Si un hospicio es un lugar donde se recoge y cuida a hijos sin padres, cabría decir que un asilo o residencia de ancianos es un espacio para padres sin hijos. Esto que he escrito no es solo impreciso, sino además inexacto, pero quienes quieren entender, entienden, aunque sean heteros. Está dicho sin la menor sombra de reproche: las circunstancias de cada uno son distintas y mandan en la vida corriente de un tiempo, el nuestro, tan acelerado y voraz que las antiguas costumbres se han visto arrumbadas al desván de los objetos olvidados. Hasta hace un par de generaciones resultaba inconcebible que los progenitores no vivieran sus últimos años en familia, arropados por el cariño de los suyos, acogidos a la lumbre de nietos y biznietos pululando alrededor de una existencia que se iba consumiendo en arrugas e historietas que les otorgaban dignidad y plenitud a las penas vividas hasta llegar allí, a aquella cumbre de la edad a punto de doblar el cabo de los vientos.

Las batallitas de nuestros abuelos cuentan historias de una guerra entre hermanos, como las nuestras versarán sobre una pandemia que encerró al mundo en casa, aunque dejó salir a pasear al perro. Cada generación habla de lo que le tocó vivir, disparatando a veces, porque la memoria es una lupa de aumento infiel. Y nunca se rememoran escenas, sino fotografías, momentos congelados, aunque vayan uno tras otro, como fotogramas, creando su sensación de movimiento. Los unicornios y dragones que habitan en la imaginación de cada uno siempre son estatuas a las que nuestra imaginación les otorga acción.

En la serie Britannia aparece un juramento que las jóvenes realizan a sus padres en la fiesta del solsticio, cuando pasan de niñas a mujeres, que uno lo ha escuchado en versos: «Cuando vuelvas a ser / una criatura débil e indefensa, / yo cuidaré de ti». Habrá quien se fije, porque ya dijo el clásico que hay gente para todo, en el sexo de las conjuradas. Uno percibe en ese texto inventado por unos guionistas un temblor literario y humano en el que acaso resuenan otras palabras también de libro, las que Pinocho le dirige a su creador Gepetto: «Y un día yo seré grande como tú y tú serás tan pequeño como yo». A mí me parece una declaración hermosa, digna de ser tenida en cuenta, ante lo que es ley de vida.

QOSHE - Yo cuidaré de ti - Antonio Manilla
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Yo cuidaré de ti

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27.12.2023

Si un hospicio es un lugar donde se recoge y cuida a hijos sin padres, cabría decir que un asilo o residencia de ancianos es un espacio para padres sin hijos. Esto que he escrito no es solo impreciso, sino además inexacto, pero quienes quieren entender, entienden, aunque sean heteros. Está dicho sin la menor sombra de reproche: las circunstancias de cada uno son distintas y mandan en la vida corriente de un tiempo, el nuestro, tan acelerado y voraz que las antiguas costumbres se han visto arrumbadas al desván de los objetos olvidados. Hasta hace un par de generaciones........

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