Las elecciones autonómicas y locales del pasado año produjeron un cambio de ciclo político que, aparentemente, eliminaba el predominio de la izquierda en el escenario español y devolvía a los populares su perdido protagonismo. En una mayoría de comunidades autónomas y ayuntamientos, el partido de Núñez Feijóo se impuso, y consolidó así un entramado de poder institucional que auguraba un vuelco electoral en las siguientes elecciones generales. Pero, entre el desconcierto socialista, surgió de nuevo esa mezcla de buena suerte y genio político que caracteriza a Pedro Sánchez, que, en una jugada que muchos partidarios y detractores no entendieron y encantaría al autor florentino de El Príncipe, adelantó la convocatoria electoral.

Fue un momento clave que puso de manifiesto la superioridad del líder socialista como dirigente político y referente social sobre la mediocridad de Feijóo y su núcleo duro de colaboradores en el partido, que no han entendido que España no es Galicia, y andan dando palos de ciego y proponiendo hoy una cosa y mañana su contraria, mientras lloriquean en cuanto foro se les pone a tiro asegurando que los que han ganado el derecho a gobernar son ellos.

Las elecciones adelantadas eran la coyuntura decisiva que ponía a prueba la calidad de los líderes que se enfrentaban, y, en ese momento, a los populares no se les ocurrió otra cosa que pactar con Vox una cascada de Gobiernos autonómicos y locales, sembrando el desconcierto y la alarma social entre muchos de sus potenciales electores. Porque una cosa es votar contra Sánchez y otra muy distinta sustentar un Gobierno de Feijóo sometido a los dictados de un vicepresidente de la extrema derecha. Y pasó lo que tenía que pasar, y el presidente del Partido Popular se quedó a pocos escaños de la investidura por culpa de su torpeza y del que estaba llamado a ser su vicepresidente, un Abascal que se ha convertido en el principal aliado de Pedro Sánchez en la tarea de impedir que los populares alcancen el Gobierno, un Gobierno en el que nunca será vicepresidente. El discípulo aventajado del florentino volvió a ganar. Años atrás, un posible vicepresidente del Gobierno tuvo en sus manos conformar un Gobierno de coalición con Pedro Sánchez. Fue Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, un partido con vocación de centro liberal que había irrumpido con una fortaleza inesperada en el escenario político español, y que tenía escaños suficientes para exigir una vicepresidencia y varios ministerios en un Gobierno de coalición que hubiera impedido la coalición social comunista actual. Pero en una decisión absurda, Rivera se negó siquiera a entrevistarse con Sánchez y puso de manifiesto una torpeza política incluso superior a la de los populares.

Es sorprendente la incapacidad de la derecha democrática española del Partido Popular y de sus mediocres dirigentes -a pesar de Díaz Ayuso- de articular una alternativa ganadora a la demagogia y la irresponsabilidad de los que ahora nos gobiernan. Y la puntilla final ha sido la incapacidad de separarse de -y de enfrentarse a- Vox. Mientras no se liberen radicalmente de Abascal, aunque la ruptura implique perder alguna Comunidad Autónoma o algún Ayuntamiento, Pedro Sánchez seguirá muchos años en La Moncloa presidiendo el funeral de la democracia española.

QOSHE - Dos vicepresidentes y un funeral - Juan Hernández Bravo De Laguna
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Dos vicepresidentes y un funeral

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11.01.2024

Las elecciones autonómicas y locales del pasado año produjeron un cambio de ciclo político que, aparentemente, eliminaba el predominio de la izquierda en el escenario español y devolvía a los populares su perdido protagonismo. En una mayoría de comunidades autónomas y ayuntamientos, el partido de Núñez Feijóo se impuso, y consolidó así un entramado de poder institucional que auguraba un vuelco electoral en las siguientes elecciones generales. Pero, entre el desconcierto socialista, surgió de nuevo esa mezcla de buena suerte y genio político que caracteriza a Pedro Sánchez, que, en una jugada que muchos partidarios y detractores no entendieron y encantaría al autor florentino de El Príncipe, adelantó la convocatoria electoral.

Fue un momento clave que puso de manifiesto la superioridad del líder socialista........

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