Como corresponde a una época en la que las familias eran todas numerosas, me tocó en suerte tener bastantes tíos y tías; gente estupenda, familiares que venían frecuentemente a casa y a los que visitábamos en las suyas cuando esa era la sana costumbre porque no había otra forma de verse las caras ni de hablar. Claro que yo tenía mis favoritos y favoritas cuando era niño, como todos. Esas querencias de chico se mantienen durante toda la vida. El caso es que una de mis favoritas era mi tía Conchi, hermana de mi madre y casi coetánea. Dos supervivientes de más de 90 años, hasta que ella se fue hace pocos días.

Mi tía Conchi tenía poderes. Bueno, al menos uno que me haya mostrado a las claras y de la manera más normal: quitaba el hipo de manera fulminante. Yo suelo tener tendencia a padecer esta molestia, y he probado todos los métodos, científicos o no, para remediarlo cuando me aparece en mitad de una comida, de una reunión o de una conversación, y te hacen quedar como un imbécil o como ese cuñado beodo que se empeña en negar su borrachera. Pero un día me ocurrió en la mejor compañía, la de mi tía. Íbamos paseando, tal vez yendo o volviendo de alguna celebración familiar. Me entró el hipo, y dije una obviedad: “Vaya, hombre, tengo hipo”. Mi tía me tocó levemente en el brazo y me aseguró sonriendo: “¡Tenías!”

Ante mi asombro, el hipo desapareció de inmediato. Yo la miré con los ojos abiertos, y ella se limitó a encogerse de hombros y a repetir su sonrisa: “Desde chica tengo esa gracia” fue su única explicación ante el fenómeno, si es que la tenía. Era imposible que aumentara el cariño que le tenía, pero eso se convirtió en uno más, y de los más divertidos, motivos para quererla.

Ahora, mi tía ya no está. No pudo superar el trance quirúrgico en el que se vio metida por un mal pisar, ella que había pasado por tan difíciles ocasiones en su vida de niña de posguerra, una vida dura y sin embargo creo que feliz por sus propios méritos. Y esto lo digo por un síntoma evidente: nunca perdió esa sonrisa que era capaz de acompañar de un abrir de ojos centelleante. O nunca quiso mostrar otra cara que la más amable que guardaba para los demás.

Otra cosa: aunque creo haber heredado su poder especial, este no funciona con uno mismo, así que ahora tendré que soportar mi hipo en esa soledad sentimental, sin la esperanza de encontrarme con ella. No sé, tal vez invocando su bellísimo recuerdo…

QOSHE - Mi tía tenía poderes - Manolo Fossati
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Mi tía tenía poderes

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26.12.2023

Como corresponde a una época en la que las familias eran todas numerosas, me tocó en suerte tener bastantes tíos y tías; gente estupenda, familiares que venían frecuentemente a casa y a los que visitábamos en las suyas cuando esa era la sana costumbre porque no había otra forma de verse las caras ni de hablar. Claro que yo tenía mis favoritos y favoritas cuando era niño, como todos. Esas querencias de chico se mantienen durante toda la vida. El caso es que una de mis favoritas era mi tía Conchi, hermana de mi madre y casi coetánea. Dos supervivientes de más de 90 años, hasta que ella se fue hace pocos días.........

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