entonces, el prestigio de muchos marchantes entre sus compradores era superior al de los artistas que representaban; el coleccionista, en un acto de fe ciega por su marchante, compraba lo que éste le indicaba sin vacilar. Este momento histórico permitió a ciertos autores incomprendidos y excluidos en un principio por los salones oficiales, despegar a partir de cierto momento e ir ganando prestigio a la sombra del gran marchante que los representaba. Los primeros impresionistas, los postimpresionistas y algunos artistas interesantes de las primeras vanguardias del siglo XX pudieron subsistir e ir ascendiendo gradualmente gracias a estos nuevos contextos comerciales. Pero este sistema sirvió igualmente de coladero para miles de obras y cientos de autores abiertamente malos, que inauguraron un nuevo tiempo de feroz subjetividad estética para poder legitimarse y sobrevivir. Un tiempo que, en cierta manera, perdura aún hoy en la escena institucional del arte, acrecentado y más degenerado aún.

QOSHE - Vendedores de arte - Andrés García Ibáñez
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Vendedores de arte

18 0
14.12.2023

Afinales del siglo XIX, ante la demanda de obras de arte generada por el fenómeno de la burguesía adinerada, con aspiraciones sociales e ínfulas de grandeza, surge la figura del marchante. Se trata de un vendedor nómada, que compra al artista y vende al coleccionista, allá donde se encuentren ambos. Aparece así, de forma nueva, como un fenómeno generalizado dentro de la sociedad moderna, esta figura del intermediario. La amplitud y crecimiento de esta nueva forma de comercio del arte demanda miles y miles de obras por toda Europa. Una clientela cada vez mayor en número necesita montones de nuevas obras y nuevos artistas........

© Diario de Almería


Get it on Google Play