El ataque israelí a la ONG del chef José Andrés es una secuencia de terror. Últimamente vivimos entre imágenes que hieren la sensibilidad con un fondo de pantalla de escenas bélicas. Los supervivientes iban abandonando cada vehículo abatido por los misiles y se refugiaban en el siguiente coche del convoy, así hasta tres. No quedó uno vivo. Todos fueron bombardeados hasta morir los siete cooperantes. Años 20, siglo XXI.
Lo ocurrido este lunes no fue un desgraciado accidente (el mismo día de la agresión a la embajada de Irán en Damasco que puede incendiar Oriente Próximo). El ejército de Netanyahu conocía la ruta de la World Central Kitchen (WCK) y su misión humanitaria. Si fue, como se cree, una acción premeditada, un asesinato, ¿rodarán cabezas, estas de entre los verdugos, sin que sirva el ardid de un par de militares subalternos suspendidos?, ¿cabezas, pero no de turco? En Gaza ya han muerto 12.000 niños y otros miles de civiles. Pronto morirán de hambre. Parece una guerra de exterminio tras la masacre de Hamás el 7-O contra comunidades hebreas.
Las guerras, Ucrania o Gaza, están siendo un termómetro de la calidad humana que se respira en la clase política. ¿Es de recibo el silencio de la derecha, de su líder, Núñez Feijóo, pese a escuchar a Netanyahu su indecente adagio, “estas cosas pasan en la guerra” tras el golpe mortal asestado a la organización del cocinero, precisamente, español? La guerra, este auge de fuegos, nos muestra de qué pata cojea cada cual. Condenar a Netanyahu parece un deber privativo de la izquierda, callar sus atrocidades lleva el cuño de la derecha. ¿Pasará otro tanto con Putin si Trump gobierna y sienta ese canon en su órbita de fans?
Estamos en la boca del lobo. Y el lobo solitario vuelve, según los expertos en seguridad. ¿Tiene encaje en este delirio que plácidos y nórdicos países como Suecia sean pasto del sicariato y que en el presunto nido de felicidad finlandés se posean más armas por habitante que en ningún otro rincón de Europa? La violencia ha evolucionado paroxísticamente. Las matanzas indiscriminadas a cargo de rusos e israelíes blanquean al propio Bin Laden, como si algunos líderes de Occidente jugaran a ser Al Qaeda en la misma liga genocida que los yihadistas, y hasta el atentado de la sala de conciertos moscovita, el 23M, sugiere un Estado Islámico prestándose a una autoría de falsa bandera.
La histeria política española quizá no sea tan ajena a esa barbarie que se despacha por ahí fuera a porrillo. Feijóo soltó que la clase política española es la peor de los últimos 45 años, incluido yo mismo, y sonó a Groucho Marx. ¿Por qué no podemos fiarnos ya de la derecha de toda la vida, con gestos loables en el pasado y que en otras latitudes (Portugal, Polonia) demuestra saber estar respecto a la extrema derecha marcando distancia? Pero aquí trazan juntas donde gobiernan sus leyes de la concordia para taponar la de memoria democrática, omitir que hubo una dictadura y que hay víctimas sin ser aún enterradas dignamente.
¿Estaremos en buenas manos si se impone una alianza semejante el 9 de junio en Europa con Rusia en pos de rehacer su imperio caiga quien caiga, decidida a entrar en batalla, si se tercia, con la UE? Con el cambio horario de la historia hemos vuelto hacia atrás, a los años 40.
Lo dramático es que en la, digamos, conversación europea se ha impuesto el vocablo guerra, candidato a la próxima palabra del año de la Fundéu. Así como el uso de la fuerza para los próximos diez años. ¿Es el fin del diálogo, entonces, de la diplomacia, de la entente? Es la nueva lógica paranoica. Y en estas, Europa desconfía de la OTAN y admite su indefensión, al albur del próximo inquilino de la Casa Blanca.
Un contrasentido. En Canarias, que alardeábamos de haber votado no en el referéndum de adhesión a la OTAN, ahora nos hace falta más que nunca ante la encrucijada del Sahel y su paraguas es toda una incógnita: si gobierna Biden, “nos salvemos”, pero si gana Trump, como decía Pepe Monagas, “Dios nos coja confesados”. Francia y Europa abandonan el pañol de pólvora de Mali, Burkina Faso y Níger, tras la plaga de golpes de Estado, y dejan el campo libre a Rusia, para que monte los pifostios y explote el oro y el uranio de la zona. Canarias tiene motivos para no quitar ojo del RuSahel.
La OTAN cumple estos días 75 años. Hoy, los líderes que abonan la tesis de una guerra global parecen tan locos como entonces y son más viejos que Hitler, sin nada que perder con sus dilatadas vidas. Dirigentes demócratas están viajando a las grandes capitales con sus agendas secretas convencidos de que el runrún va a misa. El papa sacó el tema en la oración urbi et orbi de Semana Santa: “No permitamos que los vientos de la guerra soplen cada vez más fuertes sobre Europa”. Donald Tusk, uno de los pocos conservadores de cabecera de la UE, que acaba de ganar a la ultraderecha en Polonia, cuenta que, en una playa de su ciudad natal, a orillas del mar Báltico, los bañistas sonreían felices, y pocas horas después, a dos pasos, estalló la Segunda Guerra Mundial. Esa foto de su infancia le ha marcado.
Urge una bomba de oxígeno que nos libre del miedo a las bombas de verdad y nos predisponga a una solución providencial, porque estos mostrencos no se van a salir con la suya. Marco Aurelio y los estoicos recomiendan no preocuparse de aquello que está fuera de nuestro control. Que vuelva el viejo carpe diem.
En este contexto, hasta cobra una lectura de ese género lo ocurrido en Berlín en la medianoche del domingo al lunes. Aprovechando la legalización parcial del cannabis, se reunieron varios centenares de alemanes ante la Puerta de Brandeburgo… para fumarse un porro.

QOSHE - El porro de la paz - Carmelo Rivero
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

El porro de la paz

7 0
07.04.2024

El ataque israelí a la ONG del chef José Andrés es una secuencia de terror. Últimamente vivimos entre imágenes que hieren la sensibilidad con un fondo de pantalla de escenas bélicas. Los supervivientes iban abandonando cada vehículo abatido por los misiles y se refugiaban en el siguiente coche del convoy, así hasta tres. No quedó uno vivo. Todos fueron bombardeados hasta morir los siete cooperantes. Años 20, siglo XXI.
Lo ocurrido este lunes no fue un desgraciado accidente (el mismo día de la agresión a la embajada de Irán en Damasco que puede incendiar Oriente Próximo). El ejército de Netanyahu conocía la ruta de la World Central Kitchen (WCK) y su misión humanitaria. Si fue, como se cree, una acción premeditada, un asesinato, ¿rodarán cabezas, estas de entre los verdugos, sin que sirva el ardid de un par de militares subalternos suspendidos?, ¿cabezas, pero no de turco? En Gaza ya han muerto 12.000 niños y otros miles de civiles. Pronto morirán de hambre. Parece una guerra de exterminio tras la masacre de Hamás el 7-O contra comunidades hebreas.
Las guerras, Ucrania o Gaza, están siendo un termómetro de la calidad humana que se respira en la clase política. ¿Es de recibo el silencio de la derecha, de su líder, Núñez Feijóo, pese a escuchar a Netanyahu su indecente adagio, “estas cosas pasan en la guerra” tras el golpe mortal asestado a la organización del cocinero, precisamente, español?........

© Diario de Avisos


Get it on Google Play