El pasado viernes, último día del año 2023 que trabajé, estaba hablando por teléfono cuando empecé a escuchar un zumbido. Creí que era una mosca que se habría colado por algún sitio pese a tener la ventana cerrada por el frío y la calefacción. Pronto descubrí en el marco de la ventana un avispón que no parecía tener prisa por marcharse y que exhibía su belleza exótica, como si estuviera en el borde de una alberca, al amparo del calor y la felicidad de unos niños en verano.

De jovencilla, cuando veía un animal cerca imaginaba que era alguien que estaba pensando en mí. Le sostenía la mirada para corresponderle y me detenía en buscarle parecido con alguien o, no sé, algo que le delatara. En más de una ocasión conseguí ponerle nombre e incluso interpreté lo que venía a decirme en esa innecesaria reencarnación. Andando el tiempo, me volví más realista y dejé de imaginar que los demás pensaran en mí a todas horas y se revelasen como animales con lo fácil que tienen verme en persona.

He descubierto que mi imaginación ha evolucionado hacia formas más modernistas y abstractas. Ahora son las nubes, las ramas de los árboles, el rastro que un caracol deja a su paso, la estela de un avión, un charco misterioso y sus reflejos, la letra de una cancioncilla que escucho al pasar, los que me hacen imaginar un mensaje encriptado que se me hace evidente y que se esfuma al desvelarse, tal es su misterio.

Por eso, el otro día encontré en el cuerpo del avispón, no una persona sino un pentagrama pendiente de musicar y en el que transcribir su zumbido sugerente que es el ruido diario de la propia vida. También imaginé una agenda lujosa e irisada sin días ni anotaciones ni año. Una agenda circular como aquel cuerpo que se posaba sobre la ventana sin apenas rozarla con sus diminutas patas. Una agenda que encierra su peligro y su veneno.

Andan todos cerrando el año y haciendo listas de nombres que se olvidarán, de éxitos efímeros y libros que ya nadie volverá a leer, de guerras inacabadas e inteligencias artificiales. Andan también haciendo propósitos y promesas para el nuevo año, contando uvas y campanadas.

Sé que en algún sitio un alma tranquila, escuchará el zumbido de un avispón que le hará visible como a mí su anhelo de vida. Su fragilidad y su belleza. Su misterio indescifrable. Y anotará en su agenda: Vengan a mí los días nuevos como a un cuerpo no escrito. Feliz año a todos.

QOSHE - Anhelo de vida - Carmen Oteo
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Anhelo de vida

4 0
05.01.2024

El pasado viernes, último día del año 2023 que trabajé, estaba hablando por teléfono cuando empecé a escuchar un zumbido. Creí que era una mosca que se habría colado por algún sitio pese a tener la ventana cerrada por el frío y la calefacción. Pronto descubrí en el marco de la ventana un avispón que no parecía tener prisa por marcharse y que exhibía su belleza exótica, como si estuviera en el borde de una alberca, al amparo del calor y la felicidad de unos niños en verano.

De jovencilla, cuando veía un animal cerca imaginaba que era alguien que estaba pensando en mí. Le sostenía la mirada........

© Diario de Sevilla


Get it on Google Play