El otro día asistí a un acto en el Colegio de Abogados en el que se reconoció a aquellos compañeros que cumplían 25, 40 y 50 años de ejercicio de la profesión. Resonaban apellidos de sagas, relucían encomiendas que se otorgan con más o menos mérito y era la sala un grabado del XIX atestado de togas en movimiento. Uno de los dos letrados que cumplía 50 años, disminuido en sus andares, pero brillante, tomó la palabra para las gracias y contó con gran efectismo la aparente evolución del ejercicio de la abogacía desde su insigne padre a su nieta. Si antes un abogado necesitaba una gran biblioteca en la que albergar los pesados y vistosos tomos de jurisprudencia (el que podía permitírselo), hoy bastaría con acercar a su nieta al ordenador y teclear en un buscador. Ahí está todo, sentenciaba. Me recordó un chascarrillo que contaba el padre de mi compañero, jurista también, en el que un cliente de campo, tras hacer una consulta a su abogado y ver que este consultaba el Código Civil para responderle, le preguntaba al final de la cita ¿y cuánto vale ese librito?

También, hace poco, un amigo en animada conversación me contaba como empezó de juez en un pueblo de Cádiz. Apenas contaba con dos tomos de jurisprudencia correspondiente a dos años que él concretaba con precisión. Por eso, añadía, todas mis sentencias contenían únicamente resoluciones extraídas de esos dos tomos.

Hoy jueces y abogados reciben formación continua y tienen a su disposición, como bien decía el veterano abogado, toda la jurisprudencia a golpe de tecla en cualquiera de las plataformas especializadas.

Algo parecido ocurre en las aulas de los colegios en los que se ha pasado de un gran mapa de España cuarteado (quizás premonitorio) y una pizarra, al bilingüismo, las tabletas y todo tipo de modernidades al servicio de la enseñanza.

¿Son mejores los jueces y abogados hoy? ¿Es mejor la enseñanza actual que la anterior? No sé responder a esta pregunta porque me cuesta responder, en general, a casi todo. Pero intuyo que el abogado, el juez y el maestro, siempre, además de herramientas más o menos potentes, ha de tener oficio, visión, vocación, compromiso, perseverancia y muchas cosas más que sólo las dan el estudio junto a una personalidad no acomodaticia, que busque la verdad y no simplemente cumplir y salir del paso. Muchos siguen creyendo como en el chascarrillo que basta con comprar el librito. Y no.

QOSHE - Falsa abundancia - Carmen Oteo
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Falsa abundancia

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11.12.2023

El otro día asistí a un acto en el Colegio de Abogados en el que se reconoció a aquellos compañeros que cumplían 25, 40 y 50 años de ejercicio de la profesión. Resonaban apellidos de sagas, relucían encomiendas que se otorgan con más o menos mérito y era la sala un grabado del XIX atestado de togas en movimiento. Uno de los dos letrados que cumplía 50 años, disminuido en sus andares, pero brillante, tomó la palabra para las gracias y contó con gran efectismo la aparente evolución del ejercicio de la abogacía desde su insigne padre a su nieta. Si antes un abogado necesitaba una gran biblioteca en........

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