Durante todo el periodo colonial, los negros que hacían parte de la servidumbre o esclavizados además de extinguirle su capacidad de autodeterminación o de pensar, aprender a leer, o cualquier practica que les permitiera mejorar sus conocimientos; pues también les imponían o cambiaban los nombres y los apellidos. Para recordar uno de tantos casos podemos citar a Kunta quinte en la serie Raíces, Este negro terminó llamándose Tobi a pesar de su resistencia, los azotes y la humillación a lo que fue sometido.
Durante la época precolombina localidades como Honda en el Dpto del Tolima se constituía en un lugar de privilegio, dada su ubicación geográfica, la fertilidad de la tierra y la explotación aurífera que proporcionaban estatus a los caciques y a otros líderes indígenas. Para esa época, la sociedad aborigen había logrado establecer una red de intercambio con los pobladores vecinos de las vertientes medias de las cordilleras central y oriental dentro de la cual el lugar de Honda se había convertido en escala obligada.
A propósito de lo que hoy es el municipio de Honda. Durante la época de la colonia este lugar fue escenario de compra y venta de esclavizados, un mercado humano que cada día se fortalecía por la constante oferta y demanda, más aún en el puerto de Arrancaplumas.
En esta época de castigos y muerte los negros además de ser sometidos a crueles tratos, pues también les cambiaban sus apellidos y nombres. Una de tantas escogidas para esta práctica fue Ana María Matamba.
Dice la historia que Matamba era su apellido verdadero, tomado del nombre de un reino de Angola, donde gobernó la reina Xinga. Sin embargo, las calles de la villa de San Bartolomé de Honda la conocieron como Ana María Layos, un apellido cristiano impuesto por su amo al que ella se rebeló en nombre de los cercanos ancestros africanos. Ana María había nacido en la hacienda Periquitos, propiedad de su amo el señor Justo Layos.
Su madre le había contado que a su padre un hombre africano lo habían llevado lejos, para luego ser vendido por la familia Layos a un esclavista de Popayán cuando Ana era apenas una niña.
De esta negra se puede decir que tuvo dos hijas de un hombre que conoció en los fandangos o bundes, en los montes y bosques cercanos, esas fiestas que hacían soportable los días como negros esclavizados. Esas fiestas los distraen por lo menos un tiempo para olvidar los malos tratos que les daban sus amos.
A raíz de un embrollo con su antiguo amo por incumplimiento en la entrega de unos bienes prometidos, los escribanos le cambiaron su apellido Matamba por el de Layos, sin una razón que ella considerara válida, puesto que su apellido nunca había sido puesto en duda. Este cambio la confundió más que nada, porque sintió que le cambiaban el alma. Por eso seguía firmando con su apellido angolano, aunque los escribanos siguieran llamándola por Layos.
La estrategia de cambiarle los nombres y apellidos a los negros tenía varios propósitos, uno consistía en hacerle entender al sirviente quien era su dueño; también para demostrarle a la comunidad esclavista que tenían muchos negros dependientes de ellos, la otra razón era para hacerlos olvidar de sus raíces ancestrales. La posición del esclavista era tan rígida; que a muchos esclavizados que se resistían a que les cambiaran sus nombres, les cortaban la lengua o les colocaban bozales o los marcaban con el carimbo en la cara para que no repitieran su verdadera identidad.
Para nunca olvidar. Ana María Matamba fue una Mujer afro de origen Angolano que nació en 1720 en plena época colonial. Esta valiente negra pasa a la historia porque nunca aceptó que sus amos les cambiaran el apellido.
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