Una de las virtudes o defectos —según se mire— que adorna el carácter de las gentes de esta tierra es que el leonés es profundamente histórico. Siempre estamos añorando cualquier tiempo que no sea el nuestro: el glorioso pasado marchito o el embeleco de las quimeras futuras. Vivimos en presente histórico continuo. Sin consciencia plena del presente real, quejándonos de todo cuanto ocurre quizá porque siempre lo juzgamos peor que lo ido imaginado y que el anhelado porvenir. Creo que en alguna ocasión he dicho ya que me parece un problema cuya sencilla solución pasa por contemplarse más en el espejo y en mirarse menos en el retrato de juventud colgado en la pared. Por dejar, también, las predicciones y ceñirnos a ver por la ventana si llueve o hace sol ahora. Cualquier cosa que haya que emprender, para alcanzar el éxito, es necesario que parta de un certero análisis de lo que somos y tenemos entre las manos. No sé si lo estamos haciendo. Más bien creo que no.

Más allá de que nos agarremos, como el náufrago, a la primera tabla que pasa por nuestro lado (léase: la primera promesa que tenga a bien soltar los políticos chapuceros e irresponsables), porque estamos con el agua al cuello, convendría que invirtiéramos algo en nuestro propio futuro. Por invertir me refiero a buscar, con los problemas que padecemos perfectamente identificados, planteamientos, propuestas propias, soluciones ad hoc. Porque igual convertir el Emperador en lo que sea con tal de que se reabra, el cáliz de doña Urraca en el Santo Grial o inaugurar un nuevo polígono industrial en una provincia que es deficitaria en industria son buenas ideas, pero no van a ser una panacea para la escasez de empleo o la despoblación en el corto plazo.

Quizá podríamos intentar cambiar nuestra mentalidad de nuevos pobres. Antonino Fernández, el hombre que salió siendo un adolescente de Cerezales, maduró durante la guerra y terminó capitaneando en México el Grupo Modelo, llegando a codearse con los magnates de la Lista Forbes, cuando lo entrevistaba para escribir su biografía me dijo algo que no se me ha olvidado: «no tenía un duro, pero lo único claro que tenía es que, en cualquier circunstancia, siempre hay que pensar las cosas a lo grande». Una grandeza a la medida de nuestras posibilidades actuales no: a lo grande americano. Echando la casa por la ventana. De perdidos, al río.

QOSHE - Invertir en nuestro futuro - Antonio Manilla
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Invertir en nuestro futuro

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29.11.2023

Una de las virtudes o defectos —según se mire— que adorna el carácter de las gentes de esta tierra es que el leonés es profundamente histórico. Siempre estamos añorando cualquier tiempo que no sea el nuestro: el glorioso pasado marchito o el embeleco de las quimeras futuras. Vivimos en presente histórico continuo. Sin consciencia plena del presente real, quejándonos de todo cuanto ocurre quizá porque siempre lo juzgamos peor que lo ido imaginado y que el anhelado porvenir. Creo que en alguna ocasión he dicho ya que me parece un problema cuya sencilla solución pasa por contemplarse........

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