Ayer por la mañana quedé con una amiga en La Concepción para llevarle unos libros. El tiempo estaba bueno. Más o menos como suele hacer por aquí en esta época del año. Me entero por la prensa de que donde ha llovido es en Dubai. Hay una foto de satélite con unas manchas rojizas que indican las inundaciones. También he visto a unos camellos corriendo, chapoteando en unos charcos. Recordé que, por esa zona, hace mucho tiempo cayó un chaparrón que hizo meter a un tal Noé a todos los animales en un arca para que no se ahogaran y se extinguieran. Si no llega a ser por eso, no estaríamos ahora aquí. En mi colegio, había unas láminas representando la escena y a mí me aterrorizaba ver a los hombres desnudos trepando por las rocas antes de ser engullidos por las aguas. Estábamos hablando de lo de siempre: de nuestros profesores en el instituto, de qué fue de fulanito, de con quién se casó menganita, cuando vino un joven con una guitarra y un equipo de megafonía, se sentó frente a nosotros y empezó a tocar y a cantar chacareras con letras alusivas al problema del turismo. No lo hacía bien, pero no se disculpó por ello. Cuando acabó, dijo que unos compañeros estaban en huelga de hambre hasta que los recibiera el presidente. Después pasó la gorra pidiendo la voluntad. Yo no llevaba nada suelto, mi amiga le dio un euro y le animé recordando mis tiempos de cantautor. Cualquiera que cante y toque la guitarra se merece que lo escuchen, igual que cualquiera que escribe se merece que lo lean. Al final, somos pocos los que nos dedicamos a hacer cosas sin interés aparente. No tenía demasiado repertorio preparado y, a la tercera chacarera, levantó el vuelo y se fue con la música a otra parte. No me enteré dónde estaban los de la huelga. Me imagino que al otro lado de la plaza, frente a los helados y las tartas de Melita. Creo que allí había una caseta de sanitarios por lo que pudiera ocurrir. Mi amiga y yo seguimos hablando de nuestros recuerdos inútiles. No sirven para nada, pero alimentan una nostalgia que ayuda al conformismo. Llevaba un taca taca porque se ha operado de la cadera y no anda muy segura. Además, le han recomendado rehabilitación. En realidad, todos nos estamos rehabilitando de algo. Hasta el joven de la guitarra, que predica lo del reciclaje, también se rehabilita y nos recomienda a los demás que nos rehabilitemos. La rehabilitación es muy importante, no solo para intentar volver a ser lo que un día fuimos, sino, en ocasiones, para olvidarlo. Antes de ayer, hubo elecciones en el País Vasco y he podido comprobar que lo que digo es verdad. Hay muchos que se han rehabilitado, aunque creo que el riesgo de recaída sigue estando ahí. Dicen que han votado jóvenes que no tienen nada que ver con eso, que tienen esperanza en que se resuelvan sus problemas, como el de la guitarra o como los que han dejado de comer, que están a la vuelta de la esquina. Quizá no se equivocan y la rehabilitación sea definitiva. Nosotros ya no estamos para correr los cien metros, así que nos fuimos a coger un taxi a la parada que está delante de la Cruz Roja. El taxista, cómo no, me marcó un rollo que fue cortado por una llamada con la que una señorita le ofrecía cambiar el servidor de su teléfono. Le dijo que estaba trabajando, pero ella insistía en la hora en que podían quedar para seguir tratando el asunto. Empecé a entender muchas cosas. Ya no es verdad eso de que la persistencia en el estímulo anula la sensación. Es al contrario: la gota malaya acabará rindiéndonos como eficaz método de persuasión y hasta de lavado de cerebro. El que la sigue la consigue. Incluso para los que estamos de vuelta de todo puede ser eficaz, aunque yo creo que, cuando el tiempo pase, el joven de la guitarra estará sentado en la mesa donde yo me senté hasta hace un momento, haciendo repaso de su vida e intentando darle un euro al nuevo que viene proponiéndole que las cosas van a cambiar definitivamente. Como dije, el cielo estaba despejado, la temperatura era buena y no amenazaba lluvia, como es normal en esta época del año. Por eso cantaban en la calle.

QOSHE - Un lunes al sol - Julio Fajardo Sánchez
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Un lunes al sol

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25.04.2024

Ayer por la mañana quedé con una amiga en La Concepción para llevarle unos libros. El tiempo estaba bueno. Más o menos como suele hacer por aquí en esta época del año. Me entero por la prensa de que donde ha llovido es en Dubai. Hay una foto de satélite con unas manchas rojizas que indican las inundaciones. También he visto a unos camellos corriendo, chapoteando en unos charcos. Recordé que, por esa zona, hace mucho tiempo cayó un chaparrón que hizo meter a un tal Noé a todos los animales en un arca para que no se ahogaran y se extinguieran. Si no llega a ser por eso, no estaríamos ahora aquí. En mi colegio, había unas láminas representando la escena y a mí me aterrorizaba ver a los hombres desnudos trepando por las rocas antes de ser engullidos por las aguas. Estábamos hablando de lo de siempre: de nuestros profesores en el instituto, de qué fue de fulanito, de con quién se casó menganita, cuando vino un joven con una guitarra y un equipo de megafonía, se sentó frente a nosotros y empezó a tocar........

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