Que la Tierra siga siendo un lugar habitable para las generaciones futuras depende en buena medida del resultado de la Conferencia anual de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) que empieza este jueves en Dubái, verdadero emporio de los negocios de petróleo y gas. Los dirigentes de cerca de 200 países, políticos y expertos debatirán cómo frenar el progresivo aumento de la temperatura del planeta (debido, fundamentalmente, a la emisión de gases de efecto invernadero) y cómo adaptarnos a los impactos derivados del cambio climático, y estudiarán, asimismo, medidas para acelerar la transición a energías renovables, reducir las emisiones de gas antes de 2030, incrementar la financiación de la lucha contra el cambio climático y ayudar a los países con menos recursos.

El calentamiento global no es un fenómeno nuevo. Los científicos vienen avisando desde hace años de esta emergencia, pero, salvo excepciones, reunión tras reunión los gobiernos han suscrito acuerdos que no han cumplido, las grandes corporaciones industriales han antepuesto la rentabilidad económica y la búsqueda del dividendo a la reducción de emisiones y la población de los países del primer mundo no ha sido o no ha querido ser consciente del problema, mientras los países pobres han sufrido las peores consecuencias y se corre el riesgo de dejar a nuestros hijos un planeta inhóspito. Como tantas veces, pagan justos por pecadores. Luchar contra el deterioro del clima es también una cuestión de solidaridad, social e intergeneracional.

Entender científicamente el cambio climático puede resultar más o menos dificultoso, pero observar sus consecuencias está hoy al alcance de la experiencia de cualquiera. Salvo los destemplados “terraplanistas”, que desprecian cuanto ignoran, que diría Machado, todos los demás, en todas partes, percibimos que el cambio climático es una amenaza real, que es difícil de afrontar debido a la dificultad de encajar los intereses económicos y la estabilidad de los países y porque la migración de la energía obtenida de combustibles fósiles a la de fuentes renovables exige dar la vuelta como un calcetín a la organización de la sociedad, a los sistemas de producción y a las relaciones de poder en el mundo.

En la reunión de Dubái se pretende revalidar los objetivos fijados en el Acuerdo de París de 2015 (que el aumento de la temperatura media a final de siglo se quede 1,5 y 2 grados por debajo de los niveles preindustriales) y marcar metas aún más ambiciosas, a pesar de que los expertos de la ONU hoy lo ven inalcanzable. Me malicio que, como en cumbres anteriores, estos días oiremos el más que justificado aldabonazo apocalíptico de los expertos y el compromiso solemne de los líderes políticos anunciando drásticas medidas de reducción de emisiones y cambios en la política energética de sus países. Esperemos que esta vez no quede en agua de borrajas. La reciente declaración de China y EE.UU. a favor de reducir el calentamiento y también a diversificación de negocio emprendida por las petroleras tradicionales son datos alentadores.

Pero cuesta ser optimista cuando, a pesar de las advertencias de la ONU para evitar la catástrofe, las mayores economías del mundo destinan partidas multimillonarias al carbón, al petróleo y al gas, cuando, a pesar de la preocupación universal, hay países que se han comprometido a reducir la emisión de gases de efecto invernadero y debían ser ejemplares (pongamos que hablo de Alemania y su excesivo rigor presupuestario) y siguen produciendo y financiando la industria más contaminante, o cuando los gobiernos de los principales países productores de combustibles fósiles remolonean para huir de los compromisos de reducción.

Las decisiones de los organismos internacionales, de los gobiernos y de las industrias para frenar la hecatombe necesitan, además, la colaboración de los ciudadanos. Los expertos nos recomiendan adoptar medidas para reducir la emisión de gases, entre otras, evitar la pérdida de calor en las casas, no dejar luces encendidas, utilizar la ducha en detrimento del baño, desenchufar los aparatos electrónicos, caminar o desplazarse en bicicleta, usar el transporte público, viajar en tren cuando se pueda prescindir del avión, moderar la temperatura ambiente en las viviendas y locales, consumir productos de proximidad y de temporada para evitar gasto energético en el transporte, prescindir de plásticos de un solo uso.

La situación es grave, pero, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, aún estamos a tiempo de evitar las peores consecuencias del calentamiento global, pero advierte también que el tiempo se agota.

QOSHE - El cambio climático a examen - Laureano García
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El cambio climático a examen

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28.11.2023

Que la Tierra siga siendo un lugar habitable para las generaciones futuras depende en buena medida del resultado de la Conferencia anual de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) que empieza este jueves en Dubái, verdadero emporio de los negocios de petróleo y gas. Los dirigentes de cerca de 200 países, políticos y expertos debatirán cómo frenar el progresivo aumento de la temperatura del planeta (debido, fundamentalmente, a la emisión de gases de efecto invernadero) y cómo adaptarnos a los impactos derivados del cambio climático, y estudiarán, asimismo, medidas para acelerar la transición a energías renovables, reducir las emisiones de gas antes de 2030, incrementar la financiación de la lucha contra el cambio climático y ayudar a los países con menos recursos.

El calentamiento global no es un fenómeno nuevo. Los científicos vienen avisando desde hace años de esta emergencia, pero, salvo excepciones, reunión tras reunión los gobiernos han suscrito acuerdos que no han cumplido, las grandes corporaciones industriales han antepuesto la rentabilidad económica y la búsqueda del dividendo a la reducción de emisiones y la población de........

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