Hace setenta años, en 1953, Winston Churchill consiguió el Nobel de Literatura. Fue el mismo año que Isabel II fue coronada reina de Inglaterra. El galardón fue una suerte de premio de consolación. Su pasividad en el hundimiento del barco de pasajeros Lusitania, que precipitó la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, hacía inviable que fuera receptor del Nobel de la Paz. Ahí está, compartiendo palmarés con André Gide, Albert Camus, Günter Grass, García Márquez, Cela o Vargas Llosa.

Pedro Sánchez preferiría el Nobel de la Paz al de Literatura, pero con la publicación de su segundo libro va lanzado a por este último. Catorce ministros asistieron a su presentación. Una prueba de disciplina casi castrense, como si el libro se titulara Tierra, Mar y Aire… ¡Firmes! Catorce ministros. Y todavía había otros ocho que se ausentaron. Dos equipos de fútbol en el Consejo de Ministros.

Un Gobierno de progreso con reminiscencias feudales y latifundistas, un latifundismo moral que no resiste el catálogo de los más elementales imperativos éticos de la decencia y la falta de arbitrariedad. Un Gobierno al que le adorna una especie de meritocracia más de favores que de currículos. Es el Ejecutivo de la mayordomía, de nuevos validos que se ven recompensados por su lealtad al jefe, porque más allá de la tierra firme sólo está el mar de los Sargazos y como diría un buen amigo las aguas procelosas.

Habrá quien le pida a Sus Majestades de Oriente el libro de Pedro Sánchez. Los catorce ministros, vaya quiniela, se lo habrán llevado dedicado. Acostumbrado a las ausencias cuando el tema salpica su feble honorabilidad, Sánchez ya compensó a Óscar Puente con la cartera de Transportes por subir a la tribuna en el debate de investidura de Feijóo.

Sus socios de Gobierno se mueven con idénticos criterios. Los primeros pobladores de Ávila fueron los vetones; los de Toledo, los carpetanos; y los de Madrid, los carpetovetones, génesis de carpetovetónico, comparable al austrohúngaro que metía Berlanga en todas sus películas. El nuevo ministro de Cultura, E. Urtasun, ha debido ser carpetano en otra vida. Ha pasado de llevarle las carpetas, la agenda diría un cursi, a Yolanda, a ocupar la cartera de Cultura. Dios nos coja confesados en el centenario de la generación del 27.

El caso más palmario de agradecimiento por los servicios prestados ha sido el del nuevo presidente de la agencia Efe, cargo para el que ha sido propuesto un mayordomo mediático llamado Miguel Ángel Oliver, hasta ahora secretario de Comunicación. Era el encargado de filtrarle las preguntas a Simon & Garfunkel (Fernando Simón y el ministro Salvador Illa) en los tiempos más duros de la pandemia. Sánchez es un superviviente, quién lo duda, una encarnación de Erasmo en la iconografía de Jorge Javier. El presidente, como ya ocurriera con Trillo cuando era ministro de Defensa, ha vuelto a confundir El Salvador con Honduras en su infame bromita del verificador. Es el tiempo de los Galindos.

QOSHE - Mester de mayordomía - Francisco Correal
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Mester de mayordomía

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13.12.2023

Hace setenta años, en 1953, Winston Churchill consiguió el Nobel de Literatura. Fue el mismo año que Isabel II fue coronada reina de Inglaterra. El galardón fue una suerte de premio de consolación. Su pasividad en el hundimiento del barco de pasajeros Lusitania, que precipitó la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, hacía inviable que fuera receptor del Nobel de la Paz. Ahí está, compartiendo palmarés con André Gide, Albert Camus, Günter Grass, García Márquez, Cela o Vargas Llosa.

Pedro Sánchez preferiría el Nobel de la Paz al de Literatura, pero con la publicación de su segundo libro va lanzado a por este último. Catorce ministros asistieron a su presentación. Una prueba de disciplina casi castrense, como si el........

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