No es casual que con las primeras imágenes del cine se les rompiera el corazón a los almerienses y aquellas primeras noches brincaran el amor frente a la pantalla, donde se intercambiaban sentimientos mezclados con esa confusión que solo sucede dentro y fuera de la pantalla. Si en algo cambió la gente de hace más de cien años fue gracias al consumo de pantallas blancas en el corazón de Almería, como hoy es el consumo de pantallas planas que son ya el ADN del patriotismo rancio de muchos jóvenes enganchados a pantallas revestidas de la nueva piel del fascismo que, con los triglicéridos de caballos salvajes, intentan cambiar el rumbo político de un país.

El cine en Almería fue una realidad que comenzó un húmedo mes de noviembre de hace ciento veinte años gracias al talento del gergaleño Victoriano Lucas, injustamente olvidado, fotógrafo en sus ratos libres, delineante en Obras Públicas y primer realizador almeriense que documentó sobre esta ciudad y sus gentes. Aquella capital rural pero no rústica y atrasada de 1923, como el reloj de la catedral, no daba las horas en el concierto nacional porque estaba sometida a las restricciones políticas del momento, al fuerte integrismo religioso local y, en especial, por ser una ciudad sitiada geográficamente, no disponía del sustrato adecuado para generar una oferta cultural variada absorbible por el público, pero tenía una burguesía emprendedora, cuyo parecido familiar es asombroso a la actual, que trajo el cine antes que a muchas otras capitales.

Con las proyecciones del cine francés aprendieron a vestirse a la usanza europea, establecer nuevos estándares de belleza y llevar el pelo corto, a lo “garçon”, y con las cintas americanas los almerienses desmitifican algunos viejos fetiches, nuevas formas de relación, usar la brillantina en vez del sombrero y hasta cambió los hábitos en los hogares introduciendo la pasta de dientes, las cuchillas de afeitar o el “water closet”. Aquella narrativa de las películas norteamericanas y francesas introdujeron en Almería un modo de vida diferente. Ochenta años bastaron para desplazar el epicentro de aquellos almerienses de principios de siglo sentados frente a una pantalla blanca, veinte para adaptarse a la costumbre fósil del salón a la hora de la cena ante el plasma y cinco para construir su propio espacio con retales visuales de carnívoros militantes con whatsapp, ipod y móviles obligando a que el share de la televisión se sustituya por una sociedad de guerreros armados cuyo poder es lanzar bulos cada día un segundo más rápido desde sus pantallas nómadas.

QOSHE - Almería, del vintage al plasma - Ignacio Ortega
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Almería, del vintage al plasma

25 0
21.11.2023

No es casual que con las primeras imágenes del cine se les rompiera el corazón a los almerienses y aquellas primeras noches brincaran el amor frente a la pantalla, donde se intercambiaban sentimientos mezclados con esa confusión que solo sucede dentro y fuera de la pantalla. Si en algo cambió la gente de hace más de cien años fue gracias al consumo de pantallas blancas en el corazón de Almería, como hoy es el consumo de pantallas planas que son ya el ADN del patriotismo rancio de muchos jóvenes enganchados a pantallas revestidas de la nueva piel del fascismo que, con los triglicéridos de caballos salvajes, intentan cambiar el rumbo político........

© Diario de Almería


Get it on Google Play