Dice el politólogo Oriol Bartomeus que la sociedad de consumo genera un elector impaciente, un votante voluble y exigente, inclinado a quienes ofrecen una solución rápida y sencilla a situaciones de enorme complejidad. Esto bastaría, en principio, para explicar tanto el ascenso de Trump como la asonada procesista de 2017. Pero es probable que la necesidad del “hombre providencial”, de aquello que Fromm llamó “el miedo a la libertad”, sea tan antiguo como el sapiens. Lo cierto, en todo caso, es que Trump amenaza con salirse de la OTAN y dejar la vía expedita a Putin, cuando la primera línea de la Europa oriental se está rearmando aceleradamente desde hace años.

No aclara el candidato Trump si en su marcha apresurada de la OTAN se llevaría consigo las bases europeas, ni si querría mantener intacto su volumen de negocio con la UE, ya sea en cuestiones armamentísticas o de otra naturaleza. Lo cierto es que Trump ha subrayado la ausencia de una defensa europea común, que acaso ahora se articule por motivos de urgente necesidad. Incluso Grecia, algo más distante de la frontera Este, ha incrementado su presupuesto militar de manera acusada. El resto, con Polonia en primer término, es fácil de suponer: Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Rumanía y Hungría, todos limítrofes con la actual zona de guerra. España, en el extremo occidental de la UE, queda lejos de los porcentajes polacos. Es en esta tesitura donde un hecho de apariencia local como el procés adquiere su extraordinaria relevancia. El señor Puigdemont no es un majadero extravagante (que gobierna, por mano interpuesta, la decimocuarta economía del mundo), sino una pieza, de apariencia menor, en un vasto movimiento que conduce a la neutralización de Europa, convertida en una entrañable colección de miniaturas tribales, gozosamente identitarias.

Si Finlandia se rearma agónicamente, si Polonia destina casi el 4% de su PIB a gastos de defensa, no es por fastidiarle la legislatura al señor Sánchez (o a quienes ustedes prefieran); es porque consideran muy posible un conflicto armado. Que el señor Trump pueda ser el próximo presidente de los USA no es, por tal motivo, una buena noticia. Pero sí la determinación con la que el gobierno polaco ha comprendido la magnitud de la amenaza. Digamos que la renuencia del señor Trump a intervenir en los asuntos europeos bien pudiera ser un hecho decisivo. Un hecho que avalore y fortifique –o no– el sentido y la necesidad de Europa.

QOSHE - Primera línea - Manuel Gregorio González
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Primera línea

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14.02.2024

Dice el politólogo Oriol Bartomeus que la sociedad de consumo genera un elector impaciente, un votante voluble y exigente, inclinado a quienes ofrecen una solución rápida y sencilla a situaciones de enorme complejidad. Esto bastaría, en principio, para explicar tanto el ascenso de Trump como la asonada procesista de 2017. Pero es probable que la necesidad del “hombre providencial”, de aquello que Fromm llamó “el miedo a la libertad”, sea tan antiguo como el sapiens. Lo cierto, en todo caso, es que Trump amenaza con salirse de la OTAN y dejar la vía expedita a Putin, cuando la primera línea de la Europa........

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