Compañeros de profesión y amigos tributan en Diario de Avisos un homenaje de despedida a Fran Domínguez, subdirector del Decano, cuyo sepelio se oficiará hoy domingo en la parroquia matriz de La Concepción, en la Villa de La Orotava, a las 14 horas

Por Juan Carlos Mateu.| Una hora después de que Agustín nos comunicara, entre lágrimas, que te acababas de marchar, terminamos la edición del periódico, con tu imagen llena de vida en la portada y dos páginas escritas por Chago con el corazón, que nos estremecieron a todos. Solo quedábamos en la Redacción Silvia, Doris y yo. Recogimos las cosas y me acerqué a tu mesa antes de irme. Todavía está el folio junto al teclado con la frase “Ánimo amigo”, con el que posamos en el WhatsApp los compañeros cuando estabas a las puertas de la UCI y que te llegó al límite. Nos devolviste un emoticono con forma de corazón. Fue nuestra última comunicación contigo. Al filo de la medianoche, apagamos las luces y cerramos la puerta con una desconcertante sensación de vacío. En ese momento empezó a llover, me metí en el coche y reparé en el movimiento de los limpiapabrisas, que parecían dibujar el gesto de negación con el que tus compañeros reaccionaron nada más conocer la noticia, como diciendo‘no puede ser. De camino a casa recordé aquellas noches de largas tertulias en el Mc Donald´s de Las Caletillas, donde compartíamos risas, consejos y confidencias hasta las tantas y que continuábamos en el parking, donde yo me partía con tus imitaciones. Antes de escribir estas líneas he buscado en el WhatsApp tu último mensaje de voz. “Amigo Mateu, no te preocupes, que yo te hago la última página”, me decías de camino al periódico, sabedor de que aquel día éramos pocos para sacar adelante todo el trabajo. Esa frase resume la clase de persona que eras: empática, solidaria y profesional, a la que le dolía especialmente una información inexacta o con algún error de redacción. Samuel te buscaba las cosquillas -“ya estás en plan tiquismiquis”, te decía – y tú se la devolvías con una salida ingeniosa marca de la casa. En la Redacción presumíamos de tu nivel cultural. Matute bromeaba contigo preguntándote por la historia de los fenicios y tú, como hacías con Samuel, salías siempre con una respuesta que nos sacaba una carcajada a todos. Recuerdo la noche que me diste una lección magistral, mientras apagábamos los ordenadores, con las claves del conflicto en Oriente Próximo y cómo respondías una por una a todas mis dudas. No olvido la cara que pusiste cuando te dije: “Ya quisieran en el Canal 24 horas tener un comentarista como tú”. ¿Y qué decir cuando tus hermanos Agustín y Chago, además de Jorge y yo, te buscábamos la lengua con tu Real Madrid cada vez que se televisaba un partido y tú entrabas al trapo para decirnos que, cuando jugaba el Barça, había problemas técnicos que impedían la conexión. Ese amor por tu Madrid nos llevó a soñar, amigo, con una remontada a última hora contra todo pronóstico cuando tu vida se apagaba. Una de esas gestas tan propias de tu equipo en la Champions, pero la UCI no era el Bernabéu, por más que llevaras la lucha hasta el final en tu ADN. La pasión era uno de los rasgos más definidos de tu personalidad: la pasión por tus colores deportivos, por el cine, en el que eras toda una autoridad; por la historia y también por ese periodismo cercano, local, que tanto defendías. A veces, incluso, dejando de lado la diplomacia para defender tu criterio y revelándote contra lo que considerabas injusto. Eras buena gente. Un tipo que valía mucho la pena. Y un compañero detallista. Un par de madrugadas te llevé a casa porque tenías el coche averiado y me lo agradeciste con una botella de vino. Y te encantaban las bromas, tanto como los guachinches. “¡Qué ganas tengo de que Mateu diga un día se jodió y nos invite a comer medio pollo en el Norte!”, te gustaba exclamar en la Redacción. Me quedo con este puñado de recuerdos, Fran, que retratan a una persona íntegra y auténtica. Y valiente, como demostraste en tus últimos meses de vida. Esta madrugada ni siquiera me he acordado de poner la radio al salir del periódico y escuchar Las noches de Ortega, que tanto te gustaban y que nos acompañaban de camino al Mc Donald´s. Solo te tenía a ti en la cabeza. La frase que hemos elegido para la edición de mañana en la parte alta de la portada va por ti: “Las despedidas no son para siempre, no son el final. Solo significan que te echaremos de menos hasta que nos volvamos a ver”. Gracias por todo, amigo.

