Mi amigo tenía de todo por duplicado. Coches, casas, cuentas bancarias y hasta amantes. Y, sin embargo, no recordaba cuando fue la última vez que paseó descalzo por una playa. Cuando saboreó un vino por deleite y no por costumbre. Cuando durmió desnudo sin sentir vergüenza de su cuerpo deteriorado por el exceso de alimentación y la escasez de ejercicio. Mi amigo desconocía cuando fue feliz por última vez, pese a que tampoco era conocedor de que es lo que le faltaba para serlo, puesto que su casa estaba repleta de todos los objetos de deseo que a lo largo de su vida había tenido. Hombre solidario, sensible y preocupado por la deriva del mundo, le angustiaban las guerras, repudiaba los conflictos y ayudaba a los más desfavorecidos a través de aportaciones habituales a las entidades benéficas más reconocidas. No se trataba de ningún príncipe loco encerrado en su castillo de oro; no lo era, sabía lo que nos sucede, pero consciente de que, si bien no era ningún infeliz, sino un afortunado con suerte y ciertos talentos que le habían sido concedidos, tampoco era feliz. Y así se lo trasladaba semana tras semana a su psicólogo. A mí, cada vez que me decía sentirse falto de felicidad, le contestaba que quizás debería comenzar por tener claro lo que entendía por ser feliz.

Me hizo caso y se puso a leer todos los libros que pudo sobre el asunto. En las librerías hay más obras dedicadas a explicarnos la vida, que a contárnosla; y no le fue difícil encontrar sesudas explicaciones que terminaban concluyendo que la clave para alcanzar la felicidad pasa por aprender a vivir sin expectativas. Sin ellas uno queda inmunizado ante las decepciones y acepta con una sonrisa satisfecha que la botella no esté llena. De ahí a valorar que tenga el agua que tenga se trata de un regalo sólo hay un paso. Concluyó que la felicidad no significa conseguirlo todo y que para alcanzarla había que dejar de sobre valorizarla y aceptar que una vida plena ha de incluir tanto los problemas, como a las soluciones.

Así que apostó por la vida sencilla, por los placeres cotidianos, los amigos, el cariño de los suyos, la compañía de buenos libros y la música más hermosa. Pero ni aún así consiguió que su corazón despejara las nubes, abandonara la melancolía y se llenara de luz. Ser feliz en el primer mundo es complicado para los que tienen de todo, pero que Mbappé fiche por tu principal enemigo es insuperable y no hay libro de autoayuda que lo consiga.

QOSHE - La fórmula de la felicidad - Mikel Lejarza
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La fórmula de la felicidad

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01.03.2024

Mi amigo tenía de todo por duplicado. Coches, casas, cuentas bancarias y hasta amantes. Y, sin embargo, no recordaba cuando fue la última vez que paseó descalzo por una playa. Cuando saboreó un vino por deleite y no por costumbre. Cuando durmió desnudo sin sentir vergüenza de su cuerpo deteriorado por el exceso de alimentación y la escasez de ejercicio. Mi amigo desconocía cuando fue feliz por última vez, pese a que tampoco era conocedor de que es lo que le faltaba para serlo, puesto que su casa estaba repleta de todos los objetos de deseo que a lo largo de su vida había tenido. Hombre solidario, sensible y........

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