Cabe asumir la astucia de la espera. Porque esperar significa que alguien repara en ti. ¿Qué contiene ese enigma? Contiene lo reconocido: el yo que se desplaza hacia otro para… ¿Para qué? De ese modo se sustancia la vida. Pongamos, el primor, el ser ante un preclaro abogado que ha de acordar consigo una herencia inesperada y millonaria. No es que fulanito buscara semejantes caudales, que los deseara, que peleara por ellos; le tocó y quien sentencia lo encuentra para… O esperan para comunicar al elegido que la analítica tal está resuelta y que padece una enfermedad incurable que dará para seis meses. Así se expresa la existencia. O te reclaman para alabar la altura de tus aciertos, o en el arte, o en la empresa, o en el deporte. O te aguardan para, después de intentos más o menos concisos, decirte que sí, que se abre el camino de la felicidad, etc., etc. La espera, pues, tiene muchas formas de manifestarse, aunque todas tropiezan con el paciente que acata. Y ahí la verdadera conmoción del artilugio: esperar por suponer, por intuir, por consentir, por insistir, por confirmar, por aguantar… Mas, en verdad, no saber. No se aclara si la fortuna te sonreirá o si la opresión te degollará. ¿Cómo resolver la sombra de esta estaca, que siempre condiciona? Dándole la vuelta a los factores, obviar el esperar por el responder, el confirmar. Porque el mundo en todo momento acaricia lo que es: la imperfección. Nada resulta perfecto a nuestro alrededor. Todo cuerpo es imperfecto porque se afea con los años; toda vida es imperfecta porque no perdura; todo placer es imperfecto porque lo condena el cansancio; toda comprensión es imperfecta porque el todo no ha sido revelado; toda suficiencia es imperfecta porque está sometida a la muerte: mueren los reyes, los genios, los castillos, las playas, las nieves de los polos, los inventos, los imperios, los dioses. ¿Qué consuma la salvedad para la especie? Lo que idearon los pensadores más rutilantes de la historia de los mortales y que muchísimo tiempo después el gran Schopenhauer sentenció: los griegos. ¿Qué? La concisión de lo perfecto, de lo único, de lo absoluto que es el arte. Dijo el gran Pessoa que hacer arte es querer volver el mundo más hermoso porque la obra de arte funda belleza objetiva. Eso o lo que el arte consigna, por ejemplo, “Las Meninas” o el “Quijote”: fijar el tiempo que es vencer el tiempo. Velázquez fijó su tiempo para ser leído todos los siglos que lo acompañan y acompañarán; Cervantes fijó el tiempo para lo mismo. Es decir, el arte soluciona por sí mismo el enigma de la inmortalidad. Perfección impuesta y duración suprimida. Esos son los dos factores que distraen a la espera y a la imperfección. Un cuadro nos llena, la divina poesía nos redime. ¿Por qué los hombres de esta tierra le dan la espalda al primor? Eso nos define. Así nos va.

QOSHE - Esperar - Domingo Luis Hernández
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Esperar

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27.04.2024

Cabe asumir la astucia de la espera. Porque esperar significa que alguien repara en ti. ¿Qué contiene ese enigma? Contiene lo reconocido: el yo que se desplaza hacia otro para… ¿Para qué? De ese modo se sustancia la vida. Pongamos, el primor, el ser ante un preclaro abogado que ha de acordar consigo una herencia inesperada y millonaria. No es que fulanito buscara semejantes caudales, que los deseara, que peleara por ellos; le tocó y quien sentencia lo encuentra para… O esperan para comunicar al elegido que la analítica tal está resuelta y que padece una enfermedad incurable que dará para seis meses. Así se expresa la existencia. O te reclaman para alabar la altura de tus aciertos, o en el arte, o en........

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