Hubo un hombre que confirmó el valor de la dignidad y se lo comunicó al mundo con tino sorprendente. Se llamó Edward Wadie Said. Era palestino. Enseñó en los Estados Unidos de Norte América. Nació en Jerusalén el 1 de noviembre del año 1935 y murió en Nueva York el 25 de septiembre del año 2003. Y de ese ser quedan palabras honestas que explican actitudes consecuentes, pues publicó libros admirables a pesar de las circunstancias en las que vivió. Hoy que sufrimos una guerra cruel entre Israel y Palestina vale la pena recordar dos actitudes de ese autor que resumen su todo: el rearme ético y la reflexión con perspectiva. Por lo dicho, no es extraño calificar al libro Orientalismo como modélico. Entre otras cosas porque Said supo arrinconar la enseña del colonialismo ahí. Y el colonialismo nos acosa a cada ser humano, cual explicaron Hegel, Freud o Lacan; más cuando se aplica en los extremos por la fuerza militar.

Said, por el erguimiento ético del que hablé, debía de ser justo, claro y preciso. Por lo dicho, su otro libro Cultura e imperialismo sigue reteniéndonos, aparte de por el rigor, por la capacidad de quien escribió esas páginas. Ideología no es sectarismo, pensó Edward W. Said, y solo la objetividad (ese punto de referencia que buscan los sujetos comprometidos) puede aclarar los desacuerdos. De donde, ser disímil es productivo, es decir, es una atrocidad el hecho de que la diferencia lleve al desprecio y mucho más atroz es que mueva a la confrontación violenta y destructiva. Si así es, quienes contemplamos esa monstruosidad debemos medir muy bien los componentes, situar bien los puntos de fricción de las fronteras, para comprender y armar un juicio conveniente sobre lo que sucede. En este pequeño planeta, ningún ser humano es igual a otro ser humano. Mi desigualdad tiene sentido por la diversidad del otro; la distinción del otro asegura mi identidad. La identidad es frontera y las fronteras siempre se explican por la identidad; la frontera del cuerpo propio con nombre y apellidos propios y las fronteras de las naciones, incluso las fronteras conflictivas. Los iguales las confunden. De modo que un mortal de ese talante, es decir, Said, suma la crítica cultural a los análisis que se registran por su formación filológica y filosófica. Eso es aleccionador. Y más cosas. No se privó del pensamiento, de la política, de la música o de la historia en sus escritos. Eso marca un destino. Los territorios que Edward W. Said recorrió son los territorios del hombre, los que un hombre consecuente no puede dejar de explorar. A ellos se arrima con decisión un individuo con fundamentos para dirigirse a los contrincantes. Eso no es lo que revela la discrepancia; eso revela un estado que mata indiscriminadamente al dicho contrario sobre el supuesto de su defensa. Y eso Said lo discutió, como hemos de discutirlo nosotros.

QOSHE - La guerra - Domingo Luis Hernández
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La guerra

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23.12.2023

Hubo un hombre que confirmó el valor de la dignidad y se lo comunicó al mundo con tino sorprendente. Se llamó Edward Wadie Said. Era palestino. Enseñó en los Estados Unidos de Norte América. Nació en Jerusalén el 1 de noviembre del año 1935 y murió en Nueva York el 25 de septiembre del año 2003. Y de ese ser quedan palabras honestas que explican actitudes consecuentes, pues publicó libros admirables a pesar de las circunstancias en las que vivió. Hoy que sufrimos una guerra cruel entre Israel y Palestina vale la pena recordar dos actitudes de ese autor que resumen su todo: el rearme ético y la reflexión con perspectiva. Por lo dicho, no es extraño calificar al libro Orientalismo como modélico. Entre........

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