Anoche estaba adormilado con la tele encendida, En la 2 hablaban de A sangre fría, de Truman Capote, y después de La educación sentimental, de Gustave Flaubert. Me estaban llegando las voces de los que doblaban a los intervinientes, con opiniones muy acertadas sobre literatura. Estoy escribiendo una novela policiaca que trata de novelas policiacas. Que conste que la empecé antes de conocer la última de Eduardo Mendoza. Hago un batiburrillo con el doctor Jekyll y mister Hyde, de Roberto L, Stevenson, las obras de Conan Doyle, Agatha Christie o Simenon y sus personajes: Holmes, Poirot o Maigret. También uso a Colombo, a Perry Mason o al detective Marlow, y hago incursiones por el cine, con el Hitchcock de Psicosis o La ventana indiscreta. He comprobado que cada detective tiene a su ayudante, como el Watson de Sherlock o el capitán Hastings, de Hércules Poirot, y pensé que en todos ellos había una intención de imitar a Cervantes, haciendo partícipe a Sancho de las aventuras del Quijote, como el pueblo siguiendo a las evocaciones quiméricas de los héroes visionarios. En este mundo de parejas, de divisiones protagonistas, no podía faltar esta alusión al complemento de la realidad social que somos, donde el retrato del individuo debe quedar inmerso en la representación del grupo que lo rodea y lo hace posible a la vez que excepcional. Pero bueno, tenía a Capote de fondo y recordé lo que disfruté leyendo Desayuno en Tiffany’s, o a Flaubert, con todo lo que he digerido de ese autor, con Madame Bovary a la cabeza. Ahora leo el diario de los hermanos Goncourt y allí se deslizan algunas conversaciones con este autor que son extraordinarias. Sobre todo cuando trata de documentarse para escribir Salambó, su novela sobre Cartago. Me recuerda a lo que escuchaba de Truman Capote, haciendo una investigación exhaustiva sobre el asesinato de la familia de Herb Clutter en Kansas. Periodismo o literatura, estaba descubriendo una forma nueva de narrar; un trabajo como armando un puzle para ser el reflejo de una realidad literaria.

Esta mañana me he desayunado con una entrevista en El País a dos autores de mi generación: Luis Mateo Díez y José María Merino. Los dos académicos, y al primero le dan el Cervantes este año. Confiesan que leen desde niños y que en sus casas sus padres tenían unas bibliotecas bastante nutridas, como es mi caso, que me pasé años devorando libros mientras otros se ejercitaban en cosas aparentemente más fructíferas. Un titular dice que viven en literatura, que no es lo mismo que vivir de la literatura. A estos escritores no les hace falta presentar un programa frívolo en la tele para consagrarse con un galardón, ni alcanzar la gloria poque así lo decida la militancia de una ideología. Así lo escribía hace unos días Antonio Muñoz Molina, que sabe mucho de mafias y capillas, como denunció en su novela Carlota Fainberg. Con todos ellos he llegado a la conclusión de que el único compromiso que existe con la escritura es el de la independencia. A medida que leo a autores nuevos me doy cuenta de que, a pesar de los intentos de alineamiento para conseguir acólitos leales, la única garantía de permanecer en ese difícil universo de la credibilidad adquirida consiste en la lealtad que el escritor sostiene consigo mismo, considerando a la aventura literaria como una empresa arriesgada y solitaria donde te la juegas si alguien descubre que lo estás engañando. Estas traiciones jamás se perdonan. Quizá por eso valoro tanto que anoche me durmiera con Capote y Flaubert y esta mañana me despertara con Díez y Merino.

QOSHE - Una novela policíaca - Julio Fajardo Sánchez
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Una novela policíaca

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22.04.2024

Anoche estaba adormilado con la tele encendida, En la 2 hablaban de A sangre fría, de Truman Capote, y después de La educación sentimental, de Gustave Flaubert. Me estaban llegando las voces de los que doblaban a los intervinientes, con opiniones muy acertadas sobre literatura. Estoy escribiendo una novela policiaca que trata de novelas policiacas. Que conste que la empecé antes de conocer la última de Eduardo Mendoza. Hago un batiburrillo con el doctor Jekyll y mister Hyde, de Roberto L, Stevenson, las obras de Conan Doyle, Agatha Christie o Simenon y sus personajes: Holmes, Poirot o Maigret. También uso a Colombo, a Perry Mason o al detective Marlow, y hago incursiones por el cine, con el Hitchcock de Psicosis o La ventana indiscreta. He comprobado que cada detective tiene a su ayudante, como el Watson de Sherlock o el capitán Hastings, de Hércules Poirot, y pensé que en todos ellos........

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