Luis Mateo Díez lo prefiguró en La ruina del cielo. El loco moraba en el manicomio del pueblo vecino. Lo constató: padres contra hijos, hermanos contra hermanos… En 1932, razonó sobre la Guerra civil. Eso le contó en secreto al médico que acompañaba a la familia, Cuende, el autor de la novela, y por eso lo escribió. Y esa es la certidumbre que sostiene a los mortales. El mundo cierto no es el evidente, es el que se encuentra en el revés. Esa historia es la que fundamentó el soberbio Antonio Tabucchi en una novela extrema suya: Nocturno hindú. Ahí, un amigo busca en la India a otro amigo desaparecido. La fábula se convierte en un libro de viajes por la dicha búsqueda. Búsqueda especial: la del otro, Xavier, y la de sí propio, el narrador. Se descubren cerca el uno del otro al final del relato, mas no se juntan, no hablan… Basta con que el amigo de antaño pague la cuenta en el hotel en el que el escritor y una amiga cenan. Lo otro está fuera de la novela. Porque lo que pone de manifiesto Tabucchi ahí son las dos fronteras del conocimiento: la ensimismada, evidente y positivista de Occidente, y la sensitiva y especulativa de Oriente. El juicio no se manifiesta por lo táctil, se manifiesta por lo ilusivo. Y, ahí, la sustancia de la locura, en tanto se explaya por el delirio, aquello que por lo común ni deseamos ni estamos dispuestos a enfrentarnos. Esa es la extraordinaria treta que montó en letra el primordial Cervantes en la obra más grande y concluyente de la historia: el Quijote. Cervantes era un utopista y un moderno. En sí cabían lecturas meritorias, de los libros de caballería a los supremos pensadores Erasmo de Róterdam o Thomas Moro. En ese punto, las nuevas formalizaciones que llevarían al cisma, a Lutero. Es decir, la contundencia ética, el cobijo moral, el amparo a los pobres y los desvalidos, la esmerada política así como la dignidad, el honor, el compromiso, la responsabilidad, etc., etc. Todo eso no cabía en la suficiencia y desvergüenza oficial, solo cabía en la cabeza de un loco con palabra clara y concisa, el Hidalgo, ese que salió a los caminos para arreglar el mundo de buena manera, para repararlo, para hacerlo plegarse al rigor. Los corruptos de la época no se correspondían con el rigor dicho, la pútrida y aclamada iglesia tampoco. Y de ese modo infausto es como se vivía, no como arguyó que debía vivirse el loco. Eso confirma la visión del sujeto que sale de sí y del orbe para ajustar en probidad. Por eso ve como se ha de ver, por eso informa de lo que ha de informar. Los locos son la única instancia de la humanidad que sustancia la razón, la absoluta y radical razón.

QOSHE - Locos - Domingo Luis Hernández
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Locos

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09.03.2024

Luis Mateo Díez lo prefiguró en La ruina del cielo. El loco moraba en el manicomio del pueblo vecino. Lo constató: padres contra hijos, hermanos contra hermanos… En 1932, razonó sobre la Guerra civil. Eso le contó en secreto al médico que acompañaba a la familia, Cuende, el autor de la novela, y por eso lo escribió. Y esa es la certidumbre que sostiene a los mortales. El mundo cierto no es el evidente, es el que se encuentra en el revés. Esa historia es la que fundamentó el soberbio Antonio Tabucchi en una novela extrema suya: Nocturno hindú. Ahí, un amigo busca en la India a otro amigo desaparecido. La fábula se convierte en un libro de viajes........

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