Andrés me ha recordado a don Antonio Machín. Era un cantante extraordinario que sabía medir el ritmo como pocos. Los que no entienden de eso suelen distinguir a cualquiera que no sabe sino dar espirridos. Ahora los artistas se empeñan en ser diferentes, en crear un estilo, y se olvidan de lo principal que es cantar y administrar la voz de la forma adecuada. Don Antonio era uno de estos y añadía la elegancia y la discreción tocando las maracas. La gente le pedía Dos gardenias o Angelitos negros, pero a mi me gustaba más Un compromiso o Fiel amigo, cuando decía: “Cada vez que tú te ríes se te forman en la boca dos hoyitos muy bonitos, muy bonitos para mí, y cuando bailo contigo tengo una nerviosidad que te juro vida mía que no la puedo aguantar”. Don Antonio era genial. La elegancia de Cuba personificada y la gente iba a verlo al cabaret, en la época en que se llenaban los camiones para escuchar a Antonio Molina en la plaza de Valle Guerra. Sin embargo, la fama de Machín no era tan exclusiva como pensábamos y el público no hacía distingo entre Siboney y A lo loco, de Luisa Linares y Los Galindos. “A lo loco es el sistema mejor de todos”, decía la canción, y parecía estar marcando la pauta para que unos tiempos difíciles fueran más llevaderos. “A lo loco, a lo loco”, eran las señas de un pasotismo de los años 50, cuando España y el mundo despertaban de todas las posguerras. Machín era otra cosa. La serenidad del bolero para bailar lento y agarradito, una promesa de amor en medio de tanta vulgaridad, una estética de chaqueta y corbata y zapatos apretados sin pasar por la horma, un aroma de Embrujo de Sevilla, capaz de embriagarte surgiendo de una axila frondosa de pelambrera. Machín era el reflejo de una época, pero, como todo, acabó sucumbiendo y ya no quedaba de él más que el recuerdo romántico de su vos cálida. Tanto es así que, hace más de 30 años, fui a comer carne de cabra a Casa Matoso, en los Valles de Ortega, en Fuerteventura. Dicen que allí se servía la mejor de la isla. El dueño era un famoso luchador, un pértigo de casi dos metros. Había unos reservados alrededor del patio que hacía de comedor. En uno de ellos, en la pared, vi una foto de Antonio Machín acompañado de otra persona. Pregunté quiénes eran y el chico encargado de servir las mesas me dijo: “Ese es Matoso con un negro que estuvo por aquí”. Entonces me di cuenta de lo efímero de la gloria y me acordé de Jorge Manrique: “No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio, pues que todo ha de pasar por tal manera”. Ya de Machín ni queda ni un pobre disco de bakelita. Encontré de milagro un mix en Spotify. Algo para coleccionistas. Por allí anda, con su voz aguda compitiendo con la grave de Compay Segundo. Si le preguntas a un joven te dirá que cree que es alguien de El Hierro o se trata de un negro que se hizo una foto con Matoso en los Valles de Ortega. Ya nadie se acuerda de él, ni de cuando cantaba: “Y la volvía a besar, pero esta vez lo juro, con un sagrado beso que salió del corazón”. Yo creo que debería llegar el tiempo de convertirlo en emblema de la lucha contra el racismo reclamándole al pintor que no se olvide de los angelitos negros. Sería mejor que Joan Báez cantando El preso número 9, que si vuelve a nacer la vuelve a matar, o que Juanito Valderrama que amenazaba a su novia con tumbarle todos los dientes para hacerse un rosario. ¡Hay que reivindicar a don Antonio Machín! Totalmente de acuerdo con Andrés.

QOSHE - Machín - Julio Fajardo Sánchez
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Machín

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10.03.2024

Andrés me ha recordado a don Antonio Machín. Era un cantante extraordinario que sabía medir el ritmo como pocos. Los que no entienden de eso suelen distinguir a cualquiera que no sabe sino dar espirridos. Ahora los artistas se empeñan en ser diferentes, en crear un estilo, y se olvidan de lo principal que es cantar y administrar la voz de la forma adecuada. Don Antonio era uno de estos y añadía la elegancia y la discreción tocando las maracas. La gente le pedía Dos gardenias o Angelitos negros, pero a mi me gustaba más Un compromiso o Fiel amigo, cuando decía: “Cada vez que tú te ríes se te forman en la boca dos hoyitos muy bonitos, muy bonitos para mí, y cuando bailo contigo tengo una nerviosidad que te juro vida mía que no la puedo aguantar”. Don Antonio era genial. La elegancia de Cuba personificada y la gente iba a verlo al cabaret, en la época en que se........

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