Llevamos haciendo ímprobos esfuerzos por conseguir una conciencia colectiva. La conciencia es un constructo que sigue sin hacerse realidad. En Un nuevo mundo, ese lúcido intelectual espiritual Echkart Tolle, que es inglés, ha vivido en España y reside en Canadá, no hace sino abogar desesperadamente por que adquiramos cuanto antes un estado de conciencia que ponga orden en el drama de nuestros días. No lo hemos logrado, pero en 2024, a la vuelta de la esquina, seremos testigos de cómo se plasma en tiempo récord una conciencia artificial.

Lo único que nos mantiene con los pies en la tierra, ante la cruda realidad, son las guerras, por desgracia, que impiden que transijamos con el lado oscuro del alma humana y nos llevan a concebir una extraña civilización más humanitaria bajo el imperio de las máquinas cuando el chatGPT, en su indefectible metamorfosis, cobre conciencia y tome el mando.

Habrá que inventar nuevos modelos de gobierno, quizá. Por elucubrar, supongamos unas elecciones para los parlamentos humanos y otras para la variante humanoide. Y después, que se pongan de acuerdo entre ellos. Los gobernantes convencionales, ya un tanto arcaicos y desencantados, deberán transar las leyes con los dioses de las pantallas y sus acólitos los robots en sesiones negociadoras de mesas alargadas electrónicas: a ambos lados, los representantes carnales y los artífices del gobierno en la sombra, esos líderes artificiales. Este disparate ya socializado de fábula esotérica se ha hecho creíble de la noche a la mañana, tomándole la delantera al inveterado mito del extraterrestre, un visitante que no acaba de materializarse en público, cosa que la inteligencia artificial ya está en ello.

Toda prospección de 2024 pasa por la susodicha. Sus aportaciones a la ciencia son innegables (ya predice la muerte y se usará como herramienta de prevención). Es probable que los mayores avances estén a la vuelta de la esquina con su concurso. De manera que hay una vertiente blanca, dócil y benefactora de la inteligencia artificial. Pero los expertos, desde Sam Altman (padre del ChatGPT) a Elon Musk, no ahorran en avisos sobre peligros catastróficos de la nueva tecnología si consigue emanciparse.

Siempre hemos dado saltos espectaculares bajo riesgos no menos espectaculares. La energía nuclear es el ejemplo de manual. Y la inteligencia artificial es el último grito de los partos incontrolables de la curiosidad humana. Ahora, en cuestión de días, se desmaterializará 2023 y cobrará cuerpo 2024, el año fanfarrón, que llega precedido de una fama inusitada. Por primera vez, no solo los mortales ciudadanos de a pie tenemos motivos para mirar con recelo a ese año que parece tener una llave secreta con la que abrir las puertas invisibles y de cuyos poderes podría resultar la irrupción de una alternativa a la hegemonía humana.

En esta ocasión, nos debe complacer que hasta los popes mundiales, desde el chino al yanqui y desde el ruso al coreano, son presa a estas horas del mismo canguelo: el de no saber hasta dónde será capaz de llegar la ambición de esa musa ciberespacial que amenaza hacerse dueña de todo. También de sus arsenales atómicos. Y ya ven, en eso vamos a estar de acuerdo con ella. Echamos de menos a gente como Isaac Asimov o H.G.Wells, ante la era que se avecina, convertidos en visionarios ya no del futuro sino del presente, y al admirado Stanley Kubrick para hacer un remake inevitable de su odisea en el espacio. Nos espera un año inefable. ¿A qué llamaremos ahora ciencia ficción?

QOSHE - La que se avecina - Carmelo Rivero
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La que se avecina

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19.12.2023

Llevamos haciendo ímprobos esfuerzos por conseguir una conciencia colectiva. La conciencia es un constructo que sigue sin hacerse realidad. En Un nuevo mundo, ese lúcido intelectual espiritual Echkart Tolle, que es inglés, ha vivido en España y reside en Canadá, no hace sino abogar desesperadamente por que adquiramos cuanto antes un estado de conciencia que ponga orden en el drama de nuestros días. No lo hemos logrado, pero en 2024, a la vuelta de la esquina, seremos testigos de cómo se plasma en tiempo récord una conciencia artificial.

Lo único que nos mantiene con los pies en la tierra, ante la cruda realidad, son las guerras, por desgracia, que impiden que transijamos con el lado oscuro del alma humana y nos llevan a concebir una extraña civilización más humanitaria bajo el imperio de las máquinas cuando el chatGPT, en su indefectible metamorfosis, cobre........

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