Es sorprendente la imagen de Yolanda Díaz en su segunda visita al papa, con el que parece tener una enorme familiaridad, y relatando después a los periodistas lo que habían hablado y las opiniones favorables del pontífice sobre las ideas políticas de la vicepresidenta. Y no es menos sorprendente la intervención de Francisco, inmiscuyéndose en la política española, y defendiendo la reducción de la jornada laboral que Yolanda Díaz propugna. Las dos sorpresas nos indican que el primer mundo, la civilización occidental, está alumbrando un nuevo orden, posiblemente el último de su existencia. Hasta ahora, la Santa Sede evitaba cuidadosamente la injerencia en los asuntos internos de los Estados, y mantenía una neutralidad diplomática de exquisita sutileza. Y, al mismo tiempo, los visitantes del Papa, por respeto a su interlocutor, se abstenían de revelar el contenido de su conversación, más allá de algunas generalidades también diplomáticas.

Pero las cosas han cambiado, y han cambiado a peor. Ahora nos encaminamos a una sociedad ignorante de sus antecedentes y de su historia, analfabeta y zafia, bajo la dictadura intelectual de los diversos feminismos, los ecologistas, los animalistas, el colectivo LGTBI y la reacción populista que han generado. En cuanto a la ignorancia y el analfabetismo, es preocupante, por ejemplo, que unos tertulianos se mofen del uniforme diplomático, que se usa desde el Congreso de Viena, y que nuestro ministro de Asuntos Exteriores llevaba en la recepción que Felipe VI ofreció recientemente a los embajadores acreditados en España. Y no digamos las llamadas redes sociales, esas cloacas de la inteligencia.

Estas dictaduras intelectuales se prolongarán en el tiempo, paradójicamente, gracias al poderío económico y geoestratégico del mundo musulmán y su mutación meramente aparencial. Y así arribaremos al último orden social, cultural y político de la actual civilización, en el que Rusia y China, con la incógnita india, impondrán unos valores muy distantes y diferentes a los que hoy consideramos deseables. La secuencia se desarrollará, además, en una Tierra en progresiva desertización, en la que el cambio climático que se inició hace unos diez mil años, con el final de la última glaciación, continuará su desarrollo imparable, un desarrollo de la sequía y la escasez a las que desde la Revolución industrial contribuimos significadamente los humanos.

Llegados a este punto, el sorprendido -y culto- lector calificará todo lo anterior de un conjunto de disparates extraídos de un par de anécdotas irrelevantes. Pudiera ser. Sin embargo, esas anécdotas irrelevantes son una gota en un océano de anécdotas igualmente irrelevantes. Y todas juntas dejan de serlo y comienzan a suscitar una creciente preocupación. Mientras tanto, entre el organicismo determinante e inevitable de Spengler y el optimismo de Toynbee, que niega el determinismo en la evolución de las civilizaciones y que deban perecer, siempre que su respuesta a los retos naturales o sociales que enfrentan sea la correcta, dejamos que el sorprendido -y culto- lector elija. Por nuestra parte, nos conformamos con que Yolanda Díaz, el papa, los tertulianos, las feministas, los ecologistas, los animalistas, el colectivo LGTBI y los populistas nos permitan pensar por nosotros mismos.

QOSHE - La decadencia de Occidente - Juan Hernández Bravo De Laguna
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La decadencia de Occidente

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15.02.2024

Es sorprendente la imagen de Yolanda Díaz en su segunda visita al papa, con el que parece tener una enorme familiaridad, y relatando después a los periodistas lo que habían hablado y las opiniones favorables del pontífice sobre las ideas políticas de la vicepresidenta. Y no es menos sorprendente la intervención de Francisco, inmiscuyéndose en la política española, y defendiendo la reducción de la jornada laboral que Yolanda Díaz propugna. Las dos sorpresas nos indican que el primer mundo, la civilización occidental, está alumbrando un nuevo orden, posiblemente el último de su existencia. Hasta ahora, la Santa Sede evitaba cuidadosamente la injerencia en los asuntos internos de los Estados, y mantenía una neutralidad diplomática de exquisita sutileza. Y, al mismo tiempo, los visitantes del Papa, por respeto a su........

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