Por Agustín Gonzalez.| Hace justo 18 años me tocó la desagradable tarea de tener que redactar la esquela de mi hermano pequeño, Nico. Ahora, el destino me enfrenta a una tesitura parecida: tengo que escribir este obituario a otro hermano, Fran Domínguez, amigo, colega y compañero de fatigas en mil batallas de papel. Nos llamábamos “hermanos” porque nos sentíamos así, con una vieja relación personal que se remontaba incluso a la amistad que unió a nuestros padres, Francisco y Miguel, compinches de mil partidas de dominó en el bar Parada. Fran era un hermano para mí, pero también para todos los demás compañeros del DIARIO, porque era un tipo extraordinario al que tenías que querer, aunque fuera un fanático del Real Madrid (Yo, como sufrido culé, evitaba discutir de fútbol con él). Había que quererlo porque era todo humanidad: simpático, jovial, cariñoso, generoso, encantador, divertido, comprometido, trabajador, riguroso -a veces hasta extremo insoportable-, culto, bondadoso…y, para colmo, era guapo, un galán de cine. Pero, con todo eso, yo destacaría una cualidad principal: era un hijo excepcional. Siempre vivió por y para sus padres, Lala y Francisco, y su hermana Mili. Hasta el último momento se desvivió por atender las necesidades médicas y de cualquier tipo de sus progenitores. La muerte reciente de su padre, que coincidió fatalmente con el arranque de su problema de salud, fue un duro mazazo que Fran encajó con la valentía y la entereza de un campeón y la inestiable ayuda de su pareja, Lucy, una gran mujer a su altura. Antes de irse, Fran dejó solucionados los engorrosos trámites de la pensión de viudedad de su madre. A partir de ahora, ellas y todos lo que disfrutamos de la amistad de Fran Domínguez, ya nos sentimos inconsoladamente huérfanos. Todavía no somos capaces de asimilar lo que ha sucedido. Es una pesadilla incomprensible, una tragedia cruel e injusta que ha maltratado con saña a un ser humano excepcional que merecía una segunda oportunidad, por él y por los suyos. Las mala suerte se cebó con él y nos ha dejado huérfanos para siempre del hijo modélico, del compañero leal, del profesional brillante y del amigo inolvidable. Buen viaje, hermano.

Por Salvador García.| En la noche del viernes nos dijo adiós Fran Domínguez, periodista natural de La Orotava, licenciado en Ciencias de la Información y Geografía e Historia por la Universidad de La Laguna. Asistimos a su bautismo profesional, en la antigua delegación del norte de Diario de Avisos, donde llegó a ser redactor-jefe y subdirector. En medio, una incursión en el ámbito de la comunicación institucional, en el Cabildo Insular. Una pasión, el cine. Y un blog, ‘Sé lo que viste’, en el que expresaba su propia intepretación de la filmografía que iba coleccionando. Era miembro de la Asociación de Informadores Cinematográficos de España (AICE). Domínguez, de 52 años, era ya algo más que una promesa. Era un periodista de vocación, un profesional que tenía muy claro lo del pluralismo en una cobertura que se preciara. Desde sus comienzos, período del que más podemos hablar, apuntaba a un profesional comprometido y serio, observador implacable de la realidad que auscultaba sereno y firme para luego plasmar sus impresiones. Fran fue forjando su trayectoria siempre con voluntad de avanzar, de hacer que nada humano le fuera ajeno. Cumplidor, predispuesto, amable, de estilo directo, Domínguez pertenece a esa generación de periodistas isleños que abrió caminos y se esforzaba en aportar un sello propio acorde con las exigencias de nuestro tiempo. Conocemos lo que han sufrido con esta pérdida quienes le trataron más directamente, en especial, Agustín González y Santiago Toste, pero también la legión de amigos en la redacción y los gabinetes y en los círculos sociales que compartieron sus afanes y progresos, ahora lamentablemente truncados. Hasta siempre, Fran.

Por Eva Fariña.| Qué sorpresa se ha llevado Leónidas! Desde el Valle del Eurotas divisa cómo se acerca un guerrero de honor, un guerrero que viene a sumarse y romper el esquema del magistral 300. ¡Au, Au, Au! ¡Au, Au Au! ¡Au, Au, Au! ¡Au, Au Au! ¡Au, Au, Au! ¡Au, Au Au! Los espartanos corean su grito, pero en este caso no para amedrentar al enorme ejército persa antes de la batalla de las Termópilas sino para recibirte, para recibir a un nuevo y único espartano. ¡Nuestro guerrero! Pero desde el otro lado del Valle miramos desconsolados cómo te alejas, como vas a otro mundo y nos dejas aquí huérfanos. No me puedo imaginar la vida sin ti. Tu sonrisa, tu buen sentido del humor, tu picaresca, tu generosidad, tú ímpetu y astucia, tu empatía, tu énfasis defendiendo criterios e injusticias, tu gran corazón y el querer siempre ayudar a los demás y no molestar a nadie, esa entrega y respeto a todos, tu cercanía… y todas tus bondades han labrado a pulso el que hoy todos coincidamos en llorar con inmensa tristeza tan injusta e inesperada despedida. Tu sello de periodista de cepa, pasión y rigurosidad, tu amor a la política y a las noticias de actualidad, esa emoción por las tertulias; marcando el debate con equilibrio y sosiego… tus extraordinarias conversaciones de sobremesa, auténticas clases magistrales. Ese amor por el séptimo arte que nos has sabido trasladar en joyas de artículos que nos despiertan curiosidad por cualquier película. Quién contará ahora esas batallas de la historia, quién nos deleitará con la conversación perfecta fusionado una buena comida de guachinche con clases magistrales. No sé qué pasará…

