Entre el ser y el parecer hay un enorme abismo de sufrimiento para la mujer del césar y los aspirantes a artistas. No basta con vestir de negro luto y darse aires de spleen romantizados por un largo fular para convertirse en pintor o poeta, como tampoco es suficiente serlo si, además, no lo parece a los ojos de los otros, esos jueces públicos. Se lo dijo Julio César a Pompeya, a la que repudió, porque a un rito religioso exclusivo para mujeres asistió un hombre disfrazado: «la mujer del césar no sólo debe ser honesta, sino parecerlo». Los poetas malditos lo fueron porque nunca lograron conectar con los valores dominantes de sus sociedades, casi siempre porque los suyos eran raros. O así los percibía esa mayoría lectora que ejerce su voto constante mediante la administración del éxito o el fracaso en la democracia del mercado. Entre el ser y el parecer, a veces, hay una distancia enorme, infinita.

En general, las gentes no estamos demasiado familiarizadas con las cualidades y la naturaleza del infinito. Podemos decir, por ejemplo, «te quiero infinito» al objeto de nuestro amor, pero un experto en la materia nos diría que ahí no estamos precisando demasiado el volumen de nuestro sentimiento. Tampoco lo tenía claro, en su época, el panteísmo del gran escritor Fernando Pessoa, pero como renegaba de esa idea por inabarcable tampoco le daremos mucha importancia. Un matemático, sin embargo, podría reconvenirnos diciéndonos que existen infinitos mayores que otros. Es algo que conceptualmente cuesta comprenderlo pero se percibe bien por la vía del ejemplo: el infinito de los números es mayor que el infinito de los números pares: siendo ambos infinitos, uno es por lo menos el doble de grande.

Algo semejante ocurre entre Bildu y los terroristas con delitos de sangre: como los etarras son el doble de hijos de puta, nuestros inclusivos gobernantes se amparan en esa infinita diferencia para pactar y apoyarse en el brazo político de Eta. Vivimos en un país donde un delito doloso impide el ingreso en la Policía Nacional, en el que se puede inhabilitar para dirigir empresas por estafa o a una concejalía por malversación, pero asesinos convictos pueden llegar a un cargo público con todos los derechos después de haberse dedicado a pegar tiros en la nuca. Cuando a uno le da por pensar que la nuestra es una democracia de leche es por cosas como esta.

QOSHE - Democracia de leche - Antonio Manilla
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Democracia de leche

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22.11.2023

Entre el ser y el parecer hay un enorme abismo de sufrimiento para la mujer del césar y los aspirantes a artistas. No basta con vestir de negro luto y darse aires de spleen romantizados por un largo fular para convertirse en pintor o poeta, como tampoco es suficiente serlo si, además, no lo parece a los ojos de los otros, esos jueces públicos. Se lo dijo Julio César a Pompeya, a la que repudió, porque a un rito religioso exclusivo para mujeres asistió un hombre disfrazado: «la mujer del césar no sólo debe ser honesta, sino parecerlo». Los poetas malditos lo fueron porque nunca lograron........

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