Fernando Barros Tocornal

Recuerdo la sorpresa de niño cuando veía por TV los combates de boxeo de los pesos pesados y después de varios rounds un rival caía sin poder levantarse, no habiendo visto un golpe que explicara el derrumbe del gigante. Y es que en el boxeo la repetición de golpes termina demoliendo al rival de la misma forma que en la economía las medidas voluntaristas o populistas -sin análisis de sus efectos de mediano o largo plazo y que se aprueban e imponen en nombre del buenismo, a veces por causas que aparecen como muy loables- no tienen en consideración, o cínicamente miran para otro lado, que siempre hay alguien que paga el costo. Y ese alguien es, primero, la empresa empleadora, luego la economía toda al disminuir su competitividad, resultados y tributación y, en definitiva, los trabajadores que ven perjudicados o terminados sus empleos.

Para el desarrollo de la actividad empresarial no caben las reglas del conflicto, sino que las de una economía que busca promover el emprendimiento, la inversión, los empleos y el crecimiento económico, en un contexto de colaboración público-privada, la responsabilidad del Estado y sus instituciones, la racionalidad de las cargas tributarias y otras que se imponen a quienes dan trabajo, financian al sector público con sus impuestos y hacen crecer al país.

“En tres décadas se han triplicado los tributos a la renta de las empresas, impuesto gravámenes sobre la inversión y establecido contribuciones sobre activos”.

En Chile, en tres décadas se han casi triplicado los tributos a la renta de las empresas, impuesto gravámenes sobre la inversión y establecido o incrementado contribuciones sobre los activos, incluyendo sobretasas a sus bienes inmuebles, adicionales al impuesto territorial, al nivel que ambas, en algunas industrias representan uno de sus principales costos, en una evidente discriminación impropia de un sistema tributario neutro. Sin contar las dificultades en la obtención de permisos para nuevas inversiones o su expansión.

Ya sea por iniciativa gubernamental, parlamentaria o presión de grupos interesados, se han dictado decenas de leyes, cuyo factor común es que los costos asociados recaen exclusivamente en la empresa. A fin de favorecer la maternidad, la coparentalidad, la conciliación de vida familiar y trabajo, a los discapacitados y otras situaciones, se disminuye la jornada de trabajo forzando a pagar lo mismo por un menor servicio, se obliga a crear sistemas de trabajo remoto aun cuando la empresa no tenga esa modalidad, a ofrecer que las vacaciones de padres y madres de menores o que tengan personas bajo su cuidado coincidan con el feriado escolar, ello a pesar de haber sido contratado para una labor especialmente intensiva en esos períodos o que uno de los padres no trabaja o ya lo hace en esa modalidad. Se dan fueros laborales a mujeres víctimas de femicidio frustrado ocurridos fuera del ámbito laboral, etc.

No puede pasar desapercibido para una autoridad responsable el que los incrementos de la carga impositiva y las obligaciones cuyo peso se hace recaer solo en las empresas, indefectiblemente producirán el mismo resultado que en el boxeo, si bien no como en la lucha física, sino que como ocurre en un mundo en que existe la movilidad de los factores productivos y hay opciones de países que cada día resultan más atractivos y convenientes que hacer empresa en Chile, al tener menores costos, trámites y riesgos y en los que el empresario encontrará un ambiente y regulaciones más amigables para desarrollar su trabajo.

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Agobio empresarial

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05.01.2024

Fernando Barros Tocornal

Recuerdo la sorpresa de niño cuando veía por TV los combates de boxeo de los pesos pesados y después de varios rounds un rival caía sin poder levantarse, no habiendo visto un golpe que explicara el derrumbe del gigante. Y es que en el boxeo la repetición de golpes termina demoliendo al rival de la misma forma que en la economía las medidas voluntaristas o populistas -sin análisis de sus efectos de mediano o largo plazo y que se aprueban e imponen en nombre del buenismo, a veces por causas que aparecen como muy loables- no tienen en consideración, o cínicamente miran para otro lado, que siempre hay alguien que paga el costo. Y ese alguien es, primero, la empresa empleadora, luego la economía toda al disminuir su competitividad, resultados y tributación y, en definitiva, los trabajadores que ven perjudicados o terminados sus empleos.

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