Tan interesante como detenerse en las obras al visitar un museo es observar a los demás mirando los cuadros o pasando casi de largo. Descubrir a los que intentan hacerse una foto ante una pintura célebre, a los vigilantes que nos miran de reojo o a los copistas que se afanan por estar a la altura de obras inalcanzables. Afinar el oído para escuchar a los guías con sus saberes comunes y académicos o el comentario fascinante de alguien que siente una verdadera emoción ante un cuadro. Visitar un museo es mirarlo todo, mirarse, mirar.

Hubo un tiempo en que soñé con vivir en Madrid sólo para poder escaparme a diario al Museo de El Prado. Acudiría a la caída de la tarde, que se puede entrar gratis, a ver una obra cada visita y, así, salir alimentada hasta el día siguiente de luz y de pintura. No ha podido ser y, por eso, cuando voy, tengo los ojos nuevos de quien sólo de tarde en tarde vuelve a emocionarse en el reencuentro con los cuadros y la historia que cada uno me trae consigo. El día que por poco pierdo el tren por detenerme más de la cuenta ante “La familia de Carlos IV”, aquel otro que estaba tristona y “Las Meninas” me consolaron o cuando pedí quedarme un poco más, sólo un poco más, delante del retrato del organista de Vicente López.

Amenaza el ministro de Cultura, con hacer una revisión de los museos estatales para superar un marco colonial y apoyar a autores borrados o censurados. No sé qué quiere decir con eso, pero suena a poner las sucias manos de la política en el arte, a pretender imponernos un catecismo cultural por el que se rescriba la historia, cuando los museos españoles pueden presumir, no digamos El Prado, de gestión y criterio, de saber plantear interrogantes, de hacernos reflexionar con exposiciones temporales. De verdadero conocimiento frente a ocurrencias y conveniencias políticas.

Yo llevaría al Sr. Urtasun a la milenaria Cádiz y a su museo. En él conviven los sarcófagos fenicios, la arqueología romana, los zurbaranes de la Cartuja de Jerez, la pintura barroca y la del XIX y la contemporánea; las marionetas de la Tía Norica y todos los visitantes subyugados. Se ha formado este museo con la sabiduría que a Cádiz le da mirar al mar y ser una ciudad abierta y, como todos, gracias a una mezcla de azar y tiempo. Cualquiera se empequeñece ante tanta riqueza y diversidad. Hasta un fugaz ministro de Cultura que sepa mirar de verdad.

QOSHE - Azar y tiempo - Carmen Oteo
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Azar y tiempo

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29.01.2024

Tan interesante como detenerse en las obras al visitar un museo es observar a los demás mirando los cuadros o pasando casi de largo. Descubrir a los que intentan hacerse una foto ante una pintura célebre, a los vigilantes que nos miran de reojo o a los copistas que se afanan por estar a la altura de obras inalcanzables. Afinar el oído para escuchar a los guías con sus saberes comunes y académicos o el comentario fascinante de alguien que siente una verdadera emoción ante un cuadro. Visitar un museo es mirarlo todo, mirarse, mirar.

Hubo un tiempo en que soñé con vivir en Madrid sólo para........

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