Por Marcial Morera. Qué mal habla Fulanito!”, se oye decir con frecuencia respecto de alguien que, por falta de cultura, según se cree, dice, por ejemplo, simpiés, borralla, destornillarse de risa o estar como una chola, en lugar ciempiés, morralla, desternillarse de risa o estar como una chota, que son las formas bendecidas por los puristas para referirse a las experiencias que estas expresiones designan. Es lo que los estudiosos del lenguaje suelen llamar “etimología popular”, que la Real Academia Española define en los siguientes términos: “interpretación espontánea que se da vulgarmente a una palabra relacionándola con otra de distinto origen”, provocando así una deformación del significante de aquella. El fenómeno es tan consustancial al uso del lenguaje, que lo encontramos implicado en el origen de muchas de las voces más acreditadas del idioma, como, por ejemplo, cerrojo ‘barreta de hierro para cerrar puertas y ventanas’ y altozano ‘elevación de poca extensión y altura sobre terreno llano’, procedentes, respectivamente, del ant. verrojo ‘ídem’ (del latín verruculum ‘ídem’), por asimilación con “cerrar”, y del ant. antuzano ‘espacio situado delante de la casa u otro edificio’ (del latín ante y ostium ‘puerta de la casa’), por asimilación con “alto”. ¿Pero son las etimologías populares realmente deformaciones vulgares de palabras generales? No, se trata más bien de nuevas denominaciones de la realidad designadas por estas, denominaciones inéditas que son a veces más lógicas desde el punto de vista conceptual (no histórico, evidentemente) que ellas. Si algunos canarios llaman simpiés a lo que los hablantes del estándar suelen llamar ciempiés es porque no les cabe en la cabeza que una persona en su sano juicio llame ciempiés a un bicho que aparentemente no tiene ni uno solo pie; si llama borralla a lo tradicionalmente llamado morralla, es porque el canarismo de procedencia portuguesa borrallo, que significa tanto ‘ceniza caliente’ como ‘polvillo’ y ‘porquería o estiércol’, les permite significar el conjunto de cosas inútiles o despreciables (como un producto agrícola de poco valor, por ejemplo) de forma mucho más plástica que el general morralla, que se limita a expresar una mera valoración del referente; si destornillarse de risa a lo que suele llamarse desternillarse de risa, porque entienden que la acción de deshacerse o descomponerse de risa que esta frase designa se compadece mejor con el significado ‘quitar o perder los tornillos’ del verbo destornillar que con el de ‘romperse las ternillas’ de desternillar, compuesto de un ternillas que tan extraño le resulta; si estar como una chola a lo que suele expresarse con la frase hecha estar como una chota, porque la palabra chota no se encuentra dentro de su repertorio léxico, y lo que más se parece a este término general es el canarismo chola ‘zapatilla’, con lo que la persona aludida en la expresión aparece comparada con un zapato arrastrado, en lugar de con el retozón animalito que, por lo demás, él conoce con el nombre de baifo. De todo lo dicho se deduce que las etimologías populares canarias simpiés, borralla, destornillarse de risa y estar como una chola no son degeneraciones vulgares de las formas supuestamente correctas ciempiés, morralla, desternillarse de risa y estar como una chota, sino formas distintas de significar lo que estas expresiones generales del idioma designan. Formas de ver la realidad más adaptadas a la experiencia que el pueblo tiene de ella y a su competencia idiomática que aquellas que les corresponde en la norma estándar. No se trata de deformaciones o cambios del significante de la voz general, sino de cambios de significante y de significado conjuntamente en la forma de expresar lo que aquella designa; de cambios de signo. Lo que plantea en el fondo la tradicionalmente llamada etimología popular es un conflicto de clase. El hablante popular cambia ciertas expresiones del habla de la burguesía, porque no entiende o no comparte el uso que esta hace de la lengua que habla y su forma de ver el mundo. Y al hablante burgués, convencido de su superioridad lingüística, le ofende que el pueblo no acepte su forma de hablar. Por eso reputa deformaciones vulgares de sus palabras, que son las que considera verdaderas, todo neologismo que salga de la boca de aquel. Y este prejuicio le impide entender tanto la forma de pensar del pueblo como la verdadera naturaleza de las lenguas naturales y su funcionamiento en la realidad concreta del hablar. No entiende que la forma de ver el mundo del pueblo llano es en parte distinta de la suya, y que eso se refleja, como no podía ser de otra manera, en la lengua que ambos comparten, sin afectar lo más mínimo la unidad fónica, gramatical y léxica de esa lengua.

*Catedrático de Lengua Español de la Universidad
de La Laguna

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Las impopulares “etimologías populares” del habla canaria

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10.03.2024

Por Marcial Morera. Qué mal habla Fulanito!”, se oye decir con frecuencia respecto de alguien que, por falta de cultura, según se cree, dice, por ejemplo, simpiés, borralla, destornillarse de risa o estar como una chola, en lugar ciempiés, morralla, desternillarse de risa o estar como una chota, que son las formas bendecidas por los puristas para referirse a las experiencias que estas expresiones designan. Es lo que los estudiosos del lenguaje suelen llamar “etimología popular”, que la Real Academia Española define en los siguientes términos: “interpretación espontánea que se da vulgarmente a una palabra relacionándola con otra de distinto origen”, provocando así una deformación del significante de aquella. El fenómeno es tan consustancial al uso del lenguaje, que lo encontramos implicado en el origen de muchas de las voces más acreditadas del idioma, como, por ejemplo, cerrojo ‘barreta de hierro para cerrar puertas y ventanas’ y altozano ‘elevación de poca extensión y altura sobre terreno llano’, procedentes, respectivamente, del ant. verrojo ‘ídem’ (del latín verruculum ‘ídem’), por asimilación con “cerrar”, y del ant. antuzano ‘espacio situado delante de........

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