Todos los que vivimos en esta zona que algunos llaman privilegiada, en la costa gaditana, deberíamos sentir pena y vergüenza ante el asesinato de dos guardias civiles en el puerto de Barbate. Nadie debería sentirse ajeno, aunque las culpas caen evidentemente del lado de los asesinos, y al menos en estos momentos ninguna voz debería alzarse en defensa de la tesis que justifica o intenta comprender siquiera sus comportamientos en la supuesta necesidad de ganarse la vida. La necesidad puede justificar que tú te rebajes a un trabajo mal pagado, que te hagas daño a ti mismo, nunca que te enriquezcas fácilmente saltándote la ley y despreciando la integridad física o moral de otro.

La vergüenza de los que no estuvimos allí esa noche viene de la contemplación de los vídeos infamantes en los que los narcos juegan al gato y el ratón con nuestros representantes, con sus enormes embarcaciones del delito frente a la modesta lancha de la ley, en una sangrienta metáfora de la realidad cotidiana desde hace años, mientras un público despreciable jalea con nuestro propio acento tan siniestro juego. Si así nos sentimos ¿cuáles serán los pensamientos de los jefes y compañeros de esos desafortunados guardias y cuán grande no debería ser la vergüenza de sus responsables políticos?

Tal vez el dolorido gesto de la viuda de uno de las víctimas al impedir que el ministro impusiera una medalla al féretro de su marido debería haber sido correspondido por el propio Marlaska con una digna dimisión. No por la desgraciada muerte de dos agentes y las graves heridas a otros, que pueden ocurrir siempre en esta lucha, sino por la forma humillante en la que se produjo, parecida a soltar a varios mártires con la única fuerza de su fe, en una arena llena de fieras. Si en una guerra como esta se producen derrotas así, hay que pensar en cambiar al general.

Como, tras desgracias así, sólo se puede ser pesimista y hasta mal pensado, nos da también inevitablemente por preguntarnos cómo ha sido posible la identificación y detención tan rápida de los presuntos autores de las muertes, y por llegar a la descorazonadora conclusión de que cuando se quiere se puede. Y a otra pregunta aún más trágica: ¿cuánta parte de la sociedad gaditana asiste impávida e indiferente, cuando no participando directamente, en esta presencia del mundo de la droga y sus manifestaciones diarias de desfachatez, lujo y ostentación evidentes a todos los ojos?

QOSHE - Cádiz y la droga - Manolo Fossati
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Cádiz y la droga

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13.02.2024

Todos los que vivimos en esta zona que algunos llaman privilegiada, en la costa gaditana, deberíamos sentir pena y vergüenza ante el asesinato de dos guardias civiles en el puerto de Barbate. Nadie debería sentirse ajeno, aunque las culpas caen evidentemente del lado de los asesinos, y al menos en estos momentos ninguna voz debería alzarse en defensa de la tesis que justifica o intenta comprender siquiera sus comportamientos en la supuesta necesidad de ganarse la vida. La necesidad puede justificar que tú te rebajes a un trabajo mal pagado, que te hagas daño a ti mismo, nunca que te enriquezcas fácilmente........

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