Por Luz Belinda.| Cada vez que le iba a mandar un whatsapp a Fran el corrector me escribía “gran”, y cada vez que leía “gran” pensaba “es que el corrector tiene razón, es el Gran Fran”. Fran Domínguez era, cuando empecé a trabajar en el Diario de Avisos, una firma en las noticias de la sección del Norte del periódico, un nombre tras el que, con los años, encontré a una persona de esas a las que admiras en secreto porque te da vergüenza decírselo, una buena y gran persona a la que quieres parecerte. A su familia, a sus amistades, a todos los compañeros que lo conocimos y a todos los que hemos querido -y queremos- tanto a Fran, solo les puedo decir que el dolor es compartido y que el tiempo que pasamos con él ha sido único e irrepetible. Mi último tiempo laboral con él, junto a Leoncio González y Cristo Suárez, ha sido una de las etapas de amistad más enriquecedoras que he vivido. Trabajar con Fran, conversar con Fran, reír con Fran, sortear los problemas junto a Fran…qué gran lujo. La marcha de Fran nos deja roto el corazón, nos desarma en mil pedazos que no se volverán a recomponer igual, nos abre en canal y nos hace parar en seco para reflexionar sobre el verdadero lujo en la vida: el tiempo. Escribo estas líneas oyendo su voz, sus comentarios sarcásticos, su inteligencia en todas partes, su risa, su complicidad, su sabiduría, su generosidad, su paciencia y sobre todo, su profesionalidad. Un periodista de los de antes. Es una despedida desde la tristeza, el dolor y la rabia porque de las cosas más difíciles de encajar en la vida, la injusticia es de las peores, y tu marcha, Fran, es una de las injusticias más grandes.

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Homenaje a Fran Domínguez: “Hasta siempre, amigo”

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11.02.2024

Compañeros de profesión y amigos tributan en Diario de Avisos un homenaje de despedida a Fran Domínguez, subdirector del Decano, cuyo sepelio se oficiará hoy domingo en la parroquia matriz de La Concepción, en la Villa de La Orotava, a las 14 horas

Por Juan Carlos Mateu.| Una hora después de que Agustín nos comunicara, entre lágrimas, que te acababas de marchar, terminamos la edición del periódico, con tu imagen llena de vida en la portada y dos páginas escritas por Chago con el corazón, que nos estremecieron a todos. Solo quedábamos en la Redacción Silvia, Doris y yo. Recogimos las cosas y me acerqué a tu mesa antes de irme. Todavía está el folio junto al teclado con la frase “Ánimo amigo”, con el que posamos en el WhatsApp los compañeros cuando estabas a las puertas de la UCI y que te llegó al límite. Nos devolviste un emoticono con forma de corazón. Fue nuestra última comunicación contigo. Al filo de la medianoche, apagamos las luces y cerramos la puerta con una desconcertante sensación de vacío. En ese momento empezó a llover, me metí en el coche y reparé en el movimiento de los limpiapabrisas, que parecían dibujar el gesto de negación con el que tus compañeros reaccionaron nada más conocer la noticia, como diciendo‘no puede ser. De camino a casa recordé aquellas noches de largas tertulias en el Mc Donald´s de Las Caletillas, donde compartíamos risas, consejos y confidencias hasta las tantas y que continuábamos en el parking, donde yo me partía con tus imitaciones. Antes de escribir estas líneas he buscado en el WhatsApp tu último mensaje de voz. “Amigo Mateu, no te preocupes, que yo te hago la última página”, me decías de camino al periódico, sabedor de que aquel día éramos pocos para sacar adelante todo el trabajo. Esa frase resume la clase de persona que eras: empática, solidaria y profesional, a la que le dolía especialmente una información inexacta o con algún error de redacción. Samuel te buscaba las cosquillas -“ya estás en plan tiquismiquis”, te decía – y tú se la devolvías con una salida ingeniosa marca de la casa. En la Redacción presumíamos de tu nivel cultural. Matute bromeaba contigo preguntándote por la historia de los fenicios y tú, como hacías con Samuel, salías siempre con una respuesta que nos sacaba una carcajada a todos. Recuerdo la noche que me diste una lección magistral, mientras apagábamos los ordenadores, con las claves del conflicto en Oriente Próximo y cómo respondías una por una a todas mis dudas. No olvido la cara que pusiste cuando te dije: “Ya quisieran en el Canal 24 horas tener un comentarista como tú”. ¿Y qué decir cuando tus hermanos Agustín y Chago, además de Jorge y yo, te buscábamos la lengua con tu Real Madrid cada vez que se televisaba un partido y tú entrabas al trapo para decirnos que, cuando jugaba el Barça, había problemas técnicos que impedían la conexión. Ese amor por tu Madrid nos llevó a soñar,........

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