Los partidos, según el artículo 5 de la Constitución, son la herramienta fundamental para la participación política y además garantes de la pluralidad. Dicho en otras palabras, son el vehículo para expresar la voluntad de los ciudadanos, quiero decir que si el número de estos que precisan de que alguien represente sus ideas es escaso, el partido no tendrá ninguna presencia parlamentaria, pero si coincide con el sentir de la mayoría algo de éxito tendrá asegurado. Esto nunca se cumple exactamente, porque, en la realidad, lo que garantiza el triunfo es la implantación, el marketing o el apoyo de los grupos de presión. La política está montada así y nadie la va a cambiar de la noche a la mañana. En los últimos tiempos han surgido alternativas que pretendían canalizar ciertos deseos de cambio, de descontento y hasta de hartazgo, pero ninguna ha acertado a producir un cambio, aunque algunas estuvieron a punto de dar el sorpasso en aquel fatídico 2016. A lo más que se ha llegado es a la integración en uno de los bloques que han venido a sustituir al bipartidismo. A nadie se le oculta que existe un amplio sector de la ciudadanía que se siente incómodo con la actual situación política. Alguien intenta justificarlo con que es una situación global, una crisis que nos afecta internacionalmente, pero esto en nuestro país alcanza grados de localización muy específicos que presentan el problema de forma muy singular.

Hay mucha gente que no entiende la necesidad virtuosa que marca el comportamiento del presidente del Gobierno. Son gente de su propio partido que ya se han manifestado en los medios de comunicación sin éxito alguno. Solo han conseguido que los tilden de traidores, de botiflers, como dicen en Cataluña. Ahora, en medio de ese conglomerado que está haciendo posible la gobernabilidad, si es que a esto se le puede llamar así, surge una nueva opción, que es la misma de siempre, salvo que parece responder a una mayor situación de hartazgo. Se llama izquierda española y justamente por ese calificativo de españolidad ha recibido la crítica y el descrédito de los que se sentirían supuestamente afectados. Lo de español no se lleva en esta España de proyecto asimétrico y plurinacional. Lo presenta Guillermo del Valle, que está al frente de la plataforma de ideas Jacobino. Son muchas referencias a un pasado revolucionario que defendía en Francia la indivisibilidad del Estado y la centralización del poder administrativo. Como se ve, frontalmente en contra de lo que persigue la actual política española. Esta visión de españolidad a la izquierda no se muestra demasiado conforme con el texto constitucional, en lo referente al Título VIII: el desarrollo autonómico, que se enmarca en el artículo 2, donde se garantiza la existencia de nacionalidades y regiones que tantos quebraderos de cabeza nos ha dado. Los llamados jacobinos pretenden desproveer a las comunidades autónomas de sus competencias en Sanidad y en Educación.

En una palabra, desmontar el Estado de las Autonomías a nivel presupuestario. En esto no se diferencian mucho de Vox. No han sido bien recibidos, pero, atención, pueden hacerse con unas decenas de diputados y esto enrarecería un poco más un ambiente que ya está suficientemente enrarecido. La próxima cita electoral a nivel nacional son las europeas. No creo que tengan tiempo de organizarse para esa consulta, a menos que algunos medios les doten de la cobertura suficiente. Veremos cómo funcionan en las redes.

QOSHE - Izquierda española - Julio Fajardo Sánchez
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Izquierda española

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23.01.2024

Los partidos, según el artículo 5 de la Constitución, son la herramienta fundamental para la participación política y además garantes de la pluralidad. Dicho en otras palabras, son el vehículo para expresar la voluntad de los ciudadanos, quiero decir que si el número de estos que precisan de que alguien represente sus ideas es escaso, el partido no tendrá ninguna presencia parlamentaria, pero si coincide con el sentir de la mayoría algo de éxito tendrá asegurado. Esto nunca se cumple exactamente, porque, en la realidad, lo que garantiza el triunfo es la implantación, el marketing o el apoyo de los grupos de presión. La política está montada así y nadie la va a cambiar de la noche a la mañana. En los últimos tiempos han surgido alternativas que pretendían canalizar ciertos deseos de cambio, de descontento y hasta de hartazgo, pero ninguna ha acertado a........

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