La marca de la casa tiene en el Carnaval uno de sus mayores activos. Decir Tenerife incluye toda la polimetría que abarca del turismo al Carnaval, pasando por la faceta deportiva, al surrealismo y las artes, que también son de consumo masivo aunque restallen menos en los clichés que definen la identidad.

Hay atributos que se pegan a la piel de la gente y los territorios. El fenotipo regional. Este pueblo y esta isla son carnavaleros por definición. También futboleros o rapsodas o novelistas o noveleros, que es una palabra que llamaba la atención a Valdano cuando vivió en Tenerife. Vendemos lo que hacemos sin ponernos etiquetas, porque hay de todo en nuestra viña, desde una glándula de artistas que está genéticamente extendida (lo aprecio en el ADN de mi propia familia de segunda generación) hasta toda suerte de vocaciones emprendedoras. La gente antes decía expresivamente que el canario era un culo inquieto (o desinquieto). Y daba en el clavo.

La pandemia tuvo impacto en nuestra sociedad insular debido al confinamiento, el desapego y, entre otras causas de peso, las restricciones del Carnaval. Explicar a un peninsular que aquí un director de banco, llegada la fecha señalada, se disfraza de gitana y salta a la calle despendolado mostrando sus prótesis no resulta fácil. Jerónimo Saavedra contaba que Felipe González (Isidoro, en la clandestinidad) sufrió un shock con las máscaras descaradas del Carnaval tinerfeño acosándolo en la calle.

Es inequívoca nuestra doble personalidad. Y salvo episodios alarmantes como la agresión con arma blanca a nuestro Fidel Castro (Antonio Meseguer), cabe exhibir la divisa de unos Carnavales multitudinarios pero seguros. Cuando Dámaso El Brujo, violador y asesino, aterrorizó a la isla en el 91 al escaparse de la cárcel, se temió que intentara camuflarse disfrazado entre la gente cuando arrancó la fiesta y aún no había sido capturado.

Tener a gala haber sorteado las prohibiciones franquistas y toda clase de contratiempo o fuerza mayor le permite al Carnaval tinerfeño llevar esa medalla en la solapa. Ahora en Fitur no dejará de ser la vitola turística de cada edición. Venimos de un año de rebrote en el sector tras pasar por aquella travesía del desierto en que venían mal dadas y nos fuimos a pique con el turismo cero impuesto por una situación límite. Pero a Santa Cruz no hay quien la conozca sin el paréntesis de la insania carnavalera. Los psicólogos panderetean los beneficios de la interactuación humana para la salud mental, que se ha disparado tras la pandemia y persigue al común de los mortales. Pues Santa Cruz en Carnavales son fines de semana de terapia grupal al aire libre. Robert Waldinger, el famoso psiquiatra que dirige en Harvard el mayor estudio del mundo sobre la felicidad (recomendable la lectura del libro Una buena vida, del que es coautor), debería ser invitado a este laboratorio de ensayo, después de que la última revisión de su experimento haya vuelto a confirmar que el secreto de una vida satisfactoria es el grado de relaciones con las personas de nuestro entorno.

En Davos se han llevado las manos a la cabeza por cómo está el patio: lo de Israel-Gaza, a un tris de pasar a ser una guerra total de Oriente Próximo, con una turba de países enfrentados. Y, por esta y otras razones (se oye decir Trump como si dieran un portazo), soplan de nuevo los vientos de una desaceleración económica, si no de una recesión más o menos severa en regiones como la zona euro.

En la Primera Guerra Mundial los bandos pactaban una tregua por Navidad y llegaban a contemporizar. En nuestro caso, es una tregua pero de Carnaval, en medio de la crispación política y las dolorosas imágenes de las guerras. Un entreacto de fantasía con permiso de la cruda realidad.

Intoxicados, como de costumbre, del miedo de nuestra época, quién discute que lo pertinente es liarse la manta a la cabeza y salir al encuentro de la masa que avanza en tropel un año más.

QOSHE - La tregua carnavalera - Carmelo Rivero
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La tregua carnavalera

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23.01.2024

La marca de la casa tiene en el Carnaval uno de sus mayores activos. Decir Tenerife incluye toda la polimetría que abarca del turismo al Carnaval, pasando por la faceta deportiva, al surrealismo y las artes, que también son de consumo masivo aunque restallen menos en los clichés que definen la identidad.

Hay atributos que se pegan a la piel de la gente y los territorios. El fenotipo regional. Este pueblo y esta isla son carnavaleros por definición. También futboleros o rapsodas o novelistas o noveleros, que es una palabra que llamaba la atención a Valdano cuando vivió en Tenerife. Vendemos lo que hacemos sin ponernos etiquetas, porque hay de todo en nuestra viña, desde una glándula de artistas que está genéticamente extendida (lo aprecio en el ADN de mi propia familia de segunda generación) hasta toda suerte de vocaciones emprendedoras. La gente antes decía expresivamente que el canario era un culo inquieto (o desinquieto). Y daba en el clavo.

La pandemia tuvo impacto........

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