Las elecciones portuguesas recuerdan que, hace 50 años, estalló pacíficamente la Revolución de los Claveles. España estaba a punto de darle la vuelta al calcetín y pasar del franquismo a la democracia. 1974 era un año premonitorio. En Portugal, una canción, Grândola, vila morena, de José Afonso, fue la contraseña para iniciar la rebelión.

Afonso era un cantautor tímido, con gafas de oficinista. Llegó a Tenerife en mangas de camisa y saludó a Elfidio Alonso. Mi hermano Martín y yo pilotábamos el Movimiento de la Nueva Canción Popular Canaria (MNCPC) y hacíamos periodismo de todo lo que se movía. Periodismo y canción. Rosa Regás sostenía que escribir es hacer una canción. La autora de La canción de Dorotea le había oído decir a un cura republicano en el colegio que todos venimos al mundo a cantar una canción y cada uno debe descubrir cuál es la suya.

Una doble página semanal de Música Popular (en El Día y después en DIARIO DE AVISOS) fue una idea de Martín para propulsar aquel movimiento de jóvenes cantautores y abrir la mano hasta el folklore étnico de Valentina la de Sabinosa. La canción de José Afonso (que murió con 57 años, hace 35) nace en el auge de los himnos políticos de una época finisecular (con Al vent, de Raimon, y A cántaros, de Pablo Guerrero, entre otros temas), el falso desenlace prematuro del siglo XX en los años 70, con la caída de las dictaduras (la instaurada por Oliveira Salazar en Portugal, que duraba casi 50 años, y pronto la de Franco en España). Pero Pinochet iba a desmentir esa euforia en Chile, con el golpe de Estado a Allende.

Portugal, madrugada del 25 de abril de 1974. A las 00.25 sonaba en la radio católica Renascença “Grândola, villa morena/tierra de fraternidad,/el pueblo es quien más ordena/dentro de ti, oh ciudad”. La canción era la espoleta y la dictadura portuguesa se deshizo como un azucarillo.

Las mejores historias se esconden en recovecos. Es el caso de la mujer que bautizó la Revolución de los Claveles, Celeste Caeiro. El día que los tanques salieron a la calle para darle la puntilla al régimen del general y su sucesor Marcelo Caetano, aquella mujer acudió a la cafetería donde trabajaba, pero los empleados ese día debieron volver a casa ante la sublevación y llevarse las flores que habían comprado para el primer aniversario del local. Ella hizo un ramo de claveles rojos y blancos y se echó a la calle. Un joven militar le pidió un cigarrillo y la mujer le ofreció una flor, lo único que llevaba. El soldado puso instintivamente el clavel en el cañón del fusil y la joven camarera repartió el resto del ramo entre el pelotón del ejército liderado por el capitán Otelo Saraiva de Carvalho. El gesto espontáneo secundado por las floristas de Lisboa y que daría nombre a la revolución ocurrió en la Plaza de Rossio.

En un rincón de Santa Cruz, la plaza de la palmera jirafa y los cactus junto al Parque, Pepe Dámaso, su autor, escogió unos versos del poeta portugués Fernando Pessoa: “Por mi ciudad lejana luchaba y caí./No sabría decir lo que ella quería, pero me necesitaba./Sus murallas son libres,/su lengua conserva lo que yo hablé y los hombres mueren,/pero ella no muere, como yo”.

Esta mujer bajita tiene 90 años, según he podido averiguar, sin mayor celebridad. Ella encontró su canción (la de José Afonso y la de Rosa Regás), pero, al parecer, no le han hecho un homenaje por ser la musa casual de la Revolución de los Claveles. Vivía con una pensión de 370 euros y la ayuda de una hija, salvo mejora, que desconozco.

QOSHE - La camarera del clavel - Carmelo Rivero
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

La camarera del clavel

19 0
12.03.2024

Las elecciones portuguesas recuerdan que, hace 50 años, estalló pacíficamente la Revolución de los Claveles. España estaba a punto de darle la vuelta al calcetín y pasar del franquismo a la democracia. 1974 era un año premonitorio. En Portugal, una canción, Grândola, vila morena, de José Afonso, fue la contraseña para iniciar la rebelión.

Afonso era un cantautor tímido, con gafas de oficinista. Llegó a Tenerife en mangas de camisa y saludó a Elfidio Alonso. Mi hermano Martín y yo pilotábamos el Movimiento de la Nueva Canción Popular Canaria (MNCPC) y hacíamos periodismo de todo lo que se movía. Periodismo y canción. Rosa Regás sostenía que escribir es hacer una canción. La autora de La canción de Dorotea le había oído decir a un cura republicano en el colegio que todos venimos al mundo a cantar una canción y cada uno debe descubrir cuál es la suya.

Una........

© Diario de Avisos


Get it on Google Play