No me hizo ateo don Antonio, mi profesor de Religión en el instituto, blaugrana confeso que empezó su clase celebrando hace casi cincuenta años el 0-5 del Barça en el Bernabéu, y no me va a hacer ateo medio siglo después el papa Francisco porque reciba al presidente de la Generalitat Pere Aragonès. Tendría más caché que Pedro Almodóvar: no es lo mismo hacerse ateo por los curas, como ha presumido el cineasta de Calzada de Calatrava, que hacerse ateo por el Papa. Pero tenía su gracia la instantánea. Católico significa universal y los nacionalismos viven de crear barreras contra esa universalidad. Hay hasta un tufillo de nacionalcatolicismo en la estampa vaticana, un híbrido ideológico que se apoderó de Barcelona como cuenta Esther Tusquets en su libro Habíamos ganado la guerra. El presidente de la Generalitat, pieza fundamental en la incierta pero inminente investidura, representa al pueblo elegido. Los demás seríamos los gentiles, en el argot de los Evangelios. El Oratorio era el nombre del equipo de fútbol en el colegio de los Salesianos donde jugábamos los que no estudiábamos en el colegio fundado por San Juan Bosco. Ese Oratorio es una metáfora del resto de España.

Sería histórico desde luego que Puigdemont estampara su firma ante el Boabdil de la Moncloa con el Girona, el equipo de la ciudad en la que fue alcalde, al frente de la clasificación de Primera, como el Manchester City o el Paris Saint Germain en otras Ligas europeas. El Madrid nunca está para aplicar el artículo 155: justo después de la paranoia del 1 de octubre de 2017 perdió en Gerona con el Girona, entonces un adversario mucho más débil que ahora. Y en la recta final de las negociaciones no ha pasado del empate con el Rayo Vallecano para cederle el liderato al equipo del prófugo Puigdemont. El Papa es del San Lorenzo de Almagro y no sé si hablaría de Messi con Aragonès. El de Rosario, que suena a letanías, era un patrimonio común entre ambos interlocutores, aunque ahora esté en Miami con sus ocho balones de Oro.

Más de uno imaginará a Puigdemont regresando como Tarradellas en junio de 1977. En el lenguaje eclesial, todo apunta a que en este tablero diabólico se pretende canonizar a los políticos corruptos y prevaricadores mientras que se quiere excomulgar a jueces y fuerzas del orden que pusieron pie en pared al disparate que ahora se pretende homologar y legitimar en aras de la convivencia. Felipe González llevaba pocos meses en la Moncloa y no veía razonable la petición de liberar a los golpistas presos. Se lo había pedido Tarradellas y los beneficiarios serían Tejero, Armada y demás arietes del 23-F. Cuando vuelve Tarradellas del exilio, todavía está Pablo VI en la cátedra de Pedro y Tarancón presidía la Conferencia Episcopal. El Betis ganó la primera Copa del Rey y se aprobó la ley de Amnistía, la de verdad, no ésta de polichinela. Emociona volver a oír las palabras de Marcelino Camacho apostando por la reconciliación entre españoles. Hubo efectos secundarios letales. ETA campaba a sus anchas y, como decía un alto mando de la Guardia Civil, se vaciaron las cárceles y se llenaron los cementerios.

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El Papa no me va a hacer ateo

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08.11.2023

No me hizo ateo don Antonio, mi profesor de Religión en el instituto, blaugrana confeso que empezó su clase celebrando hace casi cincuenta años el 0-5 del Barça en el Bernabéu, y no me va a hacer ateo medio siglo después el papa Francisco porque reciba al presidente de la Generalitat Pere Aragonès. Tendría más caché que Pedro Almodóvar: no es lo mismo hacerse ateo por los curas, como ha presumido el cineasta de Calzada de Calatrava, que hacerse ateo por el Papa. Pero tenía su gracia la instantánea. Católico significa universal y los nacionalismos viven de crear barreras contra esa universalidad. Hay hasta un tufillo de nacionalcatolicismo en la estampa vaticana, un híbrido ideológico que se apoderó de Barcelona como cuenta Esther Tusquets en su libro Habíamos ganado la........

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