Fue en la pandemia cuando descubrí el placer de andar por tierras cultivadas. Desde los carriles podía ver de una semana en otra el suelo removido para la siembra, los surcos y los primeros brotes. La piara de ovejas a su polvoriento paso devorar la otoñá tras las primeras lluvias. El trigo verde a merced del viento formando un mar vegetal y prodigioso. Los girasoles abriendo su corazón cuajado de semillas de vida. Las abejas libando su néctar. Las cepas con sus viejos huesos desnudos sobre la blanca tierra atisbar sus primeras hojas soñando pámpanos y racimos. Las aves del cielo que ni siembran ni cosechan ni guardan la comida y el padre celestial los alimenta de grano y belleza. Los cardos de exotismo bizantino y los lirios salvajes ajenos a su belleza. El tractor recogiendo los frutos seguido de garzas impacientes formando un velo de novia. Las pacas de paja como lingotes de oro agostando nuestros ojos. El olor de la quema de rastrojos. Las inclemencias del tiempo y la fragilidad de la vida. La mano poderosa y sabia del hombre sometida a la mano de Dios. La grandeza del campo y sus milagros. Todo tan frágil, tan a merced de la naturaleza y de viles intereses, que los ojos se deslumbran conscientes del prodigio.

Sabe más un agricultor atento, formado por generaciones, estudioso de lluvias y vientos, de viejos y nuevos cultivos, de la evolución de la naturaleza, de sus ciclos y estaciones, que todos los políticos de Bruselas juntos, mercaderes de intereses ajenos atentos a sus propios privilegios. Son muchos los agricultores que tentados por molinos de viento y placas solares abandonan la incertidumbre de sus cultivos, la persecución de políticas incomprensibles, por la cómoda vida de rentista.

Precisamente ahora, que se supone que se cuida más de la naturaleza y se potencia el ecologismo por encima de todo, que hay organismos especializados en defender políticas agrarias, el campo está más en peligro que nunca. Se ve en el paisaje, se percibe en la naturaleza, se sufre con los fenómenos atmosféricos, se paga en la cesta de la compra. Mucho han tardado en estallar los agricultores. Mucho la sociedad en despertar de esta anestesia que nos permite comer unos frutos insípidos todo el año mientras olvidamos el verdadero magisterio de los sabios hombres del campo. A este paso no nos faltarán energías renovables, pero... ¿Qué comeremos? ¿Cuál será nuestro paisaje?

QOSHE - Cuerdos en casa ajena - Carmen Oteo
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Cuerdos en casa ajena

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05.02.2024

Fue en la pandemia cuando descubrí el placer de andar por tierras cultivadas. Desde los carriles podía ver de una semana en otra el suelo removido para la siembra, los surcos y los primeros brotes. La piara de ovejas a su polvoriento paso devorar la otoñá tras las primeras lluvias. El trigo verde a merced del viento formando un mar vegetal y prodigioso. Los girasoles abriendo su corazón cuajado de semillas de vida. Las abejas libando su néctar. Las cepas con sus viejos huesos desnudos sobre la blanca tierra atisbar sus primeras hojas soñando pámpanos y racimos. Las aves del cielo que ni........

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