Que maluco es cuestionar a un gobierno central cuando no funciona adecuadamente en beneficio del país que gobiernan pero, las circunstancias obligan a decir algo, sobre todo por el altísimo porcentaje de desfavorabilidad que perturba su gobernabilidad.

No se puede desconocer que el gabinete es inadecuado, ineficaz y melancólico, con un eje central que actúa a través de una red social donde demuestra el odio como dicen muchos, que siente por el empresariado, por aquellos que promueven empresas y empleos; por los inversionistas, a los que se les ponen trabas jurídicas para desanimarlos: por amenazas sistemáticas a jueces y magistrados y, de contera a los medios de comunicación que cumplen con la sagrada función de informar a la opinión en general, amén del descontrolado y desaforado gasto en suntuosidades y viajes injustificados, peores a las de gobiernos anteriores, incumpliendo una promesa de austeridad que no se vislumbra por ningún lado, empeorando la situación con otro mazazo como es el de amenazar a los colombianos con otra reforma tributaria en menos de 17 meses de gobierno. En fin, ya son muchas las actitudes y decisiones que preocupan enormemente.

Y ni que decir de quienes ocupan ministerios, gerencias de institutos, direcciones sensibles de servicio público, que no funcionan inteligentemente.

Al contrario, son en muchos casos, entes dirigidos por personajes cuestionados hace algún tiempo, por corrupción o malos manejos, que llegan supuestamente, con ideas predeterminadas en contra de la gente.

O peor, con funcionarios como el de la salud, quién alguna vez fue liberal, sancionado en su región por corrupción y mal gobierno regional y hoy, con un martillo y una hoz, coaccionando a los colombianos y a empresarios con la asfixia de un sistema tan sensible como el que en mala hora dirige.

Y el triste manejo que se le da a temas del deporte, sin importarles el pasado glorioso de medallas y triunfos y, lo peor, convirtiendo al país en una nación triste y gris como todos aquellos donde predomina dicha ideología.

Con razón el presidente sacó de su gabinete a ministros de gran envergadura académica y de gestión, posiblemente porque se dio cuenta que le harían sombra y le quitarían protagonismo.