Tengo un amigo que estaría dispuesto a dejar su trabajo de mierda y a darle una patada al pisito en el que vive -este mes le suben la hipoteca 100 pavos- por irse a morar a la Cartuja,ahora que se va a quedar sin inquilinas. Le parece un plan perfecto: para cuidar las plantas se llevaría al niño, que últimamente tiene malas juntas y llega a casa oliendo raro; el cuñado se encargaría de los chapús y el mantenimiento, pero no tiene que vivir allí, con ir una o dos veces por semana es suficiente; a la mujer la quiere, según dice, “para las generalidades”, es decir, de madre superiora; y él estaría al frente de la cocina -aunque la suegra tendrá que ir en Navidad a preparar pestiños, que le salen muy ricos- y de los eventos, especialmente el cabildo de su hermandad y los retiros espirituales de los colegas.

Yo le veo alguna fisura al plan. Sobre todo porque estamos hablando de un monumento único, catalogado como el de mayor valor artístico de la provincia de Cádiz, excepcional testigo de nuestra historia desde el siglo XV, reserva espiritual y patrimonial de Jerez y los jerezanos. No es la primera vez que los cuervos se posan en la cancela de la Cartuja, expoliada por la desamortización de Mendizabal, cuando fueron arrancados de sus paredes todos aquellos cuadros de Francisco de Zurbarán que se encuentran ahora regados por museos de medio mundo. El provincial de Cádiz conserva alguno, también los hay en el Museo de Grenoble, en Francia, y para deleitarse con ‘La batalla de Jerez’ hay que apoquinar la entrada del Metropolitan de Nueva York. No es la primera vez que las sombras merodean, bajo el cielo plúmbeo, el recinto cartujano, que sobrevivió a invasión napoleónica de principios del diecinueve y logró mantener en pie la portada renacentista de Andrés de Ribera y ese perfecto escenario novelesco que es el misterioso claustro gótico de Martínez Montañés. La anunciada marcha de las Hermanas de Belén vuelve a dibujar un destino incierto para el monumento y su conservación. Se tambalean frisos, entablamentos y pilastras, se agrieta el silencio en las galerías y los túneles, tiemblan los cimientos. En esta tierra, curtida, es verdad, en algunos desafectos, no es cierto sin embargo que no sepamos pelear. Lo hicimos cuando hubo que salvar a San Mateo, con el gran Santiago Zurita al frente, o cuando esquivamos con mucho esfuerzo el cierre que se cernía sobre el Villamarta. También para conseguir un campus universitario, con Trillo siempre detrás de la pancarta. Esta misma semana, aún con las monjas allí, dieron un palo para llevarse varias herramientas de la herrería. Qué no pasará si queda deshabitada. En esta tarea no podemos dejar sola a la Diócesis, ahora nos toca a todos salvar la Cartuja.

QOSHE - Salvemos la Cartuja - Javier Benítez
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Salvemos la Cartuja

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03.12.2023

Tengo un amigo que estaría dispuesto a dejar su trabajo de mierda y a darle una patada al pisito en el que vive -este mes le suben la hipoteca 100 pavos- por irse a morar a la Cartuja,ahora que se va a quedar sin inquilinas. Le parece un plan perfecto: para cuidar las plantas se llevaría al niño, que últimamente tiene malas juntas y llega a casa oliendo raro; el cuñado se encargaría de los chapús y el mantenimiento, pero no tiene que vivir allí, con ir una o dos veces por semana es suficiente; a la mujer la quiere, según dice, “para las generalidades”, es decir, de madre superiora; y él estaría al frente de la cocina -aunque la suegra tendrá que ir en Navidad a preparar........

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