Hace poco, aburrido de lo trascendente, empecé a escribir una novela policiaca. Es algo que nunca se me había ocurrido, pero me parecía divertido. Elegí a un inspector estrafalario, obsesionado con la naturaleza del mal y lector empedernido de Robert Louis Stevenson y su Doctor Jekyll y mister Hyde. Tiene un acompañante, como debe ser, igual que el Arthur Hastings, de Hercules Poirot, el Watson, de Sherlok Holmes o el Sancho Panza de don Quijote. Siempre con la intención de establecer el claroscuro con dos personalidades contrapuestas. Todo empezó cuando leí en el periódico el hallazgo de un cadáver descuartizado en el interior de un contenedor. Los trozos desperdigados dan para mucho. Son como las piezas de un puzle que hay que ir armando con paciencia. Pensé que para esto lo mejor sería el humor y el esperpento: llevar a los personajes al límite de la estupidez, que es la mejor forma que tiene un escritor para hacerlos reales y entendibles. Todo iba bien hasta esta mañana en que me he tropezado en La Vanguardia con una entrevista a Eduardo Mendoza, que está haciendo lo mismo. Podría haber pensado que me chafó la idea, pero ha sido al contrario. Si él lo hace, por las razones que confiesa: divertirse y no dejar de escribir, por qué no hacerlo yo, que soy un año más viejo. Mendoza es un tipo que siempre me ha caído bien. Me recuerda a esa Barcelona que tanto conocí y que todavía se parecía a la ciudad de los prodigios. Dice que ahora los barceloneses se sienten como indios en la reserva, y que esto no le parece mal. Se refiere al aumento de población de fuera, a un cosmopolitismo que se asemeja al de Madrid, y en el que parece no caber la idea del fortalecimiento de un sentimiento identitario, más propio de un localismo provinciano. O quizá sea esta andanada foránea lo que haga crecer la corriente contraria y ahí estaría la explicación de reclamar las competencias en inmigración. Esa misma sensación la tengo cuando visito la ciudad, que siempre me pareció interesante por su capacidad de absorber movimientos culturales de vanguardia, requisito indispensable para la modernidad. Quizá esa novela que estaba empezando a escribir tendría como marco un lugar como Barcelona. En cualquier caso nunca se me habría ocurrido emparentar el crimen con el independentismo, porque el independentismo no tiene nada de original y es una vieja transgresión que se pone de moda, de vez en cuando, para acreditar una personalidad que se ve asfixiada por una vocación mucho más universal. Me alegro de que Eduardo Mendoza se haya decidido por una novela policiaca. Quizá estaba celoso de Manolo Vázquez Montalbán y su Pepe Carvalho. Yo, por mi parte, me siento animado a seguir con mi proyecto. Leeré la novela de Mendoza en cuanto esté disponible. Me la bajaré en la versión Kindle de Amazon, para incorporarla a mi, cada vez más extensa, colección de libros digitales. Sobre todo para no coincidir con ella. Y si coincide, qué más da. Nos divertiremos igual.

QOSHE - Eduardo Mendoza - Julio Fajardo Sánchez
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Eduardo Mendoza

33 0
02.02.2024

Hace poco, aburrido de lo trascendente, empecé a escribir una novela policiaca. Es algo que nunca se me había ocurrido, pero me parecía divertido. Elegí a un inspector estrafalario, obsesionado con la naturaleza del mal y lector empedernido de Robert Louis Stevenson y su Doctor Jekyll y mister Hyde. Tiene un acompañante, como debe ser, igual que el Arthur Hastings, de Hercules Poirot, el Watson, de Sherlok Holmes o el Sancho Panza de don Quijote. Siempre con la intención de establecer el claroscuro con dos personalidades contrapuestas. Todo empezó cuando leí en el periódico el hallazgo de un cadáver descuartizado en el interior de un contenedor. Los trozos desperdigados dan para mucho. Son como las piezas de un puzle que hay que ir........

© Diario de Avisos


Get it on Google Play