Para el aficionado no fundamentalista no hay herramienta más poderosa para ilustrar el paso del tiempo que el fútbol. La muerte de Terry Venables me ha devuelto a un pasado tan vivo que es como si lo hubiera conocido en persona. Y no me refiero a la derrota del Barcelona en aquella final de la Copa de Europa frente al Steaua de Bucarest. El partido se disputó el día de mi cumpleaños. La víspera me habían operado de fimosis.

La victoria azulgrana habría tenido un valor simbólico más allá del propio triunfo deportivo. Como los ejércitos de antaño, el mando era foráneo y mayoritariamente británico: Terry Venables en el banquillo, con Graham Turner como intérprete, y el escocés Steve Archibald en la delantera del equipo. Un año antes, el 29 de mayo de 1985, la final entre el Liverpool y la Juventus de Turín acabó en tragedia, con casi cuarenta fallecidos en el estadio de Heysel. Los equipos ingleses, que desde 1977 habían ganado todas las finales menos una, fueron sancionados con cinco años sin jugar competiciones continentales, seis para el Liverpool. Venables estuvo a punto de burlar ese brexit deportivo sufrido en las propias carnes del deporte que inventaron. Lo impidió el infortunio de un partido sin goles y una nefasta tanda de penalties.

Entre los más de cuarenta mil azulgranas que vinieron a Sevilla esa primavera de 1986, estaba Martín, amigo de mi hermano Blas, que se quedó en mi casa y regresó del estadio cariacontecido. Un mes después comenzó el Mundial de México, donde los ingleses sufrieron los zarpazos de la mano de Dios y los pies de Maradona. El campeonato de los cuatro goles de Butragueño al portero danés en Querétaro, la ciudad donde fusilaron a Maximiliano de Habsburgo. La España entrenada por Miguel Muñoz quedó mermada por el mal de Moctezuma. Ese verano murieron Borges y Carande y España ingresó en la Unión Europea.

El intérprete de Venables firmaría unas brillantes crónicas balompédicas y el propio entrenador publicó unas cuantas novelas. Dicen que la derrota es mucho más literaria que la victoria, pero dudo de que fueran las paradas de Duckadam, el portero rumano, las que marcaran su destino como escritor. Casi cuatro décadas después, los nombres de Lacatus o Piturca suenan como negociadores de Trajano a su paso por el Danubio. Los ingleses tardaron quince años en ganar una Copa de Europa. Como en un ejercicio de justicia poética, ya sin Venables y con Johan Cruyff, el Barcelona consiguió su vellocino de oro seis años después en Wembley, en 1992, coincidiendo con el regreso del fútbol inglés a las competiciones europeas.

Steaua de Bucarest en 1986 y Estrella Roja de Belgrado en 1991. Los dos únicos equipos de la Europa del Este que tienen el trofeo en sus vitrinas. En los dos jugaba un rumano apellidado Belodedici. Equipos de dos países, Rumanía y Yugoslavia, que después vivirían sendos episodios de autodestrucción. El primero con el magnicidio de los Ceasescu, otrora anfitriones de los comunistas españoles; el segundo con la guerra cainita de los Balcanes disolviendo el sueño autogestionario de Tito en los mismos escenarios donde se encendió la mecha de la Primera Guerra Mundial.

QOSHE - La caída del imperio rumano - Francisco Correal
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

La caída del imperio rumano

5 0
29.11.2023

Para el aficionado no fundamentalista no hay herramienta más poderosa para ilustrar el paso del tiempo que el fútbol. La muerte de Terry Venables me ha devuelto a un pasado tan vivo que es como si lo hubiera conocido en persona. Y no me refiero a la derrota del Barcelona en aquella final de la Copa de Europa frente al Steaua de Bucarest. El partido se disputó el día de mi cumpleaños. La víspera me habían operado de fimosis.

La victoria azulgrana habría tenido un valor simbólico más allá del propio triunfo deportivo. Como los ejércitos de antaño, el mando era foráneo y mayoritariamente británico: Terry Venables en el banquillo, con Graham Turner como intérprete, y el escocés Steve Archibald en la delantera del equipo. Un año antes, el 29 de mayo de 1985, la final entre el........

© Diario de Sevilla


Get it on Google Play